La
barbarie sísmica afecta a las costas africanas
En los
próximos meses del año 2.020 la empresa Rosgueo tiene previsto
cartografiar por un presupuesto de 400 millones de dólares, 4.000
kilómetros cuadrados a base de explosiones, para registrar los
datos sísmicos del fondo marino en Mozambique y la costa Este de
África. Pero nadie habla de lo que esto va a suponer para el medio
marino. Solo interesan los hidrocarburos y el posible beneficio
económico derivado de su explotación. Y no hablamos en estas líneas
de las consecuencias de seguir incrementando a nivel global de CO2
por el consumo de más hidrocarburos...
Existe
un manifiesto firmado por las empresas petroleras según el cual, se
obligan a si mismas a proteger el entorno natural en beneficio de
las generaciones futuras y para asegurar la sostenibilidad y la
ecología en el desarrollo de la explotación de los recursos
petroleros. Este acta Act28-2002 “Mineral and Petroleum Resources
Development” es sencillamente papel mojado. Un repertorio de buenos
propósitos que en teoría deberían hacer cumplir todos los gobiernos de
todos los estados del mundo.
La
petrolera PetroSA reconoce incluso en su página web el potencial
peligro del impacto que acompaña a estos informes sísmicos y de la
necesidad de realizar consultoría medioambiental. De nuevo un lavado
de cara que apunta a la necesidad de crear zonas de protección
medioambiental, dando a entender que el resto es masacrable y
explotable. También es necesario que a bordo del barco que lleva a
cabo los estudios sísmicos se encuentre un observador (Trained
Marine Mammal Observer) y que el área sea observada al menos 30
minutos antes de las explosiones para determinar si hay cetáceos en
la zona y poder posponer el trabajo. Además se indica en la norma,
la obligatoriedad de comenzar con explosiones menores para dar
tiempo a los animales para que huyan…
El
dilema es mayúsculo pero está decidido de antemano por los políticos, pues
el valor del petróleo que puede esconder las costas de Sudáfrica es
de 177.000 millones de dólares y generar decenas de miles de puestos
de trabajo. Sin embargo hay denuncias locales que alertan sobre los
efectos adversos a estas decisiones.
• La
actividad sísmica impacta la vulnerabilidad de las especies marinas
incluyendo a los mamíferos marinos, en un área mucho mayor a la
incluida en la concesión de actividad extractora de recursos
petrolíferos.
• Los
stocks de pesca y los trabajos de pesca artesanal serán casi
destruidos o se verán muy afectados.
• Los
puestos de trabajo prometidos irán directamente a empresas
petroleras y no producirá empleos locales. Los beneficios no
generarán inversiones locales en las costas afectadas.
• Las
consecuencias de este proyecto afectarán mucho más allá de las
fronteras de la concesión y alcanzará el parque marino de Bazaruto
National Park.
Por su
parte, la empresa SASOL quiere llevar a cabo un estudio sísmico en
las provincias de Sofala y Inhambane con el objetivo de encontrar
posibles bolsas de gas natural en las hasta ahora prístinas costas
de Mozambique.
Detener los estudio sísmicos
Recientemente, el National Resource Defense Council, la organización
Oceana, EarthJustice, el Organism Center for Biological Diversity,
Defenders of Wildlife, y toda otra serie de grupos locales, lograron
en el estado de Carolina del Sur en EEUU, la aprobación de una ley
que prohíbe los bombazos de aire comprimido en el océano Atlántico.
Sin
embargo, y gracias los cambios en la administración Trump, 5 empresas petroleras tienen luz verde para seguir con las
explosiones sísmicas y buscar yacimientos de gas y de petróleo desde
las costas de New Jersey hasta las aguas de Florida.
Y así
sigue la guerra entre las asociaciones de protección del mar y los
senadores que por intereses económicos se empeñan en destruir el
medio ambiente y el mar. En una reciente revisión de la "National Oceanic Atmospheric Administration",
o sea la famosa NOAA, se ha "concluido"
y rectificado de forma sorprendente, empujada por intereses y
presiones, publicando que las explosiones puede ser efectuadas sin
significativos daños a la vida marina y sin poner en peligro a
especies protegidas o en vías desaparición.
Y para justificarse de
alguna manera, la NOAA ha sentenciado que tales explosiones quedan
prohibidas durante los meses de Noviembre a Abril, en algunas
regiones del Atlántico rutas de migración de las escasas 450
ballenas que cruzan sus aguas. También será necesario que en los
barcos de análisis sísmicos, viaje un observador validado por la NOAA
para comprobar lo que ocurra. Es decir, acabemos con la vida en los
océanos, pero eso si... documentándolo.
Y lo
que ocurre es evidente. No importa lo que pase, estamos acabando con
la vida en el mar a una velocidad hasta ahora desconocida. Los
biólogos de la NOAA indican que no serán posible las explosiones si
se detecta una ballena de especie protegida en 56 millas a la
redondo, mientras que Diane Hoskins desde Oceana asegura que tal
distancia es del todo insuficiente.
Las explosiones son de tal potencia que se pueden llegar a registrar
a 2.000 millas náuticas del punto de la explosión.
Y todo ello es sólo
el aperitivo de este pastel envenenado, pues la cartografía del
lecho marino abre las puertas a la
explotación, perforación y extracción petrolífera, con los grandes
peligros medioambientales que todo ello conlleva.
Mientras tanto, el estado de Florida, que ya ha tenido que lidiar con
derrames desastrosos en el golfo de México, ha prohibido las
perforaciones offshore.
Vivir
para ver… De algo podemos estar seguros. Los mares mueren. La
duda está en saber la fecha de defunción.
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