Muchos de ellos son huidizos y solo atacarán si
son molestados o los excitamos con carnaza. Aún con todo, son
animales primitivos que debemos respetar y tratar con respeto… en
todos los sentidos. Para aquellos que buceamos, nadar con tiburones
es una experiencia de enorme belleza y espectacularidad.
La gran verdad
es que los malos de la película somos nosotros, el ser humano y no
los tiburones. Por cada ser humano que es atacado o muerto por un
tiburón, el ser humano mata a más de un millón
de tiburones. Muchos de ellos para nada, simplemente
atrapados en las prohibidas redes de deriva, y muchos de ellos son
matados para cortarles solo un par de aletas y devueltos al
mar, heridos de muerte, con el único e injustificable propósito de
hacer sopa de aleta de tiburón, o dedicarlas a fármacos de milagrería que no
valen para nada.
No
más de 10 personas mueren al año en todo el mundo debido al ataque
de tiburones, y a este ritmo no morirá ninguna, pues estamos acabando
con ellos a velocidades descontroladas.
En Florida al haber muchos más bañistas que en ninguna otra parte
del mundo es donde se reportan más ataques de escualos. En el
Mediterráneo, de media solo se produce un ataque mortal cada 10 años
especialmente en el Adriático y en Grecia. En caso de encuentro con
alguno peligroso (o con cualquiera si no sabe de que especie son) lo
mejor es no hacer movimientos bruscos ni salpicar el agua en la
superficie.
Antes de decidirse a morder, el tiburón golpea para conocer de que
se trata y comienza a nadar en aproximaciones sucesivas sobre la
presa. Si puede, será conveniente darles un puñetazo en el hocico
sin dejarse meter la mano en la boca cuyos dientes son verdaderos
estiletes.
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