Nubes de luciérnagas salieron al mar revoloteando
sobre las olas, y en ese preciso instante aparecieron los delfines
nadando en fila india por la bahía, cimbreándose rítmicamente, con
los lomos como pintados de fósforo.
Aquella noche la fosforescencia era especialmente
intensa. Bastaba con pasear la mano por el agua para producir una
ancha cinta verdidorada a lo largo del mar, y al zambullirse la
sensación era la de arrojarse en un helado horno de luz. Cuando
salimos, el agua que nos chorreaba emitía un resplandor de fuego.
Nos tumbamos a comer en la playa. Al descorchar el vino al final de
la cena y como una señal convenida, unas cuantas luciérnagas
aparecieron sobre los olivos a nuestra espalda, especie de obertura
del espectáculo.
Primero no fueron más que dos o tres puntitos verdes
que flotaban blandamente entre los árboles, encendiéndose y
apagándose con regularidad. Pero pronto surgieron más y más, hasta
iluminar algunas partes del olivar con un extraño resplandor
verdoso. Jamás habíamos visto tal cantidad de luciérnagas: enjambres
enteros volaban entre los árboles, trepaban por la hierba, los
matorrales y los troncos de olivo, pasaban sobre nuestras cabezas y
se posaban en las toallas como ascuas verdes.
Nubes de luciérnagas salieron al mar revoloteando
sobre las olas, y en ese preciso instante aparecieron los delfines
nadando en fila india por la bahía, cimbreándose rítmicamente, con
los lomos como pintados de fósforo. En el centro de la cala se
detuvieron a nadar en círculo, girando y sumergiéndose, saltando a
veces en el aire para caer en medio de un estallido de luz. El
cuadro de conjunto, con los insectos arriba y los delfines
iluminados abajo, era extraordinario.
Bajo la superficie se distinguía incluso, el sendero
de luz que dejaban los delfines al bucear zigzagueando por el fondo
arenoso, y cuando saltaban en el aire despidiendo gotas de agua
esmeralda, no sabíamos ya si lo que veíamos eran luciérnagas o gotas
de fosforescencia.
Una hora duró este festival, pasada la cual las
luciérnagas volvieron a tierra y se alejaron bordeando la costa.
Entonces los delfines se alinearon y pusieron rumbo al mar abierto,
dejando tras de sí un sendero llameante que luego de arder un
momento se fue apagando lentamente, como una rama incandescente que
atravesara la bahía.
Y
también en la playa
Los días en los que la
concentración de fitoplancton fosforescente es muy alta, y
durante la marea baja, la arena actúa como filtro quedando
esta cubierta por las microscópicas algas fosforescentes. Lo
pudimos comprobar con sorpresa al desembarcar en una
abandonada playa en un atolón de las Islas Maldivas. A medida
que andábamos sobre la arena mojada de la bajamar dejábamos
con sorpresa marcas luminosas de nuestras pisadas. ¡Menudo
alucine!
Al recoger con la punta de los
dedos una pizca de la arena luminosa se apreciaba el puntito
brillante como la cabeza de un alfiler que a los pocos
segundos se desvanecía en la oscuridad. Al restregar con un
dedo esta pequeña muestra de arena sobre la palma de la mano
esta se volvía a iluminar dejando un trazo verde de intensa
luminiscencia sobre el fondo de la mano
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