Siempre es
agradable ‘lucir’ un bello color moreno, pero debemos tener cuidado
con los ultravioletas que nos broncean y que a la larga nos harán
mucho daño en nuestra piel, como nos avisan continuamente los
dermatólogos.
La luz que
recibimos del sol está formada por la luz visible y por ondas
llamadas infrarrojas que calientan así como ondas ultravioletas que
son las que nos broncean al tener mucha más energía que las demás.
Los ultravioletas son fácilmente absorbidos por la materia como por
ejemplo el cristal, por lo que nunca podremos ponernos morenos
detrás de un cristal.
La atmósfera y
concretamente el ozono que hay en ella absorbe una gran parte de la
radiación ultravioleta. Por ello la falta de esta molécula de ozono
es tan peligroso. El oxígeno se encuentra en la naturaleza
combinado en grupos de 2 átomos juntos. El ozono es simplemente la
combinación de 3 átomos de oxigeno formando una agrupación molecular
'especial' a la que llamamos Ozono..
El peligro
debido a la falta de ozono destruido por los gases contaminantes que
emite la industria es muy peligroso. De hecho el tristemente famoso
agujero en la capa de ozono hace que los animales de la antártica
tengan graves enfermedades de ceguera y que en lugares de latitud
muy Sur como Usuaya, sea muy peligroso salir al sol sin protección, bajo peligro de quemarse y tener a corto plazo problemas muy serios
en la piel, hasta el temible cáncer.
La radiación
ultravioleta es tan potente y peligrosa, que por ejemplo se utiliza
para esterilizar material quirúrgico en hospitales. En dosis débiles
destruyen las células superficiales de la piel y producen una
inflamación que conocemos como 'quemadura’ tomando el sol. Para
protegerse, las células más profundas de la piel segregan un
pigmento llamado melanina que detiene los rayos ultravioletas.
Los rayos
ultravioletas pueden tener distinta energía y por tanto longitud de
onda que será más corta (mayor frecuencia) cuanto más energética sea
la radiación. Los más nocivos son los UV-C y son totalmente
absorbidos en las capas altas de la atmósfera, por el Ozono (cuando
no hay agujero!). Los siguientes son los UV-B, que son
menos peligrosos y también son absorbidos a más de 40 kilómetros de
altura en la atmósfera. Los más débiles son los UV-A de
frecuencia justo por encima del color violeta y nos broncean
suavemente.
Al caer la tarde,
el sol tiene que atravesar una capa de atmósfera más gruesa siendo
por ejemplo a 30 grados del horizonte el doble de espesa que a las
12 horas solares, y a 10 grados ya tiene 6 veces el espesor del
cenit. En estas condiciones la absorción de ultravioletas es casi
total ya que ésta aumenta de forma exponencial con el espesor del
aire.
Si por ejemplo en
un kilómetro de espesor se absorbe el 90% de los ultravioletas, en
el segundo kilómetro se vuelve a absorber el 90% del resto. De esta
manera en cuanto se han atravesado varios kilómetros de atmósfera,
la radiación restante es casi nula. Broncearse por la tarde es tarea
imposible y es muy seguro salir al aire libre incluso en bañador.
En nuestras
latitudes y en pleno invierno el sol sube no más de 25 o 30 grados,
(comparado con 70º en verano, o la vertical total en los trópicos)
lo cual también explica que sea labor imposible pretender ponerse
moreno, incluso a las 12 de la mañana en un estupendo día soleado de
Enero. Por encima de 30º, sea invierno o verano, debemos empezar a
protegernos con cremas solares.
Tenga en cuenta
que las nubes atenúan solo ligeramente la radiación ultravioleta, y
que el mar y la arena de playa reflejan cerca del 20% de la
radiación ultravioleta, por lo que podríamos quemarnos incluso a la
sombra.
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