En Noviembre y
Diciembre la temperatura del agua en Tufi es de 29ºC por lo que
basta llevar muy poco neopreno. No encontramos termoclinas y por
ello te puedes pasar horas y horas debajo del agua sin ninguna
sensación de destemplanza.
Pero si hay
algo por lo que destaca Tufi como destino de buceo excepcional es
por la sus corales duros que pudimos contemplar en muchas de sus
inmersiones. Corales que forman inmensas extensiones submarinas en
las que se combinan en enormes zonas de diferentes especies y
todo a nuestro alrededor.
Corales y vida marina
en Tufi. Fantásticas extensiones de corales dura como nunca visto!
Los barcos de
buceo que pueden alquilarse desde “Tufi resort” son de unos 11
metros de eslora y aunque la navegación fuera de los fiordos puede
ser a veces algo enérgica con marejada, los expertos skippers siempre nos acercaron con seguridad a los puntos de
inmersión más significativos. En una semana de buceo se pueden
visitar los mejores puntos de inmersión a un ritmo de unas 3
inmersiones diarias.
Aunque existe
cierto riesgo de malaria en la zona, como en otros muchos rincones
del mundo, nuestra única prevención es ser precavidos y llevar
siempre ropa de manga larga y ligera, especialmente al atardecer, para evitar
los mosquitos.
El mar
de Birsmark; Nueva Bretaña y Nueva Irlanda
Tras 10 días
en Tufi, decidimos regresar en avión a Port Moresby para enlazar con
otro vuelo a una zona totalmente diferente y situada a unos 470
kilómetros justo al norte de Tufi. Nueva Bretaña es una isla
estrecha y curvada de unos 500 kilómetros de largo por una anchura
media de unos 70 kilómetros. Nueva Irlanda casi pegada hacia el NE
es casi tan grande pero mucho más estrecha. Y entre ambas se
encuentra el Mar de Bismarck.
Nuestro
destino elegido se encuentra en el centro de la costa norte, en un
lugar conocido como Walindi y en el que se ha construido
probablemente el mejor resort de buceo de Papúa, en mitad de un gran
palmeral costero rodeado de selva. El recorrido desde Kimbe, la
capital de la provincia, hasta el resort dura algo más de una hora
en coche, a través de la única carretera semi-asfaltada que fue
construida por el gobierno francés hace algunos años.
La salida del
aeropuerto de Kimbe.
La bahía de
Kimbe nos ofrece durante dos semanas seguidas un mar como una balsa
de aceite, a pesar de estar muy abierta con una anchura de unas 25
millas náuticas hacia el NE. El color de sus aguas no es tan
espectacular como otros rincones de la cercana Micronesia, pero sin
duda es de gran belleza.
Los puntos de
inmersión más interesantes se encuentran a lo largo de la salida de
esta bahía y por ello es necesario navegar en lancha rápida a unos
25 nudos de velocidad. Del orden de una hora de navegación para alcanzar las zonas de buceo más
interesantes, aunque otras en mitad de la bahía son también muy
recomendables.
Una de las cabañas del
Walindi Resort.
Mientras
navegamos en un mar rizado dejando una estela blanca a toda
velocidad, nos cruzamos con un velero de recreo que navega con
pabellón australiano, y en otra ocasión nos cruzamos con un
catamarán de recreo y de gran eslora fondeado con bandera
norteamericana.
Lo más
significativo del buceo en estas aguas es la total ausencia de
corrientes y una temperatura típica de 29º, en algunos puntos
de la superficie el agua está a 31º centígrados. La transparencia
alcanza a veces los 30 metros. En definitiva un lugar ideal para
practicar el buceo fácil y sin complicaciones. Sin embargo
conviene resaltar que en algunas inmersiones y especialmente las más
bellas comienzan con un descenso en mitad del mar hasta los 18/22
metros de profundidad en donde encontramos un plataforma rocosa
virtualmente plagada de vida. Por tanto algunas inmersiones se
practican en un buceo algo profundo sin arrecife en superficie y
debemos estar atentos a la computadora para no meternos en deco.
La belleza del paisaje
selvático. Los ríos se abren camino entre la selva ofreciendo
espectaculares y juegos de luces.
La selva o la
palma africana
Tala de árboles en
favor de las plantaciones y palmerales. Un acuciante problema
ecológico.
Walindi a
pesar de su belleza natural, es una zona “pobre” en términos
económicos. Una de las únicas fuentes de ingresos es la elaboración
de aceite a partir de los dátiles de la palma africana que crece a
gran velocidad en un entorno tan húmedo, soleado y privilegiado…
pero a costa de la imparable deforestación de la selva primaria.
Los
palmerales, plantados en su mayoría por colonos australianos, son
inmensos y para ello se ha talado y vendido los inmensos árboles
centenarios para plantar a posteriori enormes extensiones de palma
africana que ofrece un alto rendimiento de aceite de palma en sus
dos cosechas de dátiles anuales.
Río de
aguas calientes
Tras tantos
días de navegaciones y buceo continuado, mis oídos están algo
“tocados” y considero prudente descansar un par de días antes de
retomar otra vez el ritmo de inmersiones. Aprovecho para contratar
un guía local y salir de excursión al interior de la isla con el
objetivo de conocer un río de aguas termales que desciende en mitad
de la selva por la montaña volcánica.
Cuando llegas
a Kimbe y comienzas a recorrer la carretera hacia Walindi, a través
de kilómetros y kilómetros de palmerales, te quedas perplejo por la
inmensidad de este tipo de monocultivo. En muchos casos entre las
palmeras crece la hierba a modo de una inmensa dehesa extremeña en
la que las encinas han sido sustituidas por las verdes palmeras y en
la que pastan manadas de vacas. Si lo comparas con otros paisajes de
nuestra seca geografía española es un entorno muy bonito,
incluso para pensar en campos de golf o complejos de ocio.
La costa en la bahía
de Kimbe. Pocas playas y mucho manglar. En Noviembre (2014) la
temperatura en superficie llega a alcanzar 31º C aunque lo normal
era medir temperaturas casi constantes de 29ºC incluso hasta los 25
metros de profundidad, sin apreciar apenas ninguna termoclína.
Pero la
realidad se manifiesta como una bofetada implacable cuando conoces
el interior de la jungla…. Hemos salido pronto por la mañana y tras
recorrer durante dos horas las sendas cuadriculadas y rectilíneas
que atraviesan los palmerales, alcanzamos una zona montañosa en la
que la deforestación aún no ha causado estragos.
A pesar de la
belleza del palmeral, de repente penetras en la selva a través de
una ancha senda de tierra ocre que sin más te muestra repentinamente
toda la riqueza del entorno primario. La comparación no puede ser
más terrible pues el contraste es repentino. En solo unos segundos
la “aridez” del monocultivo se transforma en inmensos árboles de
numerosas especies, muchos de ellos tan colosales como un edificio de 15
plantas.
El cansino
verde del palmeral se convierte en una sinfonía de vegetación
diversa con tonos esmeraldas, pardos o verdes luminosos, con lianas
de color oliva, matorrales de una inmensa gama cromática en
la que destacan llamativas florestas, frutos coloridos, arbustos de
todo tipo, loros multicolores y otros llamativos pájaros selváticos.
A la izquierda de la
imagen, el palmeral que roba terreno a la selva. A la derecha y
separado por un camino de explotación industrial rectilíneo,
comienza la selva primaria virgen que aún no ha sido "devorada" por
los colonos australianos madereros. Aunque el palmeral es bonito, la
deslumbrante belleza de la selva pone de manifiesto la salvajada que
se está llevando a cabo en estas tierras de Papua Nueva Guinea.
Sobrecogido
ante tanta belleza e indignado ante la manifiesta barbaridad llevada
a cabo por las talas y monocultivos de palmerales, el jeep sigue
avanzado lentamente atravesando un entorno prístino y primigenio.
Tras una pequeña subida y varias curvas cerradas dejamos al pista y
nos adentramos en una senda en la que apenas cabe el todo terreno.
Cuando la senda acaba, bajamos y andamos un centenar de
metros que nos conducen a un arrollo que se abre paso entre una
densa y variada vegetación. Ya estamos avisados de la temperatura
del arrollo, pero la sorpresa es casi idéntica. El torrente
desciende a 45ºC y en una poza situada a sólo una decena de metros,
te sientes como en un “yacuzzi” gigante, bañándonos plácidamente en
un agua bien calentita.
Tras media
hora de diversión en tan peculiar baño, el guía nos conduce por
diferentes sendas montañosas que cruzan diferentes claros y
desfiladeros en las que vamos parando para apreciar los guacamayos,
cacatúas, loros o enórmes murciélagos de casi dos metros de envergadura. El
guía local sabe imitar con las manos apretadas contra la boca el
sonido de estas aves. A cada reclamo gutural, salen volando de entre
los árboles un docena de aves escandalizadas que revolotean a un
centenar de metros nuestro, hasta posarse de nuevo en otro de los
inmensos árboles milenarios.
El arroyo que baja
"galopante" por las faltas de la montaña de esta región montañosa
sorprende pues está a unos 40º C, temperatura más que calurosa para
darse un baño en un "jacuzzi" natural de enormes proporciones.
La isla de
Nueva Bretaña con 50.000
km2 es
uno de los más importantes entornos biológicos del planeta y soporta
37 especies de pájaros endémicos además de otros cientos que
comparten hábitat con otras zonas cercanas. Las especies están
sufriendo el resultado de estos despropósitos medioambientales que
ya ponen en jaque a algunas especies.
Utilizando
fotos de satélite se estima que entre 1989 y el año 2.000, el 12%
(unos 3.000 km2)
han sido aniquilados para vender las troncos a las empresas
madereras, a un ritmo de 1,1% anual. En su lugar son plantados
enormes extensiones de palma africana que invaden especialmente
todos los terrenos situados por debajo de los 100 metros de altitud.
Barbaridades
en nombre del dinero que ni siquiera sirve para paliar las
condiciones de pobreza que sufren las poblaciones locales. Para
arrancar y aserrar la selva hacen falta máquinas vendidas por
industrias occidentales que hacen su particular “agosto” en esta
zona, ayudados por las millonarias ventas en maquinaria e
infraestructura necesaria para la floreciente industria minera. El
dinero de la madera alimenta los bolsillos de los capataces una
única vez. Luego el bosque simplemente deja de existir.
Los locales que
trabajan en los palmerales son tan pobres como felices. El dinero
fruto de la explotación de estas tierras y de la devastación de la
selva virgen, queda en manos de las empresas controladas por
terratenientes y empresarios extranjeros, muchos de ellos colonos
australianos, que venden el aceite de palma a las grandes
multinacionales occidentales para la fabricación de productos de
belleza, alimentación y otras aplicaciones industriales.
A continuación
comienza el ciclo de plantaciones y producciones de aceite de palma
que explota a pueblos enteros en un trabajo alienante y mal pagado.
Es el precio de la civilización. Un precio muy caro alimentado por
la demanda de aceite de palma que vemos en miles de productos del
supermercado de conocidas marcas de Procter&Gamble, Unilever,
Colgate, L’Oréal o Danone, entre otras.
Es muy
necesario conseguir una producción sostenible de aceite de palma que
no implique la deforestación de la selva primaria. No se trata de un
ataque a la industria del aceite de palma o a las empresas
consumidoras. Se trata de lograr una producción responsable que no
arrase sistemáticamente la selva virgen. Es muy viable alternar
grandes extensiones de selva entre otras de cultivos para preservar
de forma razonable y alterna grandes extensiones de selva.
El autor del artículo
rodeado de los hijos de una familia papuana, en el interior de la
selva cercana a la
bahía de Kimbe. La familia vive exclusivamente de su huerto, de unos
pocos metros cuadrados, en el que plantan verduras y frutas y
alimentan a sus gallinas y algún que otro cerdo. Sin luz eléctrica,
sin agua corriente, y naturalmente sin ningún sistema de salud
publica. Sin embargo la "vida" transcurre con una sonrisa eterna.
Joelle’s
dive
El sitio se
llama Joelle’s y probablemente sea uno de los mejores que hayamos
podido bucear en Papúa. Hemos fondeado en una boya sujeta a un
muerto y colocada a tal efecto en el fondo para evitar el fondeo del
ancla diario y así no dañar tan fantástico ecosistema. Te tiras al
agua y sientes un montón de burbujas que te cosquillean mientras
esperas unos segundos a que se despeje la visión. Uauuuu….
Comienza el "Rock&Roll"
en una inmersión alucinante, con aguas transparentes como el
cristal. Cuesta esperar al compañero en superficie , de modo que
decido bajar a "tirar" las primeras fotografías.
Desde el barco la
transparencia permite ver los fondos e identificar incluso a las
diferentes especies de peces.
La
transparencia es fabulosa. Ya en superficie se veía el “plató” al
fondo entre transparentes irisaciones de verdes y azules entre las
cuales se podía ver con claridad hasta los peces. Mientras esperas a
los demás buzos para iniciar el descenso, se dispara la impaciencia
por tirar hacia abajo y estás a punto de no esperar a nadie al ver
algunos punta blanca nadando a una docena de metros de profundidad.
Sin más
soltamos aire de pulmones y comenzamos el descenso hasta las
cercanías de la isla submarina. Pero mientras voy de camino al fondo
me sorprendo con una pequeña tortuga marina de unos 60 centímetros
de longitud que viene como una flecha hacia mí. Su maniobra no deja
lugar a dudas y comprendo al instante que está muy acostumbrada a
los buzos que a diario visitan el punto de inmersión. Seguro que
espera algún “feeding” de mí.
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Está bien… Dar
de comer una algas no es lo mejor, pero que ¡carajo!, si es ella la
que viene a por mí, voy a aprovechar el momento. Desciendo junto a
ella mientras me ronda metiéndose entre mis brazos con total desvergüenza. Para ella somos uno más de los habitantes del arrecife.
Tras unos buenos 5 ó 10 minutos de juegos continuos, la inmersión
continúa rebosante de vida.
Entre dos agua
y a unos 15 metros de profundidad deambula un denso banco de
tranquilas barracudas. Me dejo atraer por sus destellos plateados y
con unos pocos aletazos alcanzo a meterte en mitad del cardumen
mientras retengo la respiración para contemplar el fantástico
espectáculo.
Cerca de las
rocas a unos 24 metros de profundidad descubrimos una sepia de unos
40 centímetros de eslora. Permanece inmóvil aplicando su camuflaje
cromático para confundirse con el fondo rocoso. Te puedes acercar
hasta sólo unos centímetros de ella y entonces se mueve a otra zona
a sólo un par de metros. Al instante su piel cambia de color y
adopta un nuevo patrón de dibujos en su intento por permanecer
invisible. Desde luego que si la pierdes de vista un momento ¡cuesta
volver a localizarla!
Pero llevamos
ya cerca de una hora y la computadora acaba de entrar en “deco-time”.
Como no hay arrecife en superficie debemos comenzar un cómodo y
lento ascenso para detenernos cerca de los 5 metros a esperar en
nuestra parada de seguridad. Mientras esperamos cerca de la
superficie vemos otros tiburones punta blanca que
van y vienen y que te hacen la espera muy amena. En resumen, una de
esas inmersiones que nunca olvidaremos.
El lago Dakataua
A unos
40 kilómetros al norte de Walindi se encuentra el lago
Dakataua, sobre el que cuentan leyendas de animales
monstruosos. Lo cierto es que en la zona habitan cocodrilos
de agua salada aunque no es normal encontrarse con ellos.
En
1993, una expedición japonesa consiguió filmar supuestamente
a un gran animal nadando en las aguas del lago situado en el
extremo norte de esta semi-península, a 50 metros sobre el
nivel del mar. ¿Se trata de una extraña especie de cocodrilo
o de algún tipo de animal prehistórico que ha conseguido
escapar a la extinción en un sitio tan remoto y perdido?
La
idea de que algunos mosasauros del cretácico hayan podido
sobrevivir en este rincón del planeta en un lago algo
alcalino debido a la actividad volcánica del lugar, ha
financiado diferentes expediciones de criptozoologos, aunque
lo más probable es que el “monstruo” no sea más que algún
gran cocodrilo de aguas saladas.
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Lauia’s Reef
Podríamos
describir muchas otras inmersiones, pero este lugar es uno de los
que nos han dejado mejores recuerdos. Ya tengo los oídos algo más
recuperados, pero por si acaso decido hacer un buceo prudente casi en
superficie para no tener que soportar demasiada presión. A pesar de
no tenerlos del todo bien, no puedo esperar más tiempo sin bucear en
este fabuloso rincón del planeta.
Las infinitas
extensiones de corales duros que tapizan los fondos hasta hacer
invisible la roca base, son únicas en todo lo que hasta la fecha
hemos podido conocer en el planeta. Para corales duros, sin
lugar a dudas PNG es un privilegio.
Este payaso nos saluda
saliendo de su anémona.
Como el barco
está fondeado en boya a un muerto a solo 4 metros de fondo, sobre
una inmensa superficie de corales duros, decidimos que mientras el
grupo baja a 25 metros yo bucearé solo a poca profundidad para no
estresar mis tímpanos. Ya sé que por seguridad no es lo suyo bajar
solo, pero a pocos metros de profundidad incluso un percance permite
hacer un escape libre sin ni siquiera paradas de seguridad.
Durante casi
dos horas en las que apenas disminuye la presión del 12 litros
cargados a solo 140 bares, disfruto del mejor buceo en soledad que uno pueda
imaginar. El agua es clara como el cristal. La luminosidad del sol
penetra y aviva todo el colorido del fondo submarino, y
absolutamente todo se muestra tapizado por corales duros que forman
un suave relieve parecido al de unas colinas que se entre cruzan, para crear
diferentes superficies curvas.
No queda ni un palmo
sin vida. Entre los corales se abre hueco una anémona protegida por
los valientes peces payaso. En este lugar pudimos contemplar muchas
especies de payasos algunas de ellas no observadas sino en estas
aguas.
Lauia es un
punto de inmersión situado en mitad de la bahía de Kimbe que forma
parte de una cadena de cinco arrecifes formados por Donna reef,
Christine’s reef, Lauia reef, Vanessa reef, y Susan’s reef. Se trata
de un buceo típico de arrecife con anémonas, payasos, loros, bumpers,
y todas las especies típicas de estas aguas subtropicales pero en donde destacan
los diferentes tipos de corales duros que cubren cada centímetro
cuadrado de roca.
¡Del todo recomendable!
Atardecer en las
costas de los fiordos de Tufi.
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