En un árbol es sencillo una vez talado, ya que basta para ello
contar el número de anillos concéntricos desde su núcleo. Con los
peces pasa algo parecido, pues para conocer su edad, podemos
recurrir a observar cuidadosamente una de sus escamas. Debemos
contar los anillos de crecimiento que quedan reflejados en ellas.
Los peces crecen especialmente en primavera y verano dejando un
rastro en las escamas en forma de una banda clara. Para observar
estas bandas debemos utilizar en muchos casos una lupa de gran
aumento ya que no suelen ser visibles a simple vista.
Con ello podremos observar como la vida de un pez va desde menos de
un año hasta el medio siglo para los esturiones y meros e incluso a
más de 100 años para los emperadores que viven a grandes
profundidades. La gran mayoría de las especies vive unos 20 años,
aunque cada vez es más difícil localizar grandes ejemplares debido a
la presión pesquera.
Los pesqueros tiran al mar muchas de sus capturas que aunque son
buscadas por otros pescadores, no es lo que perseguían estos
primeros. De esta manera una tercera parte de las capturas mundiales
son sencillamente arrojadas al mar muertas o moribundas sin
aprovechamiento de ningún tipo, simplemente ¡porque no eran del tipo
de pez que esperaban encontrar en sus redes! La gran mayoría de
caladeros están esquilmados y cuando hace apenas un par de decenios
era muy normal la captura de grandes ejemplares, estos se han hecho
sumamente escasos o simplemente han desaparecido. En cualquier caso,
cuanto mayor y de más edad sea el pez mucho más peligroso será para
el consumo humano. En efecto, los peces con la edad van acumulando
metales pesados que están disueltos y contaminan sin remedio
nuestros mares. ¡Es un hecho demostrado!
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