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Expedición Papúa Nueva Guinea

 

 

Viajar por PNG llega a ser todo un desafío. No existe a pena infraestructura turística y la información sobre los distintos lugares es escasa, a excepción de algunos rincones concretos. Puertos y náuticos... ni lo sueñe.

En contrapartida, en PNG aún es posible encontrar costas en estado salvaje, paisajes y litorales exuberantes en donde tener encuentros con tribus que apenas han tenido contacto con la cultura de Occidente.

Y eso precisamente uno de los aspectos deseados para una expedición a los confines de la civilización. Para bien y para mal. Nada está asegurado, pero todo rezuma auténtico sabor a aventura.

 

Descubrimos islas y lugares asombrosas, en donde es posible

entablar contacto con nativos al navegar por estas aguas que desvelan paisajes apenas explotados.

 

Lo cierto es que llevábamos tiempo deseando conocer esta región del planeta de la que habíamos oído hablar como uno de los mejores destinos de buceo y para navegar en un entorno único. Tras una minuciosa preparación en los meses anteriores, llegaba el momento de partir a conocer Papúa en directo.

 

Ya han pasado unos años y estamos a mitad de noviembre de 2014. El viaje en avión es pesado a rabiar; Madrid-Dubai, Dubai-Singapure, Singapure-Port-Moresby, Port-Moresby-Tufi. En total unas 30 horas seguidas de aviones y aeropuertos para llegar a nuestro primer destino en los impresionantes fiordos de Tufi. El visado te lo sacas al llegar al aeropuerto de Port-Moresby, la capital, y es gratuito de modo que solo hace falta que el pasaporte en vigor.

 

 

Danza tribal en las cercanías de Tufi. Aunque se trata de una representación "teatral", ver a los guerreros ataviados con su plumas, arcos y lanzas inspira un buen "respeto". Mejor no encontrárselos con hostilidad en mitad de la selva.. 

 

 

La isla de Nueva Guinea está dividida en los territorios del Este que pertenecen a la República de Papúa y los del Oeste o región de “Irian Jaya”, provincia perteneciente a Indonesia. Solo en Papúa habitan más de 600 etnias cada una con su propia lengua diferente. Sin embargo con algo de Inglés y buena voluntad no existen problemas de comunicación. 

 

Separada de Australia a lo ancho en solo unas pocas millas por el estrecho de Torres, el territorio es muy diferente al australiano. Nos encontramos en un país muy montañoso y húmedo, verde y rico. Papua se encuentra casi en el ecuador y por tanto los días duran lo mismo que las noches, durante todo el año, y el calor puede ser intenso y húmedo. Más de 700 islas e islotes por descubrir muchas de ellas deshabitadas.  

 

 

 

Navegar y descubrir Papúa

 

Canoa con vela navegando en los fiordos de Tufi. El "casco" de la embarcación esta fabricado "vaciando" un tronco de una sola pieza. La estabilidad la provee un patín a modo de catamarán.

 

 

Nuestra expedición conoció sólo unos cuantos lugares a lo largo de las semanas en las que navegamos y buceamos las aguas de la región de Tuffi situadas al este de la capital, para saltar y descubrir a continuación una región muy alejada hacia el norte, en un territorio conocido como “Nueva Bretaña” en el Mar de Bismarch y al oeste de las Islas Salomón. Representa sólo una pequeña porción dentro de la inmensidad de Papúa, pero suficiente para desvelar lo que atesora este inédito e intenso territorio.

 

Para aquellos interesados en la antropología y el descubrimientos de etnias, lenguajes y culturas perdidas, lo más interesante es adentrarse en las “High-Land” en el interior de la isla, para intentar convivir con las raras tribus milenarias en las que aún se conservan costumbres tan sorprendentes como el canibalismo. Pero desde nuestra experiencia, esto no implica ni mucho menos ninguna hostilidad hacia el extranjero occidental, siempre y cuando sepamos respetar su particular cultura y tradiciones.

 

 

Jefe tribal en un poblado de Tufi

 

 

En épocas recientes se han descubierto grandes riquezas mineras. Las minas de oro a cielo abierto más grandes del mundo se encuentran en sus montañas a más de 3.000 metros de altitud y otras a borde del mar. También comienza la explotación de los inmensos yacimientos de gas y petróleo que amenazarán sin remedio una naturaleza aún "casi" impoluta.

 

Y todo ello genera riqueza, pero mal distribuida, lo cual a su vez desencadena violencia e inseguridad en las grandes ciudades. Así las cosas, es cierto que “perderse” por la capital en Port-Moresby o en algunos de los grandes núcleos urbanos es sin lugar a dudas una temeridad que puede acabar mal. Y en menor medida también puede ser peligroso el contacto con tribus del interior, especialmente si no respetamos las más elementales reglas del sentido común ante pueblos que no tienen nada que ver con nuestra cultura, valores y modo de vida del mundo occidental. También es cierto que esto del canibalismo no va de broma, pues hace una decena de años y desconocemos en qué circunstancias, una tribu se "zampó" a un turista Francés. La realidad que pudimos comprobar va totalmente en sentido contrario.

 

Muy al contrario, las tribus y las gentes que pudimos encontrar en las costas son afables y respetuosas con los extranjeros, y esperan de nosotros el respeto de sus costumbres ancestrales. No es extraño que tengamos que pedir permiso al jefe de la tribu costera para que nos deje bucear y navegar en sus agua, lo cual se arregla por lo general con un pequeño pago en metálico y una sonrisa.

 

 

Amanecer en las costas de Tufi... Una experiencia inolvidable.

 

 

En el interior

 

Las infraestructuras son tan sumamente escasas, como sus carreteras. Por ejemplo, para ir desde la capital hasta nuestro primer destino al este, alejado sólo unos 250 kilómetros, existen dos posibilidades; el avión turbohélice que nos trasladará al lugar en unos escasos 40 minutos o ir por caminos sinuosos en un periplo que dura ¡6 días! Increíble pero cierto. Caminos casi imposibles, incluso para los todo-terrenos con los que se puede avanzar una media de 50 kilómetros al día.

 

Se entiende con facilidad que el país esté plagado de pequeños aeropuertos, la mayoría con pistas de tierra batida que conectan entre sí todas las provincias de Papúa Nueva Guinea.

 

 

La llegada a Tufi en turbohélice. Los niños se cruzan en la pista sin excesivas preocupaciones.

 

 

Pero es esta impenetrabilidad la que ha permitido mantener la biodiversidad de su fauna y flora a pesar del avance del monocultivo de palma africana que amenaza seriamente los terrenos cercanos a las costas. En el litoral y los mares cercanos aún se descubren nuevas especies de algas o peces. Es en la cota de los 1.500 metros de altitud en donde es posible conocer la mayor biodiversidad animal, con pájaros tan llamativas como el ave del paraíso que se esconden en mitad de una selva con árboles majestuosos que en ocasiones alcanzan los 40 o 50 metros de altura (tanto como un edificio de 15 plantas…).

 

 

Vista aérea de las plantaciones de los palmerales rotulados y explotados por los colonos.

Un verdadero desastre para la biodiversidad de la selva ecuatorial.

 

 

 

Los fiordos de Tufi

 

 

Este fue el primero de nuestros destinos, tras descansar un día entero en Port-Moresby, la capital, para recuperarnos de un agotador viaje desde España de casi dos días de aviones y aeropuertos. La imponente orografía de Tufi está formada por numerosos fiordos de unos 3 kilómetros de longitud que encierran aguas tranquilas y paisajes de gran belleza recluidos entre laderas de unos 60 metros de altura que caen al mar sin apenas ninguna playa de arena.

 

Varanda sobre los fiordos de Tufi.

 

Cada uno de ellos es un refugio perfecto para fondear en barco. Los fiordos que están situados más al norte de la zona, van cerrándose hasta acabar en la desembocadura de pequeños ríos que serpentean en medio de la selva. En los fondos de los fiordos encontramos un interesante buceo de tipo "muck-dive", con una fauna marina rica, diversa y extraña con especies tan llamativas como el pez fantasma, pez mandarín, medusa de fondo.…

 

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Pero donde disfrutamos a tope fue con algunos de los puntos de inmersión de la cordillera submarina que recorre todo el litoral de Tufi a unas 10 millas mar a dentro y que se eleva en el fondo desde los 500 metros de profundidad en numerosas plataformas a modo de islas submarinas hasta los 20 y 40 metros. Desde los barcos de buceo alquilados y con una autonomía restringida, sólo es posible bucear en algunos de ellos, dejando cientos de puntos de inmersión aún por descubrir y por ser catalogados. Prácticamente en todas las inmersiones pudimos bucear con tiburones punta blanca de pequeño tamaño y en algunos casos con bancos de baracudas, además de muchos otros tipos de peces y especies de arrecife.

 

 

Anémona verde "peinada" por las corrientes en los arrecifes de Papua.

 

 

 

 

En Noviembre y Diciembre la temperatura del agua en Tufi es de 29ºC por lo que basta llevar muy poco neopreno. No encontramos termoclinas y por ello te puedes pasar horas y horas debajo del agua sin ninguna sensación de destemplanza.

 

Pero si hay algo por lo que destaca Tufi como destino de buceo excepcional es por la sus corales duros que pudimos contemplar en muchas de sus inmersiones. Corales que forman inmensas extensiones submarinas en las que se combinan en enormes zonas de diferentes especies y todo a nuestro alrededor.

 

 

 

 

 

Corales y vida marina en Tufi. Fantásticas extensiones de corales dura como nunca visto!

 

 

Los barcos de buceo que pueden alquilarse desde “Tufi resort” son de unos 11 metros de eslora y aunque la navegación fuera de los fiordos puede ser a veces algo enérgica con marejada, los expertos skippers siempre nos acercaron con seguridad a los puntos de inmersión más significativos. En una semana de buceo se pueden visitar los mejores puntos de inmersión a un ritmo de unas 3 inmersiones diarias.

 

 

 

 

Aunque existe cierto riesgo de malaria en la zona, como en otros muchos rincones del mundo, nuestra única prevención es ser precavidos y llevar siempre ropa de manga larga y ligera, especialmente al atardecer, para evitar los mosquitos.

 

 

 

 

 

El mar de Birsmark; Nueva Bretaña y Nueva Irlanda

 

Tras 10 días en Tufi, decidimos regresar en avión a Port Moresby para enlazar con otro vuelo a una zona totalmente diferente y situada a unos 470 kilómetros justo al norte de Tufi. Nueva Bretaña es una isla estrecha y curvada de unos 500 kilómetros de largo por una anchura media de unos 70 kilómetros. Nueva Irlanda casi pegada hacia el NE es casi tan grande pero mucho más estrecha. Y entre ambas se encuentra el Mar de Bismarck.

 

Nuestro destino elegido se encuentra en el centro de la costa norte, en un lugar conocido como Walindi y en el que se ha construido probablemente el mejor resort de buceo de Papúa, en mitad de un gran palmeral costero rodeado de selva. El recorrido desde Kimbe, la capital de la provincia, hasta el resort dura algo más de una hora en coche, a través de la única carretera semi-asfaltada que fue construida por el gobierno francés hace algunos años.

 

 

La salida del aeropuerto de Kimbe.

 

 

La bahía de Kimbe nos ofrece durante dos semanas seguidas un mar como una balsa de aceite, a pesar de estar muy abierta con una anchura de unas 25 millas náuticas hacia el NE. El color de sus aguas no es tan espectacular como otros rincones de la cercana Micronesia, pero sin duda es de gran belleza.

 

Los puntos de inmersión más interesantes se encuentran a lo largo de la salida de esta bahía y por ello es necesario navegar en lancha rápida a unos 25 nudos de velocidad. Del orden de una hora de navegación para alcanzar las zonas de buceo más interesantes, aunque otras en mitad de la bahía son también muy recomendables.

 

 

Una de las cabañas del Walindi Resort.

 

 

Mientras navegamos en un mar rizado dejando una estela blanca a toda velocidad, nos cruzamos con un velero de recreo que navega con pabellón australiano, y en otra ocasión nos cruzamos con un catamarán de recreo y de gran eslora fondeado con bandera norteamericana.

 

Lo más significativo del buceo en estas aguas es la total ausencia de corrientes y una temperatura típica de 29º,  en algunos puntos de la superficie el agua está a 31º centígrados. La transparencia alcanza a veces los 30 metros. En definitiva un lugar ideal para practicar el buceo fácil y sin complicaciones. Sin embargo conviene resaltar que en algunas inmersiones y especialmente las más bellas comienzan con un descenso en mitad del mar hasta los 18/22 metros de profundidad en donde encontramos un plataforma rocosa virtualmente plagada de vida. Por tanto algunas inmersiones se practican en un buceo algo profundo sin arrecife en superficie y debemos estar atentos a la computadora para no meternos en deco.

 

 

La belleza del paisaje selvático. Los ríos se abren camino entre la selva ofreciendo espectaculares y juegos de luces.

 

 

 

La selva o la palma africana

 

Tala de árboles en favor de las plantaciones y palmerales. Un acuciante problema ecológico.

 

 

Walindi a pesar de su belleza natural, es una zona “pobre” en términos económicos. Una de las únicas fuentes de ingresos es la elaboración de aceite a partir de los dátiles de la palma africana que crece a gran velocidad en un entorno tan húmedo, soleado y privilegiado… pero a costa de la imparable deforestación de la selva primaria. 

 

Los palmerales, plantados en su mayoría por colonos australianos, son inmensos y para ello se ha talado y vendido los inmensos árboles centenarios para plantar a posteriori enormes extensiones de palma africana que ofrece un alto rendimiento de aceite de palma en sus dos cosechas de dátiles anuales.

 

 

Río de aguas calientes

 

Tras tantos días de navegaciones y buceo continuado, mis oídos están algo “tocados” y considero prudente descansar un par de días antes de retomar otra vez el ritmo de inmersiones. Aprovecho para contratar un guía local y salir de excursión al interior de la isla con el objetivo de conocer un río de aguas termales que desciende en mitad de la selva por la montaña volcánica.

 

Cuando llegas a Kimbe y comienzas a recorrer la carretera hacia Walindi, a través de kilómetros y kilómetros de palmerales, te quedas perplejo por la inmensidad de este tipo de monocultivo. En muchos casos entre las palmeras crece la hierba a modo de una inmensa dehesa extremeña en la que las encinas han sido sustituidas por las verdes palmeras y en la que pastan manadas de vacas. Si lo comparas con otros paisajes de nuestra seca geografía española es un entorno muy bonito, incluso para pensar en campos de golf o complejos de ocio.

 

 

La costa en la bahía de Kimbe. Pocas playas y mucho manglar. En Noviembre (2014) la temperatura en superficie llega a alcanzar 31º C aunque lo normal era medir temperaturas casi constantes de 29ºC incluso hasta los 25 metros de profundidad, sin apreciar apenas ninguna termoclína.

 

 

Pero la realidad se manifiesta como una bofetada implacable cuando conoces el interior de la jungla…. Hemos salido pronto por la mañana y tras recorrer durante dos horas las sendas cuadriculadas y rectilíneas que atraviesan los palmerales, alcanzamos una zona montañosa en la que la deforestación aún no ha causado estragos.

 

A pesar de la belleza del palmeral, de repente penetras en la selva a través de una ancha senda de tierra ocre que sin más te muestra repentinamente toda la riqueza del entorno primario. La comparación no puede ser más terrible pues el contraste es repentino. En solo unos segundos la “aridez” del monocultivo se transforma en inmensos árboles de numerosas especies, muchos de ellos tan colosales como un edificio de 15 plantas.

 

El cansino verde del palmeral se convierte en una sinfonía de vegetación diversa con tonos esmeraldas, pardos o verdes luminosos, con lianas de color oliva, matorrales de una inmensa gama cromática en la que destacan llamativas florestas, frutos coloridos, arbustos de todo tipo, loros multicolores y otros llamativos pájaros selváticos.

 

 

A la izquierda de la imagen, el palmeral que roba terreno a la selva. A la derecha y separado por un camino de explotación industrial rectilíneo, comienza la selva primaria virgen que aún no ha sido "devorada" por los colonos australianos madereros. Aunque el palmeral es bonito, la deslumbrante belleza de la selva pone de manifiesto la salvajada que se está llevando a cabo en estas tierras de Papua Nueva Guinea.

 

 

Sobrecogido ante tanta belleza e indignado ante la manifiesta barbaridad llevada a cabo por las talas y monocultivos de palmerales, el jeep sigue avanzado lentamente atravesando un entorno prístino y primigenio. Tras una pequeña subida y varias curvas cerradas dejamos al pista y nos adentramos en una senda en la que apenas cabe el todo terreno. Cuando la senda acaba, bajamos y andamos un centenar de metros que nos conducen a un arrollo que se abre paso entre una densa y variada vegetación. Ya estamos avisados de la temperatura del arrollo, pero la sorpresa es casi idéntica. El torrente desciende a 45ºC y en una poza situada a sólo una decena de metros, te sientes como en un “yacuzzi” gigante, bañándonos plácidamente en un agua bien calentita.

 

Tras media hora de diversión en tan peculiar baño, el guía nos conduce por diferentes sendas montañosas que cruzan diferentes claros y desfiladeros en las que vamos parando para apreciar los guacamayos, cacatúas, loros o enórmes murciélagos de casi dos metros de envergadura. El guía local sabe imitar con las manos apretadas contra la boca el sonido de estas aves. A cada reclamo gutural, salen volando de entre los árboles un docena de aves escandalizadas que revolotean a un centenar de metros nuestro, hasta posarse de nuevo en otro de los inmensos árboles milenarios.

 

 

El arroyo que baja "galopante" por las faltas de la montaña de esta región montañosa sorprende pues está a unos 40º C, temperatura más que calurosa para darse un baño en un "jacuzzi" natural de enormes proporciones.

 

 

La isla de Nueva Bretaña con 50.000 km2 es uno de los más importantes entornos biológicos del planeta y soporta 37 especies de pájaros endémicos además de otros cientos que comparten hábitat con otras zonas cercanas. Las especies están sufriendo el resultado de estos despropósitos medioambientales que ya ponen en jaque a algunas especies.

 

Utilizando fotos de satélite se estima que entre 1989 y el año 2.000, el 12% (unos 3.000 km2) han sido aniquilados para vender las troncos a las empresas madereras, a un ritmo de 1,1% anual. En su lugar son plantados enormes extensiones de palma africana que invaden especialmente todos los terrenos situados por debajo de los 100 metros de altitud.

 

Barbaridades en nombre del dinero que ni siquiera sirve para paliar las condiciones de pobreza que sufren las poblaciones locales. Para arrancar y aserrar la selva hacen falta máquinas vendidas por industrias occidentales que hacen su particular “agosto” en esta zona, ayudados por las millonarias ventas en maquinaria e infraestructura necesaria para la floreciente industria minera. El dinero de la madera alimenta los bolsillos de los capataces una única vez. Luego el bosque simplemente deja de existir.

 

 

Los locales que trabajan en los palmerales son tan pobres como felices. El dinero fruto de la explotación de estas tierras y de la devastación de la selva virgen, queda en manos de las empresas controladas por terratenientes y empresarios extranjeros, muchos de ellos colonos australianos, que venden el aceite de palma a las grandes multinacionales occidentales para la fabricación de productos de belleza, alimentación y otras aplicaciones industriales.

 

 

A continuación comienza el ciclo de plantaciones y producciones de aceite de palma que explota a pueblos enteros en un trabajo alienante y mal pagado. Es el precio de la civilización. Un precio muy caro alimentado por la demanda de aceite de palma que vemos en miles de productos del supermercado de conocidas marcas de Procter&Gamble, Unilever, Colgate, L’Oréal o Danone, entre otras.

 

Es muy necesario conseguir una producción sostenible de aceite de palma que no implique la deforestación de la selva primaria. No se trata de un ataque a la industria del aceite de palma o a las empresas consumidoras. Se trata de lograr una producción responsable que no arrase sistemáticamente la selva virgen. Es muy viable alternar grandes extensiones de selva entre otras de cultivos para preservar de forma razonable y alterna grandes extensiones de selva.

 

 

El autor del artículo rodeado de los hijos de una familia papuana, en el interior de la selva cercana a la bahía de Kimbe. La familia vive exclusivamente de su huerto, de unos pocos metros cuadrados, en el que plantan verduras y frutas y alimentan a sus gallinas y algún que otro cerdo. Sin luz eléctrica, sin agua corriente, y naturalmente sin ningún sistema de salud publica. Sin embargo la "vida" transcurre con una sonrisa eterna.

 

 

 

Joelle’s dive

 

El sitio se llama Joelle’s y probablemente sea uno de los mejores que hayamos podido bucear en Papúa. Hemos fondeado en una boya sujeta a un muerto y colocada a tal efecto en el fondo para evitar el fondeo del ancla diario y así no dañar tan fantástico ecosistema. Te tiras al agua y sientes un montón de burbujas que te cosquillean mientras esperas unos segundos a que se despeje la visión. Uauuuu….

 

 

Comienza el "Rock&Roll" en una inmersión alucinante, con aguas transparentes como el cristal. Cuesta esperar al compañero en superficie , de modo que decido bajar a "tirar" las primeras fotografías.

 

 

Desde el barco la transparencia permite ver los fondos e identificar incluso a las diferentes especies de peces.

 

 

La transparencia es fabulosa. Ya en superficie se veía el “plató” al fondo entre transparentes irisaciones de verdes y azules entre las cuales se podía ver con claridad hasta los peces. Mientras esperas a los demás buzos para iniciar el descenso, se dispara la impaciencia por tirar hacia abajo y estás a punto de no esperar a nadie al ver algunos punta blanca nadando a una docena de metros de profundidad.

 

Sin más soltamos aire de pulmones y comenzamos el descenso hasta las cercanías de la isla submarina. Pero mientras voy de camino al fondo me sorprendo con una pequeña tortuga marina de unos 60 centímetros de longitud que viene como una flecha hacia mí. Su maniobra no deja lugar a dudas y comprendo al instante que está muy acostumbrada a los buzos que a diario visitan el punto de inmersión. Seguro que espera algún “feeding” de mí.

 

 

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Está bien… Dar de comer una algas no es lo mejor, pero que ¡carajo!, si es ella la que viene a por mí, voy a aprovechar el momento. Desciendo junto a ella mientras me ronda metiéndose entre mis brazos con total desvergüenza. Para ella somos uno más de los habitantes del arrecife. Tras unos buenos 5 ó 10 minutos de juegos continuos, la inmersión continúa rebosante de vida.

 

Entre dos agua y a unos 15 metros de profundidad deambula un denso banco de tranquilas barracudas. Me dejo atraer por sus destellos plateados y con unos pocos aletazos alcanzo a meterte en mitad del cardumen mientras retengo la respiración para contemplar el fantástico espectáculo.

 

 

 

 

Cerca de las rocas a unos 24 metros de profundidad descubrimos una sepia de unos 40 centímetros de eslora. Permanece inmóvil aplicando su camuflaje cromático para confundirse con el fondo rocoso. Te puedes acercar hasta sólo unos centímetros de ella y entonces se mueve a otra zona a sólo un par de metros. Al instante su piel cambia de color y adopta un nuevo patrón de dibujos en su intento por permanecer invisible. Desde luego que si la pierdes de vista un momento ¡cuesta volver a localizarla!

 

Pero llevamos ya cerca de una hora y la computadora acaba de entrar en “deco-time”. Como no hay arrecife en superficie debemos comenzar un cómodo y lento ascenso para detenernos cerca de los 5 metros a esperar en nuestra parada de seguridad. Mientras esperamos cerca de la superficie vemos otros tiburones punta blanca que van y vienen y que te hacen la espera muy amena. En resumen, una de esas inmersiones que nunca olvidaremos. 

 

 

 

El lago Dakataua

 

 

A unos 40 kilómetros al norte de Walindi se encuentra el lago Dakataua, sobre el que cuentan leyendas de animales monstruosos. Lo cierto es que en la zona habitan cocodrilos de agua salada aunque no es normal encontrarse con ellos.

 

En 1993, una expedición japonesa consiguió filmar supuestamente a un gran animal nadando en las aguas del lago situado en el extremo norte de esta semi-península,  a 50 metros sobre el nivel del mar. ¿Se trata de una extraña especie de cocodrilo o de algún tipo de animal prehistórico que ha conseguido escapar a la extinción en un sitio tan remoto y perdido?

 

La idea de que algunos mosasauros del cretácico hayan podido sobrevivir en este rincón del planeta en un lago algo alcalino debido a la actividad volcánica del lugar, ha financiado diferentes expediciones de criptozoologos, aunque lo más probable es que el “monstruo” no sea más que algún gran cocodrilo de aguas saladas.

 

 

 

 

 

Lauia’s  Reef

 

Podríamos describir muchas otras inmersiones, pero este lugar es uno de los que nos han dejado mejores recuerdos. Ya tengo los oídos algo más recuperados, pero por si acaso decido hacer un buceo prudente casi en superficie para no tener que soportar demasiada presión. A pesar de no tenerlos del todo bien, no puedo esperar más tiempo sin bucear en este fabuloso rincón del planeta.

 

 

Las infinitas extensiones de corales duros que tapizan los fondos hasta hacer invisible la roca base, son únicas en todo lo que hasta la fecha hemos podido conocer en el planeta. Para corales duros, sin lugar a dudas PNG es un privilegio.

 

 

Este payaso nos saluda saliendo de su anémona.

 

 

Como el barco está fondeado en boya a un muerto a solo 4 metros de fondo, sobre una inmensa superficie de corales duros, decidimos que mientras el grupo baja a 25 metros yo bucearé solo a poca profundidad para no estresar mis tímpanos. Ya sé que por seguridad no es lo suyo bajar solo, pero a pocos metros de profundidad incluso un percance permite hacer un escape libre sin ni siquiera paradas de seguridad.

 

Durante casi dos horas en las que apenas disminuye la presión del 12 litros cargados a solo 140 bares, disfruto del mejor buceo en soledad que uno pueda imaginar. El agua es clara como el cristal. La luminosidad del sol penetra y aviva todo el colorido del fondo submarino, y absolutamente todo se muestra tapizado por corales duros que forman un suave relieve parecido al de unas colinas que se entre cruzan, para crear diferentes superficies curvas.

 

 

 

No queda ni un palmo sin vida. Entre los corales se abre hueco una anémona protegida por los valientes peces payaso. En este lugar pudimos contemplar muchas especies de payasos algunas de ellas no observadas sino en estas aguas.

 

 

Lauia es un punto de inmersión situado en mitad de la bahía de Kimbe que forma parte de una cadena de cinco arrecifes formados por Donna reef, Christine’s reef, Lauia reef, Vanessa reef, y Susan’s reef. Se trata de un buceo típico de arrecife con anémonas, payasos, loros, bumpers, y todas las especies típicas de estas aguas subtropicales pero en donde destacan los diferentes tipos de corales duros que cubren cada centímetro cuadrado de roca.

 

¡Del todo recomendable!

 

 

 

 

Atardecer en las costas de los fiordos de Tufi.

 

 

 

 

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