Navegar por las aguas del Cabo Finisterre siempre inspira respeto.
Pero por fortuna esperamos un día claro que nos dejó descubrir
cómodamente su abrupta costa de acantilados, en donde los
espectaculares precipicios se hunden en aguas profundas. La costa de
la muerte brinda uno de los más bellos entornos del norte de
España. Se alternan largos tramos sin refugio alguno con extensas
playas rodeadas de densos mantos verdes. Un paisaje de contrastes y
un lugar en el que disfrutar navegando con una embarcación a motor.
Las Rías altas
nos ofrecieron una etapa espectacular y rica en
experiencias. Se trata de la costa más occidental de Europa y
también más septentrional de la península ibérica. Allá donde la
tierra se acaba en el famoso cabo de “finis”-“terrae”, o Finisterre,
como queramos llamarlo. La verdad es que “meigas” no encontramos
ninguna y tampoco quisimos tentar a Neptuno en tan bellas pero
peligrosas aguas. Por ello esperamos los días correctos y navegamos
a placer en días tranquilos disfrutando de la enorme belleza que
desde la mar ofrece una vista bien distinta a la que normalmente se
suele ver.
Los pesqueros de Louro
aprovechan las ricas aguas Gallegas para faenar entre sus peligrosos
peñascos y afloramientos.
Antes de
llegar a Fisterra y cerca de Louro navegamos cerca de varios
pesqueros faenando por la zona. Aguas muy ricas en pesca de primera
calidad. Tan claras están sus aguas que navegando despacio pudimos
ver a pocos metros de profundidad una gran nécora nadando cerca de
nuestra amura! Pasar el cabo de Finisterre siempre impone cierto
respeto, aunque la verdad es que con buena mar el asunto no
significa ninguna proeza. Después alcanzamos el cabo de Touriñan y
en una de sus costas una ermita tan cerca del agua que es seguro
que en los temporales debe recibir los embates de la mar. Nuestra
Señora de la Barca (Nosa Señora Da Barca) construida encima de la
roca granítica y que atesora en su interior la imagen gótica de la
virgen desde el siglo XIV. La tradición afirma que la virgen acudió
a este bello lugar en una barca de piedra para dar ánimos al apóstol
Santiago en su evangelización por estas tierras.
El santuario de Nuestra Señora de la Barca
en
Muxía,
está tan cerca del mar que no podría estarlo más. De vez en cuando
los temporales salpican hasta el atrio, y en sus rocas cercanas
aparecen los restos de alguna barca o una chalana que el oleaje
habría destrozado. Allá en el megalítico se alzaba
en esta plataforma rocosa un
viejísimo santuario. Sobre sus ruinas se levanta desde hace cientos de
años el actual santuario barroco, sin pretensiones, de construcción
sólida y austero como las gentes de mar.
Un rápido
acelerón a nuestro Yamaha y salimos “pitando” hacia Camariñas, villa
marinera en plena costa de la muerte y en cuyas costas disfrutamos
recorriéndola a muy poca distancia y bien despacio pues hay
rocas que vigilar! Unos cuantos kilómetros de costa en las cercanías
del Cabo Villán están plagados de molinos eólicos que contrastan
frente a la antigua edificación del faro construido en la cima de una
atalaya rocosa.
Una de las leyendas más conocidas con respecto al origen del encaje
en Galicia, nos dice que uno de los muchos barcos italianos que
pasaban frente a las costas de Camariñas naufragó debido al fuerte
oleaje, siendo muy pocos los supervivientes. En agradecimiento a la
ayuda prestada por la gente de estas tierras, que les dieron posada
y comida, una dama italiana que viajaba en este barco, enseñó el
arte de palillar a las mujeres de Camariñas, desde donde se extendió
por toda la costa gallega.
Como siempre nuestro
Yamaha F350 se portó como el mejor aliado del viaje.
Respuesta inmediata,
generosísima reserva de potencia, y fiabilidad total.
La blancura de
sus casas encaladas, sus callejuelas estrechas, íntimas y recogidas
ofrecen a Camariñas una identidad propia, incluso en el habla, de
acento peculiar. Si de algo entienden sus habitantes es de la mar, y
de naufragios. De sobra es conocida la solidaridad de sus habitantes
ante las catástrofes marinas, llegando incluso a arriesgar la vida.
Dan fe los regalos que la marina inglesa hizo al ayuntamiento con
motivo de la tragedia del Serpent en la que fallecieron casi 300
Ingleses.
Navegar
recorriendo toda la costa te permite apreciar la grandiosidad de
estas costas en las que cada piedra es mágica y encierra cientos de
tradiciones y leyendas misteriosas que se remontan lejanamente en la
historia. Cabo Villano llega justo después y su nombre no deja lugar
a dudas de lo que puede suceder cuando el temporal despierta.
Decenas de naufragios han ocurrido en sus aguas que junto con Finisterre, Touriñan, Arou y alguno más, se han cobrado cientos de
naufragios y miles de vidas.
La costa de la muerte no deja lugar a dudas sobre la
peligrosidad de estas aguas cuando sopla la tempestad. La peor de
las tragedias ocurría un día del año 1556 cerca de Corcubión en
donde se hundieron 25 buques de la Armada Española dejando la triste
cifra de 1.706 muertos.
NAUFRAGIOS EN LA "COSTA DE LA MUERTE" (Hacer Click
para ver la lista)
En un día perfecto, la navegación es evidente, pero es fácil
imaginar lo que tiene que suponer navegar por estas aguas plagadas
de escollos y con un mar encrespado atemporalado y a vela! Tras
esta pequeña meditación volvemos a navegar para alcanzar con alegría
las cercanías del cabo Laxe y llegar a Corme pequeña aldea que huye
de la masificación. En Corme el tiempo se detiene y los días se
niegan a morir, pues aquí se alarga mientras el sol cae sobre el
horizonte en una indescriptible paleta de colores anaranjados. 5.000
años de historia convergen en los alrededores de este lugar ubicado
en la región con mayor concentración de yacimientos megalíticos de
Europa: dólmenes, petroglifos, poblados celtas y castros arcaicos
cruceiros y hórreos esculpidos durante siglos. La abrupta carretera
que bordea la costa delimita el lugar donde se cosechan los mejores
percebes del mundo.
De vez en cuando nos detenemos para adentrarnos
en alguna cala de sorprendente belleza. Arenas finas se combinan con
el azul ultramar en un marco agreste y tupido de verdosa
frondosidad. Espectacular belleza. En la vecina Laxe en la misma
Ría de Corme nos detenemos unos minutos y aprovechamos para saciar
nuestros estómagos con algunos aperitivos. El puerto está animado y
aunque protegido por un buen espigón, no ofrece más que un pantalán
flotante y particular sin servicios para nosotros. El interior del
puerto pesquero está bien resguardado y es posible fondear. La playa
se extiende justo delante del pueblo en donde sus casas no parecen
temer el mar pues están construidas a poca altura y muy cerca de la
costa.
Laxe con su pequeño puerto
pesquero y un pequeño pantalán flotante para el uso de la navegación
de recreo.
Al cabo de un rato
y navegando a 20 nudos, llegamos a Malpica, un típico pueblo marinero
en donde las casas blanqueadas se apiñan abigarradas una colina que cae
sobre las olas.
Las Islas Sisargas
Este precioso
archipiélago está formado por tres islas, llamadas Sisarga Grande,
Malante y Sisarga Chica, y algunos islotes más. Son en su mayoría
islas escarpadas con numerosos acantilados, pero en la Sisarga
Grande encontramos un embarcadero y una pequeña playa en el sur, perfecta
para fondear y desembarcar. El primer faro del archipiélago fue
construido en
1853
y en la antigūedad se dice que hubo algún tipo de fortificación
religiosa derruida por el tiempo y por los ataques normandos a la
isla. La riqueza ortinológica de las islas queda patente en las
numerosas colonias de aves endémicas que vemos, algunas de las
cuales están en
peligro de extinción como la
gaviota
sombría o la
gaviota
tridáctila.
Las islas Sisargas frente al cabo San Adrián y otras puntas como
Roncudo.
Las Sisargas son
el eje de una arcaica mitología que se pierde en los remotos
tiempos del culto prerrománico por las serpientes. Estos pequeños
islotes aparecen en las más antiguas leyendas locales como si fueran el cubil
de una monstruosa serpiente que aterrorizaba a las gentes de San Adrián. Al pie de la ermita que domina el cabo, se
descubre
una veta amarilla que sobresale entre el color más oscuro de la
piedra circundante. La veta se enrosca de manera que sugiere
exactamente la forma de una serpiente. Cuando hace ya mucho tiempo
arrancaron un trozo de veta, de varios centímetros de espesor, los
lugareños quedaron maravillados al descubrir que la serpiente
mantenía en el corazón de la piedra la misma forma enroscada que en
la superficie, como si realmente se tratara del fósil de un gran
ofidio.
Pero el peor
peligro de las Sisargas es el mismo mar cuando este se muestra
embravecido. En ellas han acaecido innumerables naufragios, como el que se
remonta a 1.588, cuando una de las naves principales de la Armada
Invencible “La Ragazzona” de 1.250 toneladas y con treinta cañones,
se hundió en la punta de Fornelos tras perder el ancla durante una
tormenta en los arrecifes que rodean las islas. En 1970 se
extrajeron de sus aguas, en la llamada Pedra do Magnánimo, viejos
cañones de hierro procedentes del naufragio en 1794 del Magnánimo,
buque de la armada española que se fue a pique con 500 hombres a
bordo.
Laja y peñascos en los
alrededores de las Sisargas, y a pocos centímetros de profundidad.
Entre ola o ola aflora la dura roca. Un lugar peligroso, lleno de encanto y comprometida belleza...
Estos desastres, como el del mercante inglés
J.J Siddon, arrojaban en ocasiones a la
costa verdaderos tesoros. Los naufragios aquí no son leyenda. Por
desgracia, siguen siendo una realidad actual. Hasta la
automatización del faro de las Sisargas, se turnaban en guardias de unos 10 días tres
fareros, aguantando duros inviernos que en ocasiones llegaban a
durar 10 meses seguidos.
La Xunta gestiona
actualmente la compra de las tres islas a los herederos del conde de
Altamira y de Luz de Mora y Aragón, hermana de la reina Fabiola de
Bélgica, con el objetivo de ser integradas en el Parque Nacional de
las Islas Atlánticas.
En la Sisarga Grande
existe un pequeño embarcadero de piedra pero de escaso calado. La
grúa era empleado tiempo atrás para izar la barca del farero. Camino
arriba llegamos al faro que actualmente está automatizado y desde
allí es posible recorrer el islote en busca de los restos del
antiguo faro y de la vieja ermita, hoy en día totalmente
desaparecida.
Un tesoro escondido
en las Sisargas
Las Sisargas han sido siempre unas islas ocultas bajo una bruma de
misterio que el tiempo ha conservado por su solitaria situación.
Algunos de sus enigmas perviven sin embargo en las familias más
antiguas de Malpica, que los heredaron de sus ancestros. Es el caso
de Milucha Racedo, cuyo tatarabuelo, Andrés Sánchez, fue farero en
Las Sisargas hacia el año 1800. Un buen día se puso a cavar para plantar sin
abono ni nada unas patatas. En las excavaciones encontró restos de
cerámica, recipientes muy antiguos, aunque por aquel entonces no se
entendía nada de aquello. Después apareció un esqueleto de un hombre
excesivamente alto y también una calavera de extraordinaria dureza.
Otro farero, ya en este siglo pasado, y que después marchó a las
islas Columbretes, se pasó la vida buscando un tesoro escondido en
las Sisargas. Mientras estuvo destinado en estos islotes, se dedicó
durante mucho tiempo a excavar por toda la isla aunque nunca
encontró nada. Ese tesoro tenía que ver con los naufragios y la
piratería y otras cosas peores. Por ahí hubo una capilla
antiguamente dedicada a Santa Mariña, que estaba ubicada donde
estaba el primer faro, el viejo, que ahora está completamente en
ruinas. Después se hizo el faro nuevo y la casa de la sirena. Se
decía que iban por allí a hacer aquelarres. Ese farero no fue el
único que buscó el tesoro. Bajo cuerda, todo el mundo anduvo
interesado en el tema. A lo mejor aún sigue enterrado…
Tras disfrutar un
buen rato en las Sisargas y contemplar las hermosas tonalidades de
sus aguas turquesas que contrastan bruscamente con el azul ultramar,
decidimos continuar la ruta teniendo especial cuidado con las
numerosas rocas que afloran del agua en sus alrededores. En días de
mares transquilas, las Sisargas ofrecen un buen fondeadero y sitio
resguardado del Atlántico. El pequeño embarcadero de piedra está
situado justo al lado de la playa de arena chica y de gran encanto.
Pasadas ya unas horas navegamos
hasta Caion ya muy cerca de las Rías de A Coruña, Betanzos y Ferrol.
La genuina
“Costa da morte”; Misterios sin resolver.
En el invierno de
1.830 el buque Adelaide zarpó de Bristol rumbo a Las Antillas con
trece personas a bordo incluida la mujer y el hijo del Capitán
Dovel. Hoy conocemos que portaban armas
y un baúl a rebosar de monedas
de oro para pagar a las tropas británicas de ultramar. La noche en
que navegaban a la altura de la Ría de Corme y Laxe, arreció la
tempestad. El capitán divisó algunas luces en la costa que debían ser
de una pequeña aldea marinera resguardada al fondo
de alguna ensenada. Arrumbó hacía la bahía con la intención de
protegerse del temporal, pero la nave encalló y los golpes de mar se
encargaron del hundimiento. Solamente el capitán y el comisionado
de la colonia británica alcanzaron a nado la playa y salvaron la
vida. A La mañana siguiente en las playas de Laxe
aparecieron doce cadáveres y restos de la nave. Pero aquella noche
también murió el funcionario del gobierno británico que apareció
muerto en el cobertizo que les sirvió de refugio. El capitán, inhumó en el cementerio los restos de
su esposa e hijo, que según narran los más ancianos del lugar,
aparecieron sobre la playa abrazados. Nunca se supo dónde fue a
parar el cofre repleto de monedas de oro.
¿Qué eran
realmente aquellas luces que divisó el capitán? ¿Cómo murió el funcionario que
había logrado salvarse junto al capitán? ¿Dónde fue a parar el
tesoro de monedas de oro? Cuarenta años después, y durante un
terrible amanecer invernal, en la aldea de Arou se repitió la
tragedia. En los bajos de O Negro
flotaban los restos de otro buque inglés. Corrieron hacia el Monte
Lobeiras para socorrer a los náufragos, y en el camino se
encontraron, dos tripulantes muertos del wolfstrong a
los que algún desalmado había mutilado sus brazos. Nada se pudo
aclarar tan tenebroso asunto, como nada más se
supo del siniestro del Adelaide. Hubo
años más tarde otros hundimientos quizás provocados, que quedaron
envueltos en el halo del misterio.
En el año 1875 en los mismos bajos entre
Santa Mariña y Arou, naufragó el buque británico
revanchil posiblemente en acto de piratería. Luego
ocurrieron muchos más que han ido nutriendo la leyenda: Es muy
probable que el Iris hull fuera hundido en 1.883 por
piratas en la costa de Santa Mariña; También en
Malpica, seis años después, apareció el cadáver de una
naufraga del Prima con las orejas y varios dedos amputados, al
parecer, para robarla pendientes y los anillos. Hay quien acusa a la
piratería lugareña del más conocido de los naufragios, el del buque
escuela inglés The Serpent en el que
fallecieron trescientos hombres y del que recientemente, se ha
descubierto el mascarón de proa escondido en un viejo molino del
pueblo de Santa Mariña. Las sospechas alcanzan a la
villa de Agra que, curiosamente,
fué condecorado por la Armada Británica por el heroico
comportamiento de sus marineros en el salvamento de sus náufragos...
¿Quién lo sabe?
Estos hechos corrieron
de boca en boca y de taberna en taberna por todos los puertos
ingleses alimentando la leyenda que narra la piratería de la Costa
de la Muerte en la que
agazapados en la oscuridad tenebrosa de la noche y con la
complicidad del aislamiento de estas
aldeas, se cometieron los más impunes y terribles actos de
piratería. Quizás esta sea la procedencia del tétrico nombre de esta
increíble costa Gallega. O quizás no... Desde Cabo Villano, a las
Islas Sisargas, en esta costa, la más septentrional de Europa,
conocida como Costa de la Muerte, se desarrollaron la mayor cantidad
de naufragios en siglos pasados pero muy recientes.
En la mitología Irlandesa se narra que en su creación,
a Irlanda llegaron un reducido grupo de guerreros tras una larga
singladura, desde la Tierra de los Muertos. Y en la antigua Grecia
ya denominaban a esta costa Gallega como la Tierra de los Muertos.
El Finisterre de los antiguos Griegos, allá donde la tierra acababa,
comprendía la parte de Galicia que aparece con el nombre de Dutika
Mere, que significa región de la muerte. Para los hombres de
entonces la tierra era plana y en Finisterre estaba el fin del
mundo, donde el Sol era engullido cada día por el inmenso océano
morada de monstruos y demonios.
Además,
esta idea coincidía con la Vía Láctea del firmamento, plagada de
luces cual campo de estrella ("Campus d'estelas" o "Compostela") que
viene a morir en ese mismo punto del continente por las tierras de
Santiado de Compostela. Siglos después,
las invictas legiones de la Roma Imperial, alcanzaron el límite
fronterizo entre la tierra firme y el océano inmenso, el “non plus
ultra”, y sus valientes soldados se aterrorizaron al comprobar que
el sol era tragado cada atardecer por el Mar de las Tinieblas
bautizando desde entonces a estas costas como el "Fin de la Tierra".
Pero es más que
probable que la inmensa mayoría de los naufragios se deban sin más a
la peligrosidad de sus aguas. En el pequeño pueblo de Corme han fallecido ahogados en la última mitad del siglo XX más de
cien marineros y mariscadores, hombre y mujeres nacidos en ese
pueblo que sucumbieron en el terrible océano.
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