A sus 7
años descubrió los delfines mientras viajaba en un barco de vapor de
regreso a Francia. Nació en Shanghai en 1927 y se pasaba el día
nadando con su hermano junto con las pescadoras locales de ostras
asiáticas que descendían a 30 metros de profundidad decenas de veces
cada día. También estuvo en contacto con los buscadores de esponjas,
que en Asia contaban las leyendas de algunos hombres de mar que descendía
hasta los ochenta metros.
En 1966
logra descender, siempre a pulmón, hasta los 60 metros de
profundidad y un par de años más tarde, a los 70 metros, lo cual le
cuesta un susto de muerte al perder el sentido en los últimos metros
del ascenso. Cuando los pulmones se vuelven a expandir cerca de la
superficie, desciende bruscamente la presión parcial de O2 en la
sangre lo cual puede provocar una situación de "‘Black-Out" (o
desmayo) que puede conducir al ahogamiento. Por eso empezó a
practicar el Yoga y la meditación, disciplinas que practicó en
profundidad en diferentes Ashram de la India, y que le permitieron
dominar la mente y el cuerpo para convertirse en un auténtico
"Dolphin Man" -Título de un fabuloso documental sobre su vida que
sin duda debemos conocer-.
Durante
la aventura de su vida, paso de chófer de actrices famosas en
Estados Unidos, a buscador de tesoros o pescador de langostas.
Descubrió el mundo de la espiritualidad zen en los templos budistas
y convirtió su existencia en un continuo descubrimiento de sí mismo.
El buceo en Apnea
Es una
actividad apasionante que te permite conectar con el entorno marino
y disfrutar de una indescriptible sensación de libertad e inmensa y
solitaria paz. Cada inmersión es una posibilidad para vivir el momento presente, el único que existe de
verdad y en cada momento. Desde la famosa marca de Mayol, que supuso
un antes y un después, como también lo fueron las hazañas de Edmund
Hillary en su coronación del Himalaya, o Scott y Amundsen en la
Antártida, otros han mejorado estos records. Actualmente se ha
llegado a la marca de
146 metros de profundidad por Stravros Kastrinakis en la modalidad
de peso variable.
El
límite a la fisiología humana se expande año tras año y en Apnea
estática, Stephane Mifsud alcanzó en 2.009 el tiempo de los 11
minutos y 35 segundos bajo el agua sin respirar. Giorgos
Panagiotakis logró en 2.016, bucear aguantando la respiración y con
aletas, la marca de 300 metros de longitud a una misma cota de
profundidad.
Transformación interior
En los
Ashram de la India, Mayol aprendió durante sus largos retiros
espirituales, diversas prácticas yóguicas para controlar la mente, y
la práctica de los asanas o el pranayama para controlar la
respiración. Alcanzó la revelación submarina y como él mismo
contaba, la "iluminación" fue instantánea, en el lapso de una mirada,
que le hizo entrever todo un mensaje. Una mirada que como un rayo le
penetró el alma para despertar de nuevo a lo más hondo de su ser, a
una verdadera resonancia cósmica.
Sensibilidad y empatía
La
falta de sensibilidad del ser humano conduce a la terrible crisis
ecológica mundial que está destruyendo la bioesfera. La incapacidad
de percepción conduce a actos devastadores contra la naturaleza y
contra la vida en el mar… sin remordimiento alguno. La transgresión proviene
de la incapacidad para emocionarse o de tejer una relación con otros
seres vivos de otras especies, de la falta de interés o inquietud
con lo que nos rodea.
Pierre,
el hermano de Jacque Mayol, nos cuenta con emoción como en su
juventud, el apneísta era un gran aficionado a la caza submarina,
hasta que un día vivió una conmovedora experiencia, al arponear a un
pobre mero que logró refugiarse en una pequeña cavidad rocosa, en la
que Jacques metió el brazo forcejeando con el animal, uno luchando
por su trofeo, el otro por su propia vida. En esta lucha desigual la
mano del pescador tocó el cuerpo del mero y sintió de golpe, el
desbocado latido de su corazón desesperado. Jacques comprendió
bruscamente el horror, el sufrimiento gratuito y el dolor de ese ser
inocente que luchaba por su vida. La experiencia fue tan intensa y
reveladora, que Jacques abandonó inmediatamente y para siempre este
primitivo deporte submarino.
La
sensibilidad está en la clave de nuestra supervivencia como especie.
Recuerdo cómo hace unos años (en 2017) buceando en el Mar de Flores en Indonesia,
encontramos una nasa de pesca de más de un metro de longitud,
reposando en mitad de un fondo de arena a -12 metros, en cuyo interior
descubrimos una auténtica escena de horror. Dos enormes morenas
muertas, varios peces cirujanos muertos, un bello pez ángel luchando
en una larga agonía, otros peces mariposas atrapados sin saber salir
y lo que más me impresionó fue ver como un bello mero marrón de
motas azules metalizadas de cerca de medio metro, se debatía con una
enorme energía para intentar escapar de la muerte, golpeando con
insistencia y con una fuerza descomunal la malla metálica de la
nasa, en la que se iba encajando y quedando
aprisionado. Deseaba con todo mi alma liberar a
estas bellas criaturas, pero tal acto hubiera sido considerado una
declaración de guerra contra los pescadores locales. Y a pesar de no
hacer nada para salvar a estas criaturas, a los pocos minutos de
inmersión, sufrimos un "fish bombing" aterrador que nos hizo
retumbar la caja torácica con un enorme susto y angustia.
Naturalmente abortamos la inmersión, pero en superficie no
descubrimos a nadie al que denunciar.
Los mares se mueren
Esta es
la realidad y la presión insoportable a la que están siendo sometido
todos los mares del planeta. En otros rincones del mundo, son los arrastreros
los que masacran las aguas o las redes de deriva las que esquilman
los ecosistemas marinos sin remordimiento alguno. Recuerdo con
tristeza y casi con vergüenza ajena, como en una reunión en Madrid
del "Cluster Marítimo Español" se hablaba de la pesca y los "Stocks"
tratados como de una mera mercancía. Al mismo nivel de quien cuenta
sacos de arena en una gravera…
Son
muchas las dolorosas experiencias de las que he sido testigo en
primera persona, como por ejemplo la de navegar en mitad del parque
marino de "Black Rock", y vernos rodeados
por 15 ó 20 pesqueros arrastreros faenando (o con más precisión
esquilmando) los bancos de Birmania. Fue Cousteau quien habló de
ellos como uno de los sitios más bellos del planeta para bucear.
Ahora, la entonces impresionante fauna marina ha quedado relegada a
la mayor y más impresionante y variada colección de corales blandos
multicolores del planeta (que no es poco). Pero lo cierto es que en
8 días de buceo, no pudimos descubrir ni un gran pelágico y sólo
vimos un pequeño tiburón escondido entre las rocas de un arrecife a
15 metros de profundidad. Un sólo pequeño tiburón agazapado después
de 30 inmersiones… Son muchos los ejemplos vividos, como por
ejemplo las explosiones submarinas continuadas en los arrecifes de Tubbataha
en el mar de Sulu (Reserva de la Unesco), o los mares arrasados de
muchas costas de Filipinas. Grandes bolsas de plástico enganchadas y
destrozando corales en Sulawesi y otros paraísos del planeta.
Aún
estamos a tiempo, pero la pérdida de biodiversidad es tan terrible
como la perdida de vida marina. Y es que hoy por hoy se caza y se
extrae del mar, más del doble de lo que la vida subacuática es capaz
de reproducirse. Es sencillamente insostenible, deprimente y
entristecedor.
Aún
estamos a tiempo de revertir la barbarie, pero para ello tenemos que
cambiar y aprender a sensibilizarnos por la criaturas marinas (no
sólo los delfines y las ballenas), amar la existencia de todas las
formas de vida y respetar lo que aún podemos descubrir con
maravilla dentro de los Mares. Un mundo sorprendente de vida y de
belleza.
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