Navegamos rumbo Norte desde la frontera española hasta la ría del
Garona a lo largo de una costa monótona de más de 200 kilómetros.
Largas playas de arena tostada tapizadas casi hasta el mismo mar, por
densos pinares que embriagan de olor a pino toda la zona incluso
varias millas mar adentro. El agua verde esmeralda descubre la escasa profundidad de la
plataforma continental. Olas impresionantes que inexorablemente se
estrellan en las infinitas playas para disfrute de los surfistas.
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Tras los últimos picachos del Pirineo que se hunden en el mar a la altura de Pasajes de San Pedro, la costa
escarpada cede poco a poco su lugar a las playas Francesas con sus
inmensos pinares. Arenales infinitos sobre los que se precipitan las
olas procedentes del Atlántico. De vez en cuando algún búnker de la 2º guerra mundial y muchos surfistas.
Tan bonitas se mostraban las olas que decidimos acercarnos para
verlas de cerca y filmarlas desde el mar. Elegimos una zona en la
parecían querer trepar más alto. Nos pusimos a una
distancia prudencial de donde se manifestaban con su máxima intensidad. Punto muerto, sonda
4 metros. Un auténtico espectáculo de belleza y plasticidad. Las
olas se levantan enérgicas para convertirse en paredes
que poco a poco se transforman en grandes monstruos rugientes.
De repente observamos como un amenazador muro de agua de 3
metros de altura se acerca directamente hacia nosotros. ¡Joder,
que se viene encima! Metemos motor y la enfrentamos rápidamente.
Acelero hacia ella con instantánea preocupación al ver como empieza
a mostrarnos su forma cóncava y cilíndrica. ¡Que belleza! Su cresta
de un par de palmos se transparenta mostrándonos luminosas
tonalidades verde esmeralda, mientras acelero más hacia ella para
remontarla con suavidad. El barco trepa sin problemas mientras
observamos el traslúcido verde-azul de la ola. Corto el gas en seco mientras
descendemos rápidamente los 3 metros de altura. Uauuu!!!
Que sensación! Nos damos la vuelta y vemos como la
ola sigue avanzando a nuestra espalda inexorable y enorme hacia la
playa. Todavía se aleja de nosotros durante un par de lentos
segundos antes de derrumbarse de forma majestuosa en infinitos
chorros de espuma blanca. ¡Menuda pasada! Pero salimos
inmediatamente mar a dentro para no tener que repetir tan bellísima
e impresionante experiencia.
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La escasa profundidad de la zona es la que justifica la
peligrosidad de estas aguas que hasta los Bretones procuran
evitar. Decenas de millas sin posibilidad de resguardo alguno.
Refugios lejanos que además son muy peligrosos con mal tiempo o
sencillamente imposibles de practicar.
El velero varado en la playa nos
recuerda que no debemos "juguetear" demasiado cerca de la
costa so
pena de acabar como él.
La
llegada a Capbreton
A treinta millas náuticas de San Sebastián se encuentra el
pueblo de Capbretón en donde se esconde una preciosa y acogedora
marina. Pero hay que franquear primero una entrada en mitad de un
arenal bastante comprometida en bajamar o en cuanto haya algo de
oleaje. Con mal tiempo no quiero ni imaginármelo… De hecho el pasado
invierno un temporal se llevó totalmente la estacada, que define uno
de los brazos del canal. El puerto de Capbretón es precioso y su
gente encantadora y amable. Las playas de los alrededores están
plagadas de surferos y
bañistas.
Capbreton
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Entrada al canal y al
puerto de Capbreton |
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Puerto de Capbreton |
Regalo de Bienvenida |
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su ciudad y sus playas |
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Capbreton
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A la mañana siguiente nos dispusimos a salir hacia el
norte sin esperar marea alta, para poder alcanzar con tiempo la
entrada de la bahía de Arcachón famosa por su ostra. Más de 50
millas de distancia por recorrer que aconsejan no demorar la
partida. Varios pesca-paseo ya han salido y están en la mar con sus
cañas de pescar. Cual sería nuestra sorpresa al ver una verdadera
rompiente a la salida del canal. Una rompiente de un buen metro de
altura cubriendo toda la salida con una barra de espuma blanca. Si
no fuera por los barcos que estaban ya fuera, me
hubiera dado la vuelta inmediatamente… Finalmente sin problemas. Un
ligero acelerón a nuestro Yamaha F350, un pequeño salto sobre la
rompiente y fuera. Ya estamos de nuevo en el Atlántico. "Saltito" que
no pudimos fotografiar por lo comprometido del momento y que ciertamente
debió parecer espectacular, pues se nos
acercó una motora francesa para saludarnos y comentarnos... "Qué
tal la ducha que os acabáis de meter?..." La Cap-Camarat protege tan bien del
mar que en este aspecto no tuvimos ninguna preocupación.
¡Al ver la rompiente en la salida,
piensas en darte inmediatamente la vuelta! Desde fuera, las
olas que barren la entrada son impresionantes como puede verse
en las siguiente secuencia.
Capbreton
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Capbreton
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La entrada a la bahía de
Archachon
Las 50 millas navegadas hasta la bahía de Arcachon
fueron bastante tranquilas hasta que nos aproximamos a su entrada... Con algo más
de mar de la que hubiésemos deseado, la entrada a la bahía es algo
pavorosa…
Antes de alcanzar las remansadas aguas interiores
tienes que acercarte por un canal balizado con grandes boyas de
aproximación durante 4 millas. La entrada a la bahía es un puro
arenal de 10 kilómetros de largo por 5 kilómetros de ancho y sin
apenas profundidad, continuamente
barrido por rompientes en toda su extensión. Con los ojos clavados
en el chart-plotter nos acercamos hasta localizar la boya principal
de aproximación.
La sonda indica 7 metros y la adrenalina se te
dispara cuando localizas las dos boyas verde y roja por donde tienes
que “colarte”. Mientras alucinas con el panorama, las olas que
vienen de alta mar camino del arenal que debemos atravesar te
zarandean. La sonda sube y baja de 4 a 7 metros… y el “marrón” viene
después cuando el canal se estrecha en la segunda pareja de boyas,
que por cierto no logramos identificar. Ves en la carta que el
arenal en esa zona da una profundidad de sólo 3,9 metros!
Nos ponemos a ralentí para estudiar la situación y
vemos como las extensas olas de fondo que vienen de mar
abierto, sencillamente se estrellan en un estrepitoso huracán de espuma allá
adelante, por donde se supone que debemos pasar, entre las segundas
boyas numeradas como la 3 y la 4.
El apuro es intenso. De modo que decido llamar por la
VHF a tráfico de cabo Ferret, allí llamado el “Semaphore du Cap
Ferret” para pedir consejo. La respuesta es tan franca como
convincente. Me confirman que en el estrecho paso, hay olas que
rompen de dos metros y medio de altura. Y cuando decimos que rompen
es que rompen de verdad, como las de Hawaii… Olas largas que se
estrellan allá, 400 metros delante de nuestra posición en mitad del
canal de paso, por donde
todavía no conseguimos descubrir las ansiadas boyas 3 y 4.
También me aconsejan por la VHF esperar un par de
horas antes de intentar entrar. ¿Un par de horas? Pero si ya estamos
en la pleamar! En un par de horas la cosa podría ponerse mas fea! Gran error de cálculo ya que efectivamente el Raymarine me indicaba
que estábamos en marea alta,.. pero de la hora UTC! O sea que
con el cambio horario efectivamente todavía faltaban casi dos horas
para la máxima altura de la marea. UTC+2. ¡Claro! Pero en ese momento no
acababa de entenderlo, máxime con la situación que estábamos
viviendo.
Con un mar tranquilo el canal de paso es evidente, como se
aprecia en la foto aérea. Con una mar de fondo de 2 a 3 metros
el panorama no tiene nada que ver.
En cualquier caso Cap-Ferret nos aconseja esperar y
así lo hicimos al menos media hora más, momento en el que decidí
entrar dando un rápido empujón con nuestro fueraborda. El cálculo de
sonda era claro. 3,9 metros de fondo, menos 2,5 metros de altura de
las olas, igual
a casi 1,5 metros como mínimo, suficiente
para no quedarme clavado encima del arenal.
La experiencia finalmente se tornó apasionada y
divertida a rabiar. Nos fijamos en la cadencia de las olas y
esperamos a que pasaran 3 grandes. Detrás de la tercera nos colamos
acelerando prudentemente detrás de ella y rumbo hacia donde debía
encontrarse el siguiente paso de boyas. Cuando la ola empezó a romper
con estrépito, aceleré sobre ella, ahora mirando hacia atrás para
ver como una cuarta ola
bien surfera se acercaba a punto de romper y a no más de 30 metros
de nuestra popa. Pequeño empujón a la palanca de gases y notas que
la situación está totalmente bajo control. Te escapas sin problemas.
Las rompientes ya se han quedado atrás y simplemente basta con
seguir navegando por un canal bien señalizado de boyas, hasta las
remansadas aguas del interior.
Arcachon
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Bahía de Arcachon |
Basureros flotantes |
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sus dunas |
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sus ostras |
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sus puertos |
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atasco al entrar en puerto
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hay que prever las mareas
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sus corrientes |
su isla de los pájaros |
Arcachon
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La
bahía de Arcachon
Una vez
dentro de la bahía de Arcachon te encuentras tan resguardado
como en un lago interior. El entono tiene un gran encanto, y
toda su costa está plagada de pequeñas marinas que en muchos
sitios son simples fondeaderos. No dejas de pensar en sitios
con cierto parecido como lo es el Mar Menor en Murcia aunque
con grandes diferencias como las mareas que originan fuertes
corrientes capaces de hacer garrear al mejor ancla. Por
ello hay boyas sujetas a muertos por todas partes.
Los diversos
canales bordean extensas zonas "sembradas" de palos clavados
en la arena y que hacen las veces de bateas para la producción
de ostras que tanta fama dan a esta ciudad Francesa.
La afición
En Francia la
náutica de recreo es casi un deporte nacional. Todo el mundo
tiene su barco y el puerto de Archachon está abarrotado. En
las cercanías del puerto el tráfico de barcos es continuo e
intenso. Te crees metido en mitad de la procesión de
barcos el día del Carmen. Literalmente cientos de barcos
entran y salen. Imposible encontrar un amarre para pasar la
noche.
Por ello
decidimos fondear en una boya cercana al espigón. ¡Gran error!
el tráfico de barcos nos impidió descansar debido a los
continuos meneos. La corriente vaciante y entrante también
ayudaron junto con el pequeño oleaje a no pegar ojo durante
toda la noche.
De haberlo
sabido hubiéramos navegado hasta el fondo de la bahía a través
de sus múltiples canales, para quedarnos varados plácidamente
durante toda la noche. |
Los sistemas de dunas colindantes a
la bahía de Arcachon son los más altos de Europa.
El
Camping Boat
De eso se trata. De lograr la
independencia para poder navegar tanto en el mar como en las
rías, o en los canales. Sin necesidades de amarre, de buscar
hoteles, de encontrar un restaurante. Con la libertad de
partir cuando te apetece o de alargar la estancia en los
puntos deseados.
Todo ello dentro siempre de los
límites de la lógica y del sentido común. De vez en cuando hay
que comprar provisiones, llenar el tanque de gasolina, tener
muy presente el estado de la mar, los partes de la meteo y
respetar siempre las mareas.
El poco calado de la Cap
Camarat –en torno a un metro- ayudó mucho a adentrarnos hasta
el fondo de algunas rías. En los casos más extremos de
restricciones de calado siempre es posible al ralentí subir el
trim del fueraborda para reducir todavía más el ya de por sí
escaso calado del barco.
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