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Ride Sea - Los Canales Franceses: desde el Atlántico al Mediterráneo

La ría Gironde, el río Garona y su canal lateral.

 

 

¿Cruzar desde el Atlántico al Mediterráneo atravesando la campiña Francesa? ¡Menudo plan más divertido! Navegar por estos impresionantes canales patrimonio de la humanidad ofrece una singular aventura a través de pueblos medievales, densos bosques y campos verdecidos a las faldas de la cordillera Pirenaica.  ¡Descúbrelos con nosotros!

Había que conocerlos…Y que mejor para continuar nuestra vuelta a España, que a través de ellos. Tras recorrer la bellísima costa Gallega, Asturiana, Cántabra y el litoral Vasco, nos toca el mar Mediterráneo. Por esta razón nos esforzamos un poco más en navegar rumbo norte para llegar al sur de Bretaña en donde es posible alcanzar la enorme ría del Garona que desemboca en Royan, localidad en la que nuestro barco pudo descansar durante todo el invierno esperando la llegada del buen tiempo. 

 

Comienza la aventura

Viajamos a Royan en tren en donde nos espera nuestra Cap Camarat 755WA aletargada tras nueve meses de hibernaje en una nave. Unas horas de limpieza bastan para dejar el barco como si hubiera salido ayer del astillero. El remolque se dirige a la rampa del puerto y con una rápida maniobra la lancha vuelve a flotar placidamente en las protegidas aguas del puerto. Fantástico! Llave al contacto y motor. Nuestro Yamaha F350 vuelve a ronronear a la primera. Todo está perfecto.

Compramos pocos víveres pues no se trata de lanzarnos a alta mar. Todo lo contrario. Cuanto más naveguemos, más metidos estaremos en mitad del continente. El peligro más grande es el de arañar el gel-coat en cualquiera de las 120 exclusas que habremos de atravesar hasta salir de nuevo al mar, pero esta vez en el Mediterráneo. El agradable cautiverio terrestre se prolongará durante una docena de días, haciendo una media de unos 40 kilómetros diarios.

En la Gironde, ya cerca de Burdeos.

Los primeros 100 kilómetros de navegación son casi rumbo Sur, mientras descendemos rápidamente por la ría de la Gironde camino de Burdeos. Hacemos kilómetros y no millas, pues en estas etapas casi terrestres, todas las distancias vienen indicadas como en las carreteras. Más que navegar, conduces pero por un largo camino de agua. Y todo alrededor tuyo es novedoso. En los canales cada curva te ofrece un nuevo paisaje. Cada exclusa te descubre una nueva zona. Y poco a poco te vas metiendo tierra adentro.

 

Atravesar desde el Atlántico al Mediterráneo: Unos 100 kilómetros de ría en la Gironde y otros 400 kilómetros de canales.

 

La Ría Gironde

En Royan preferimos no repostar pues según nos informan parece ser que la gasolina puede no ser todo lo buena que debiera. Siguiendo el consejo de un lugareño navegamos al otro lado de la ría hasta Port Medoc, nueva marina que ni siquiera figura en nuestras guías ni en la cartografía Digital de nuestro RayMarine. Pero la entrada al puerto es evidente y no entraña ningún problema. Nuestra tarjeta Visa no es aceptada por el sistema automatico de pago, pero un amable armador Bretón se ofrece a pagar con su tarjeta mientras nosotros le pagamos en metálico. El puesto de gasolina solo funciona con tarjetas de crédito… ¿Francesas? 

El color del agua es el del café con leche,  debido a la fuerte carga de sedimentos.

En esta latitud el estuario es enorme y mas que una ría parece un mar. La Gironde tiene en este punto una anchura de más de 10 kilómetros! El agua es marrón y opaca, hay unas olas pequeñas y cortas algo incómodas. Pero nos trae sin cuidado por nuestras ganas de navegar tras un invierno en dique seco. Damos un poquito de palanca y avanzamos a una moderada velocidad de 25 nudos haciendo rumbo 160º.

 

¡Al loro con las mareas!

En esta zona del mundo las mareas son importantes. Más bien brutales pues superan los 4 metros. De modo que hay que planificar bien la hora de salida pues a fuertes mareas, fuertes corrientes de marea. No es que nos importara excesivamente dada la potente motorización de nuestra Cap Camarat, pero tampoco se trata de ir a contracorriente. Por ello es importante consultar el anuario de mareas y salir de Royan de tal modo que lleguemos a Burdeos casi en la pleamar de Burdeos (que ni de lejos coincide con la pleamar de Royan). De allí hasta Castets donde se encuentra la primera esclusa, la onda de marea tarda otras 3 horas en recorrer los 50 kilómetros de este tramo del Garona.

De esta forma ganas algunos nudos gratis al ir a favor de la corriente, y corres menos peligros de encontrarte con troncos a la deriva avanzando en sentido contrario. Además llevas más agua debajo y por tanto vas más seguro de no pillar algún objeto del fondo.

Pasado Bordeaux, ya en pleno Garona la navegación se va haciendo tranquila.

Una pareja de cisnes pasea por la orilla cerca de unos jardines que llegan justo al agua.

Es importante no demorarse en Burdeos pues un rato después del cambio de marea se montan unas corrientes endiabladas muy a tener en cuenta, especialmente si se navega con un barco de poca velocidad y mucha obra viva.

Bajar la Gironde desde Royan a Burdeos en un velero lleva una jornada completa de navegación, pero en una motora las cosas son distintas y lo hacemos cómodamente en algo menos de 3 horas. Por el camino encontramos algunos puertos en los que no entramos e incluso un gran carguero dedicado al transporte de los aviones AirBus que se fabrican en Toulouse.

 

¿Qué barcos pueden navegar por los canales?

1º limitación: La limitación más evidente es el calado. En teoría el calado máximo es de 1,4 metros, pero creemos demasiado arriesgado intentar meterse con un barco que cale más de 1 metro (a lo sumo 1,1 o 1,2 metros). En muchos tramos del recorrido llevamos encendida la sonda y en cuanto te sales del centro en muchas zonas el Raymarine nos avisa con cotas de 1,1 metro, aunque lo normal es llevar 1,5 a 2 metros de agua.

2º limitación: Ojo con las grandes obras vivas. En las exclusas y cerca de ellas las corrientes son bien fuertes y en veleros de quilla corrida o con grandes esloras y obras vivas el susto puede ser fuerte al pillar una corriente de desagüe transversal. No es que sea peligroso pues las orillas son de tierra y con vegetación, pero obligará a trabajar mucho con el bichero. Hemos visto veleros grandes y oceánicos como un gran Alubat de 15 metros y nos imaginamos lo que han debido sufrir sus dueños al pasar por determinadas exclusas. Por eslora no hay problema ya que las esclusas tiene todas ellas una longitud de unos 30 metros y una anchura de algo más de 5 metros. 

3º limitación: El tiempo en atravesar. Si vamos rápidos y sin demasiadas paradas, el tránsito por los canales llevará una docena de días. Esto obviamente no significa nada en comparación a tener que pasar por el estrecho de Gibraltar subiendo por Portugal y haciendo toda la costa norte de España. Pero si necesita llevar el barco con más urgencia deberá contratar un transporte por carretera.  

4º limitación: Cuidado con las mareas. En veleros y barcos lentos, la navegación por la Gironde debe ser objeto de preocupación. Si medimos mal las mareas lo pasaremos fatal ya que las corrientes en ocasiones son más rápidas que la velocidad normal de un velero (6 nudos). Los barcos lentos deben planificar cuidadosamente la navegación con el horario de las mareas. Ojo con las pleamar (+1 hora) en Burdeos. En ese momento la marea de retorno se da la vuelta y atiza que da miedo!

 

Bordeaux: Un mar de agua dulce.

Burdeos una vez cruzado el puente de la Aquitania.

 

Ya cerca de Burdeos el agua es del color del chocolate por la gran concentración de partículas que arrastra el río. Al pasar bajo el gran puente de Burdeos observamos fuertes corrientes que crean una fuerte depresión en la superficie del agua en las cercanías de las columnas. Hay que andarse con ojo y pasar justo en medio para evitar posibles sustos. Al otro lado del puente la superficie del agua está llena de remolinos que intimidan. ¡Mejor no caerse al agua!

  

Se aprecia como el agua se "hunde" literalmente unos 30 centímetros debido a la depresión formada por la columna del puente de Aquitania. Debemos pasar sin miramientos y justo por el centro para evitar meterse en un "follón" innecesario.

 

Antes de llegar a Bordeaux, hay que estar un poco atentos pues el estuario se divide en dos y hay que evitar subir por el río Dorgoña que nos llevaría a la región de Bergerac de donde era el famoso Cirano. Te puedes equivocar con facilidad ya que el Dordogne es navegable 117 kilómetros. Nosotros nos equivocamos pero nos dimos cuenta a los pocos kilómetros de modo que dimos media vuelta para regresar al Garona que conduce hasta Burdeos.

La capital del vino Francés es una ciudad portuaria llena de historia y gran belleza. Es también la capital de la región de Aquitania y tiene una población de 230.600 habitantes. Fue saqueada por los árabes en 732 y desde los siglos XII al XV fue feudo inglés. El primer nombre de Burdeos, fue Burdigala en latín, durante la época romana. que se traduce por «fundición». Burdeos fue fundada en el siglo III a. C. por una tribu gala de la región de Bourges. La región de Burdeos es hogar de los más prestigiosos productores de vino del mundo. Existen alrededor de 14.000 productores de vino y un volumen de negocio de 14,500 millones de euros.

 

50 kilómetros de éxtasis

En esta primera jornada queremos llegar aguas arriba de la primera exclusa, para evitar quedar a merced de la marea, que aunque débil en Castets, aún se deja notar. El calor aprieta y que mejor que regalarse una ligera brisa en la cara.  Además no tenemos muy claro el recorrido y es mejor adelantar ruta.

El Garona ofrece unos sitios espectaculares como este situado unos 15 kilómetros antes de llegar a Castets.

¡Dar un poco de gas mientras pilotas el barco entre los suaves meandros del río es puro placer!

 

 

De repente reparas en que navegas en aguas claras de color verde fresco. El tono chocolate con leche ha desaparecido totalmente. En esta zona el Garona es ancho y seguro, sinuoso y divertido. El barco nos pide más velocidad y comenzamos a planear suavemente por aguas tranquilas y rebosantes de frescor. Los meandros se suceden uno tras otro quedando atrás a toda velocidad. De vez en cuando nos paramos para saborear el paisaje y sacar algunas fotos. A lo largo del recorrido encontramos algunas parejas de cisnes y numerosas familias de patitos. En las orillas existen muchas cabañas de pescadores todas ellas construidas de la misma forma. Y en cada una de ellas se encuentra  una red de pesca colgada de una larga percha.

A la salida de Burdeos se encuentran numerosas cabañas de pescadores que nos traen a la memoria bellas narrativas  como las del escritor Francés Henri Bosco en libros como por ejemplo  "L'enfant et la rivière".

 

Un poco antes de llegar a Castets-en-Dorthe el río se encajona en un paso que obliga a reducir la velocidad ya que en la orilla existen muchas rocas y el fondo es algo somero. Sin incidentes seguimos trepando ría arriba.

 

Nuestra primera esclusa

Tras pasar el pueblo de Castets ves en la orilla derecha del ancho Garona una especie de construcción de piedra oscura alta y delgada. ¡Es la esclusa! Carai….. ¿Por ahí tenemos que meternos? Nos abarloamos a un pequeño muelle de madera esperando con otro barco a que las puertas se abran. ¡Luz verde y para adentro!

Nuestra primera esclusa

   
   
   
   

Es fundamentar llevar un par de largos cabos de unos 15 metros cada uno para poder sujetar en barco en las esclusas. Mientras el agua sube o baja hay que ir cobrando o largando cabo para mantener el barco equilibrado mientras esta se llena o vacía de agua.

Cuando todavía no has hecho ninguna esclusa te asaltan muchas dudas pero en pocos minutos todas quedan resueltas. La verdad es que la cosa es bastante sencilla y solo requiere seguir una serie de protocolos y reglas que luego veremos (ver artículo "Pasar las esclusas").

 

La “vignete”

El despliegue necesario para que funcione toda la red de esclusas es impresionante y hay gente de la organización VNF (Voies Navigables de France) que se encargan del buen funcionamiento de la red de canales, distribuidos en muchos puntos del recorrido. Sorprendente lo poco que cuesta el “forfait” que autoriza a navegar por toda la red de canales.

Al subir la primera esclusa en Castets, un amable encargado te entrega un papel a rellenar y en el que escribir el nombre del barco y demás datos típicos. Dependiendo del tiempo previsto de estancia en los canales y de la eslora del barco, pagas una cantidad que te da derecho a transitar libremente por cualquier parte de los canales Franceses. Es la famosa “Vignete” que en nuestro caso y para 15 días costó sólo 35 €. Hay que pegarla en lugar visible del barco, preferiblemente en la parte de estribor del barco.

 

El ritmo de las esclusas

Cruzar los más de 500 kilómetros de canales desde el Atlántico al Mediterráneo requiere al menos una docena de días. Pensábamos que se trataba de una exageración y que nosotros podríamos hacerlo en bastante menos tiempo…. ¡Craso error!

El paseo es muy sombrío y agradable. Plataneros centenarios bordean ambas orillas.  

Aunque se pudiera correr más por los canales, lo cual está prohibido pues la velocidad límite es de 8 kilómetros por hora (unos 5 nudos) el ritmo de viaje viene impuesto por el paso de las numerosas esclusas. Los tramos típicos son de cinco a diez kilómetros. Otros son sólo de uno o dos kilómetros, aunque eso sí a veces los encontramos de 20 o más kilómetros. En cualquier caso el paso de una esclusa necesita de 10 a 20 minutos dependiendo de si está lista para entrar o tiene que vaciarse antes de abrir las puertas.  

Las esclusas funcionan desde las 9 de la mañana a las 7 de la tarde y si son manuales debe tener presente que desde las 12:30 a las 13:30 el profesional que la controla estará de almuerzo. Lo normal es lograr hacer una decena de exclusas al día, lo que da unas dos semanas para todo el recorrido sin entretenerse excesivamente en cada localidad.

Las tres luces del semáforo: La naranja ya está apagada pues la verde y roja están encendidas al mismo tiempo  indicando que estemos preparados para pasar en cuando solo quede la verde encendida.

Las hay automáticas o controladas por señor “esclusero” que se encarga de vigilar la maniobra. Estos no le ayudarán a sostener amarras y eso dependerá exclusivamente de usted. Por esta razón como mínimo son necesarias dos personas a bordo. Al llegar a una exclusa te acercas a la orilla y desembarcas a tu ayudante que sube por las escaleras a la parte alta de la esclusa. Luego te metes en ella y una vez centrado en barco en mitad de la "piscina", le pasas las amarras para que te las devuelva a vuelta de bolardo.

En algunas esclusas la atracción de los viandantes es ver como haces la maniobras.  

Cuando las puertas se han cerrado y empieza a entrar el agua a borbotones el barco se menea, a veces con fuerza. Cuanto más atrás de la esclusa te coloques, mejor, ya que notaremos menos los remolinos del agua que entra. Las esclusas tienen unos 30 metros de largo por 5 ó 6 de ancho y la altura dependerá mucho ya que las hay que sólo salvan uno o dos metros de desnivel, y otras como la del centro de Toulouse que sube unos 7 metros de altura!  Cuando las compuertas inyectan el agua el caudal es de unos 1.000 a 2.000 litros por segundo y por tanto el llenado se hace bastante rápido.

 

Camping Náutico: Los viejos Hippies

La travesía de los canales es un modo de vida en sí mismo. Hay muchos aficionados a este tipo de navegación y de turismo fluvial. Hay barcos específicamente diseñados para los canales. Las largas y estrechas peniches son fruto de la evolución de las viejas barcazas de transporte fluvial. Están perfectamente adaptadas a la vida en los canales de las que nunca saldrán a riesgo de pasarlo muy mal en mar abierto. Hay muchas personas que viven así todo el año y que deambulan de un lado a otro a lo largo de la extensa red de canales que se extiende por toda Europa. El interior de estas atractivas embarcaciones de acero está más próximo al de una cómoda autocaravana que al un barco. En las cubiertas descubrimos en ocasiones auténticos jardines, una de ellas con una colección de bonsais perfectamente cuidados. 

  

¿Un barco con petunias? ¿Otro con bonsais? Así de tranquila es la navegación.

Pero lo mejor lo descubrimos en Serignac-sur-Garonne, en mitad de la Aquitania. Tras abarloarnos a un pequeño pantalán de madera para pasar la noche conocimos a un grupo de amigos bien entrados en años que vivían en sus rusticas barcazas equipadas como completos hogares, radiantes y con escasos recursos, pero muy felices.

Esta curiosa “peniche” está construida con un contenedor de escombros al cual han soldado una cubierta. La propulsión está encomendada a un fueraborda de 30cv.

 

Nuestros amigos los viejos Hippies estaban sencillamente “flipados” con la potencia del YAMAHA F350. Sólo tenían ojos para el fueraborda...   ¡Amigo el motor!  Se inflaron a sacarle fotos mientras nos preguntaban las sensaciones al navegar con él.

 

Un típico barco de los canales. Observen la caña de timón tan curvada y "artística".

A lo largo de todo el recorrido se encuentran con frecuencia sitios en los que poder efectuar paradas para reposar, dormir o pasar el día. En las “haltes nautiques” el canal se ha ensanchado y ofrece cómodos pantalanes con todos los servicios: Agua, Luz... y hasta un perfecto bar al borde de la orilla para degustar una fresca cerveza. En estos puntos la velocidad de navegación está limitada a solo 2 nudos para no hacer nada de olas y no molestar a los demás barcos. En otros puntos del recorrido existe algún que otro restaurante justo sobre la orilla del canal con amarres para detenerse cómodamente a comer. Todos los servicios en torno a los canales están muy bien organizados y a precios asequibles. Por ejemplo pasar la noche en un pantalán en la parada náutica de Meihan con luz y agua potable… ¡4 Euros!

En la misma orilla del río cerca de Meihard se encuentra este restaurante.

En vez de parking hay embarcadero

Pero si usted poco gregario, basta con acercarse lentamente a la orilla y saltar piqueta en mano para montar un amarre suficiente para pasar la noche. Lo importante es no amarrarse a los árboles porque están al otro lado del camino que bordea el canal y por el que circulan a veces ciclistas por la noche! Además está prohibido para evitar dañar la corteza de los centenarios plataneros que podrían caer enfermos de un hongo mortal que ya ha acabado con cientos de ellos.

Pasar una semana completa en el cómodo náutico de “Saint Sauveur” en el centro de Toulouse con todos los servicios cuesta la módica cantidad de 37 Euros.

 

Agen: Patrimonio de la humanidad

La entrada a Agen: Simplemente bellísimo. 

 

 

En Agen descubrimos uno de los paisajes más inverosímiles en los que uno pueda navegar… Cruzamos el anchísimo río Garona a decenas de metros de altura sobre un canal-acueducto de varios cientos de metros de longitud. El paisajes es tan bello como espectacular. Tras una curva a izquierdas llegas a la esclusa que, cual ascensor, mete tu barco directamente en el puente de agua que “vuela” sobre el Garona a la entrada de Agen.

Agen está habitada desde el siglo IV antes de Cristo cuando era capital de un arcaico pueblo celtíbero; Los Nitióbrigos. Durante el periodo galorromano era conocida como Aginnum siendo parada importante entre Burdeos y Toulouse. Después de pasar al reino de Tolosa en el siglo VII, fue devastada por los árabes. Menos mal que Carlomagno los expulsó a todos tras la batalla de Poitiers. Luego fueron los bárbaros normandos que remontaban el Garona a remo dando lugar a las viejas fortificaciones en los islotes y al castillo de Montrevel o al Castrum Sancti en torno a la catedral de San Esteban. En la edad media pasó a manos del ducado de Gascuña e incluso perteneció a Inglaterra cambiando de manos con los Franceses hasta en once ocasiones. De Agen son personajes tan famosos como el escritor Montesquieu o el compositor Francis Cabrel.

 

El románico se llama Moissac

La entrada a Moissac se efectúa por un largo canal empedrado que atraviesa la ciudad y desemboca en un ancho puerto fluvial en mitad de la villa. Antes del puerto tenemos que detener nuestro avance pues un puente muy bajo nos corta el paso. Damos un bocinazo y al instante sale una chica que nos saluda y pone en marcha un puente giratorio que interrumpe el trafico rodado entre las dos orillas del pueblo. El puerto es amplio y cómodo. Se respira paz y tranquilidad.

El puerto fluvial de Moisac es tan tranquilo como el resto del recorrido.

La villa milenaria ofrece muchos sitios en los que cenar y descansar.

 

 

A Moissac llega el afluente Tarn que desemboca en el Garona y forma en su confluencia una gran zona navegable que aprovechan numerosos veleros y pequeñas embarcaciones. Pero todo ello ocurre a una buena decena de metros más abajo de donde nos encontramos en el canal. Para poder acceder a esta zona podemos desviarnos del recorrido bajando por dos esclusas que conectan el Tarn con los canales del Garona.

  

El pueblo tiene mucho encanto y es un sitio perfecto para pernoctar. Buenos amarres, buenos restaurantes, y callejuelas con encanto que transpiran siglos de historia. En Moissac se encuentra la vieja abadía de San Pedro cuyas primeras piedras datan del año 630, una de las obras maestras de la arquitectura Románica con extraordinarias esculturas.

Moissac es lugar de peregrinaje desde tierras galas para los que hacen el camino de Santiago.

La abadía de Saint Pierre en el mismo centro de Moissac.

 

Una leyenda atribuye la fundación de la abadía de Moissac al Rey Clodoveo I (481-511), cuya conversión garantizó el catolicismo en la Galia cuando tuvo una visión milagrosa que le inspiró a crear, en la confluencia del río Tarn con el Garona, un gran monasterio para mil monjes.

La falta de documentos hace que la historia de la abadía se confunda con la de Aquitania, que sufre las incursiones de sarracenos, normandos y húngaros. Se conoce que a comienzos de del Siglo IX , Luis el Piadoso, visita el monasterio y le concede su protección, continuando así la protección real.

 


 
Navegar por los canales

Lo mejor son los paisajes variados por los que transitas. A lo largo de muchísimos kilómetros las orillas están plantadas con altos plataneros centenarios que ofrecen sombra y un agradable verdor. Te encuentras navegando por un canal sobre el que progresas con despreocupada lentitud y de buenas a primeras, de repente, llegas a una “puerta” metálica que te impide continuar. Has llegado a una nueva esclusa...

Al subir de nivel y salir de nuevo por otro tramo del canal es como si cambiaras de paisaje, como si concluyeras una etapa que te abre “literalmente” las puertas a un nuevo espacio. Es divertido.

Al navegar por los canales estás tentado de meter motor y salir planeado a buena velocidad. Pero las orillas están muy próximas y la ola que levantarías desbordaría el canal estropeando sus plantas, además de fastidiar a los numerosos pescadores y ciclistas que viajan por ella. Hay que resignarse y armarse de paciencia. Al fin y al cabo se trata de un largo y tranquilo recorrido a través de la campiña Francesa.

Navegar por los canales es una actividad sencilla y anti-stress. Te puedes distraer y estar de charla tomando aperitivos con un vinito en la mano o una fresca cervecita, pero siempre al volante o a la caña pues los canales son estrechos y sin lugar a dudas te vas a la orilla si te despistas más de la cuenta.

Al atravesar muchos de sus numerosos puentes se practica un ejercicio de puntería. El canal se estrecha en ellos hasta llegar a pasar bastantes justos. La mayoría son de piedra o de ladrillos y datan de hace ya muchos años cuando las obras civiles además de cumplir su cometido tenían un “punto” artístico y arquitectónico.

 

Toulouse: La capital del Sur de Francia

El puerto de "L'embouchure" es un gran estanque sin ningún tipo de servicios.

El barco hay que dejarlo en el puerto de "Saint Sauveur"

 

 

Tras una semana de navegación llegamos a Toulouse, en mitad de Francia y a más de 200 kilómetros de cualquier mar. La entrada a la capital del sur de Francia es espectacular y se efectúa desde occidente por el puerto del “embudo”. El canal llega a una especie de estanque del que parten otros dos canales que atraviesan la ciudad.

 

Navegando en mitad de Toulouse. ¡Que sensación más extraña!

 

 

El que debemos coger es el de la izquierda que conduce tras pasar un par de esclusas en mitad de Toulouse a la gran esclusa de la estación central. El desnivel que salva es de unos 7 metros de modo que hay que esforzarse mucho al tirar las amarras hacia arriba en vertical, al más puro estilo cowboy! Al tercer intento lo conseguimos...

Inexperiencia como siempre, pues lo suyo es que se lleve toda la amarra la persona que desembarca para que te la tire desde arriba o utilizar los tubos cilíndricos que tiene la esclusa para hacer una gaza que irá subiendo a medida que suba el nivel del agua.

 

 

La esclusa en la estación de trenes de Toulouse salva una desnivel que llega a dar un poco de vértigo.

 

 

Una vez pasada esta exclusa seguimos navegando por el canal que atraviesa la ciudad hasta el puerto de San Salvador, lugar perfecto para pasar la noche o varios días. Toulouse tiene muchos sitios que bien merecen una parada larga. El puerto está en mitad de la ciudad y ofrece todos los servicios. Por una semana de amarre sólo nos piden 37 euros de modo que decidimos parar unos días antes de adentrarnos en los Canales del Midi que nos llevarán hasta el Mediterráneo a solo 50 millas de la frontera Española.

 

 

Mar y Aventura.com  ... en los canales

 

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Mar y aventura

Telf: 625 18 33 75

informa@maryaventura.com

 

 

 

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