Que las olas son creadas por el viento, es algo conocido por todos,
y para demostrarlo no hay más que soplar en la bañera. Si tiramos
una piedra en el estanque esta aplasta el agua y produce un
hundimiento en la superficie, que al poco tiempo por el empuje
hidrostático del resto del agua circundante, es empujado hacia
arriba para buscar el estado de equilibrio, sobrepasando la altura
original debido a la inercia de la masa de agua que sube.
Al volver a bajar
debido a la gravedad, sobrepasa el nivel de la superficie para
repetir el ciclo que se atenúa lentamente en el tiempo debido a las
fuerzas de rozamiento (viscosidad). Cuando sopla sobre la superficie
lisa del agua la capa de aire en contacto con la superficie se frena
y produce pequeños torbellinos de presión que hacen las veces de la
piedra del párrafo anterior.
Cuando las
olas son muy pequeñas del tamaño de 1 ó 2 centímetros, existe una
fuerza llamada ‘tensión superficial’ que tiende a eliminarlas.
Dentro del agua todas sus moléculas se atraen entre sí,
pero las que están justo en la superficie no tienen a ninguna por
encima suyo que las atraigan de modo que sólo son atraídas por las
que están debajo. Esto tiende a hacer que el agua minimice su
superficie, al quedar todas ellas lo más cerca posible unas de
otras.
En definitiva
la superficie del agua es una "capa" más dura que el interior del
agua. Por esta misma razón una gota de agua cayendo tiende a tomar
la forma de una esfera ya que esta ofrece la menor superficie para
un volumen cualquiera. Existen muchos otros efectos como
consecuencia de la tensión superficial como es la capilaridad. La
tensión superficial permite a las hélices de superficie obtener
rendimientos más altos al "morder" la hélice una capa de agua más
dura que el resto de la masa de agua bajo la superficie.
Una vez
formadas olas pequeñas, el viento que sigue soplando produce
torbellinos tras cada cresta que al provocar pequeñas sobrepresiones,
aumentan el tamaño de ésta, ganando en altura. El efecto crece sin
cesar hasta que las olas son tan grandes que se rompen cuando su
ángulo de cresta alcanza los 120º. Esta rotura viene a producirse
cuando la altura alcanza 1/7 de su longitud de onda. Al romper
empujada por el viento se producen los famosos ‘borregos’.
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