“LA GIRALDA” en lastre. Su perfil
muy arrufado (curvatura) le da a la proa una altura excesiva.
El barco tenía una eslora de 65m y
unas 1.100 tons. de carga, venía cubriendo la dura ruta del Mar del
Norte y Mar Báltico, pertenecía a la Naviera del Odiel, la cual fue
creada en Huelva en el año 1956. Formaban su flota entre 6 y 8
unidades, siempre con nombre de lugares andaluces, trasladando en
los años 70 su sede a Madrid. Mi cargo a bordo era de 2º Oficial, con mi
recién estrenado Titulo de Piloto.
Estos barcos en modo alguno eran
idóneos para destinarlos a este tráfico y menos en invierno, no
obstante los armadores priorizaban los buenos fletes que conseguían,
sin considerar si reunían o no las condiciones adecuadas para
aquellas latitudes. Por citar un ejemplo, el agua caliente era
prácticamente inexistente en las únicas duchas comunitarias. La
razón era bien simple, las tuberías procedentes de los calentadores
de la maquina salían durante largos recorridos por cubierta
(pasillos laterales), si tenemos en cuenta las bajas temperaturas,
su pérdida de calor estaba asegurada. La precariedad de estos barcos
era evidente, sobre todo si la comparábamos con los otros que nos
cruzábamos a lo largo de nuestra ruta, con una confortabilidad
inexistente en nuestro caso.
La buena convivencia que se daba en
estos barcos daba como resultado una tripulación conformada pero
feliz en su duro día a día. Disponíamos de una pequeña Cámara de
Oficiales, única para Puente y Maquinas, con una comida bastante
aceptable. Al mencionar el tema de la comida, en honor a la verdad
hay que decir que, si en un barco se come razonablemente bien, las
cosas funcionan mejor. En algunos barcos el procedimiento para que
el presupuesto de “gambuza” estuviera bien de fondos, era que el
Capitán pactaba con el Mayordomo una cierta permisividad en sus
“tejemanejes” en los puertos con el tema del tabaco y el alcohol a
cambio de que la comida de a bordo se beneficiaran de este
“tráfico”, si bien es muy probable que en nuestro barco dicho pacto
no existió.
Abordar el tema del contrabando, aunque sólo sea de
forma superficial, podrá parecer delicado, si bien en una narración
relacionada con la vida en un barco, no vamos a cometer la
hipocresía de ignorar lo que siempre fué, o es, una las
“actividades” que por parte de muchos o de pocos, desde todos los
tiempos, ha sido una práctica habitual, sobre todo haciendo
referencia a contrabando “light”. Para otra ocasión, no menos
atractiva, trataremos otro tema tan “tabú” como curioso e
interesante, en lo que se refiere a la tenencia de “una
novia en cada puerto”.
Volviendo a los “menús”, la “porrusalda”(caldo
gallego) y la “merluza en salsa verde” eran excesivamente
habituales. Nuestro Cocinero/Mayordomo con frecuencia nos
“machacaba” diciendo que se iba a desembarcar en cada puerto que
hacíamos escala, que denunciaría a la Compañía y así un sinfín de
tropelías. Siempre siguió a viaje, ya que un desembarco por “su
voluntad”, le hubiera supuesto costearse su regreso a casa.
Con este nuevo embarque tenía al
alcance la “agradable” experiencia de repetir la navegación por el
Mar del Norte, sin duda una de las zonas de navegación con mayor
dificultad. Este calificativo se basa en aspectos de singular
trascendencia tales como, gran densidad de tráfico, poca
visibilidad, corrientes de mucha intensidad, frío considerable. A
ello debemos añadirle el Báltico, que viene a ser como un
Mediterráneo en cuanto a comportamiento como mar cerrado, pero con
clima extremo en invierno y gran extensión de superficie helada.
Debemos tener en cuenta que nuestro equipo de navegación era de lo
más básico, sobre todo en los barcos de estas Navieras, podríamos
llamarlas de "2ª división”. En aquel tiempo los mismos botes
salvavidas, caso de usarlos, si bien podrían evitar el morir
ahogado, no iban a impedir morir de frío. El protocolo que consistía
subirse al puente alto a verificar mediante el compás magistral la
fiabilidad del rumbo, era una tarea que daba respeto, sobre todo de
noche.
Los viajes
El relato transcurre a lo largo de
tres viajes con puntos de escala distintos en Suecia, que si bien
tenían en común el tipo de carga, madera en tablones, se trataba de
tres puertos con diferente problemática de acceso. Al ser época
invernal las aguas del Báltico quedaban muy afectadas por la
formación de hielo en grandes extensiones con una capa de hielo que
desde alta mar iba aumentando su grosor hasta llegar a la costa.
Cuando se cerraba un Fletamento
(contrato de transporte), cuando más al Norte estuviera el puerto de
carga más alto era el flete que se obtenía. Ello era debido a que
conseguíamos sacar madera de cargaderos que en unos días iban a
quedar cerrados sobre todo para el tráfico de barcos pequeños y poco
preparados como el nuestro. Ahora bien, la condición es que en
ningún caso deberías pedir ayuda por causa del hielo. Solo hay que
considerar la gran dificultad que nosotros tuvimos tanto para
acceder como para salir de la trampa que suponía la mar en estas
condiciones.
AVILÉS/GANTE/PITEA/BALEARES
El
primer viaje de subida nos llevaría de Avilés a Gante, para luego en
lastre (sin carga) proceder hasta Pitea, uno de los puertos más
septentrionales del Báltico ya en el Golfo de Botnia, próximo a la
frontera con Finlandia. De allí completos de madera, cargada tablón
a tablón y con una generosa cubertada (carga en cubierta encima de
las bodegas), procedimos a una “gira” por las Baleares (Ciudadela,
Palma, e Ibiza). Este sistema de carga podríamos llamarlo artesanal,
de tablón a tablón es debido a que en aquel tiempo aún no se había
iniciado lo que más tarde fueron los preslingados (paquetes de
madera) lo cual si bien ocasionaba una pérdida de estiba
considerable (aprovechamiento de espacio en bodega) disminuía
drásticamente el tiempo necesario para la carga y descarga. Bien es
cierto que los barcos que en aquel tiempo se destinaban a este
tráfico por la forma del casco, no hubieran dado un buen resultado
para el embarque en paquetes, para ello se utilizaron ya en la
década de los 80, barcos de mayor tamaño y con formas más “de
cajón”.
El tiempo en esta ocasión fue bastante
benévolo ya que mar y viento no sobrepasaron la fuerza 4 o 5. El
habitual mal estado de la mar, podía ser a causa de la borrasca que
teníamos encima, o por el paso de la anterior o bien por la mar que
va anunciando la llegada de una próxima. La visibilidad habitual
podría estar entre la media milla a una milla. Poder disfrutar de
varias millas era un lujo. El radar era de una ayuda vital. Ya en
pleno Mar del Norte, en cierta ocasión que seguíamos la ruta de
boyas, (cada 5 millas) que nos llevaría a recalar a la “chata” de Texel (barco faro fondeado), situada muy alejada de la costa
holandesa, la niebla alcanzo tal espesor que decidimos fondear junto
a una de estas boyas, las cuales vienen a balizar (señalizar) el
centro del canal, en el que el tráfico transcurre dejando las mismas
siempre a su Babor. Con ello se consigue crear una separación del
mismo, reduciendo de forma notable el riesgo de abordajes. Al
fondear en el lugar que puede ser considerado centro del canal
(arcén central) nos daba cierta garantía de quedar fuera del
tráfico. Ello nos permitió valorar visualmente la intensidad de la
corriente ya que, al poder divisar la boya, por su proximidad al
estar fija en su posición la mar deja una estela, lo cual da una
imagen aparente de que la boya “navega” a gran velocidad. Este
fondeo en alta mar era posible merced a la poca profundidad que se
da en todo el Mar del Norte.
Nevada en el mar
Con relación al tema de la visibilidad,
una anécdota afortunadamente sin consecuencias la protagonizo una
nevada nocturna en plena navegación, es poco frecuente que nieve en
la mar. Durante mi guardia de noche de 00 a 04 horas, buscando la
proximidad de una pequeña estufa eléctrica que colgaba del techo,
justo encima de la puerta de salida al alerón (lateral del Puente
al descubierto), me extraño que lleváramos bastante tiempo sin
avistar ningún barco. Es probable que la visibilidad aceptable del
momento me permitía no ser excesivamente “esclavo” del radar, o así
me lo pareció. Dentro del Puente en la noche tan solo hay una débil
luz en el compás de gobierno (brújula), atenuada por una cobertura
de latón que sólo se retiraba con luz del día, la oscuridad es casi
total. En aquel tiempo el gobierno del barco era manual, ya que el
piloto automático era un “lujo” desconocido.
De pronto me pareció ver una imagen
anómala junto a los cristales frontales que daban hacia Proa, lo
cual motivo que abriera uno de ellos y cual seria mi sorpresa cuando
al bajar el cristal una buena cantidad de nieve se precipito hacia
el interior. Supuso un gran sobresalto darme cuenta de que
llevábamos tiempo, a saber cuánto, que veníamos navegando con los
cristales cubiertos de nieve sin visibilidad alguna, mi reacción fue
la de precipitarme de inmediato al alerón. Por suerte nuestro
horizonte estaba despejado y una copiosa nevada caía a nuestro
alrededor, lo cual a decir verdad no daba muy buena visibilidad.
Todo quedo en un susto, pero es evidente que estos mares nos pueden
deparar todo tipo de incidencias.
En Gante
La escala en Gante fue en un canal
situado en sus proximidades, bien alejado de la ciudad y sin tiempo
para acceder a ningún lugar. La operación de descarga del granel se
efectuó en menos de 24 horas. Adiós Gante, lugar sin duda de enorme
interés arquitectónico. Esta escala es un ejemplo de lo que supone
la precaria actividad de turismo que puede realizar el marino. El
barco casi siempre opera en lugares bien alejados de núcleos
urbanos, con lo que se hace complicado visitar las ciudades.
El
paso de los años y la evolución de los medios de descarga, así como
el uso de los contenedores ha sentenciado casi definitivamente la
vertiente turística que el navegante en algún tiempo llegó a tener a
su alcance. De una permanencia en puerto de varios días se ha pasado
a hacer escalas de horas sobre todo para el tráfico de contenedores.
Hay que destacar la labor que siempre
han tenido los Stella Maris (casas del marino) que están situados a
lo largo de todo el mundo. Su función es la de ayudar a los
marinos en su permanencia en puerto, ofreciendo servicios de
comunicación, asesoramiento, así como servicio religioso sea cual sea
su confesión. Es obligado citar a nuestro Stella Maris de Barcelona,
en el cual se halla al frente mi buen amigo y compañero de
profesión, Ricardo Rodríguez Martos, Capitán de la Marina Mercante,
desde hace más de tres décadas. Como prueba evidente de su buen
hacer está el haber sido elegido de forma claramente destacada el
mejor Stella Maris del mundo en el año 2016.
En este viaje al poco de haber salido
de Avilés, se me presenta en el camarote un marinero recién
embarcado, para solicitar mi asistencia como responsable del
botiquín y en general del tema medico en el barco. Es costumbre que
al 2º Oficial se le da la responsabilidad del uso del botiquín y en
general de cualquier situación de “primeras urgencias”. Como
“formación”, en el ultimo curso de la Escuela Náutica, teníamos una
asignatura llamada HIGIENE NAVAL, mediante la cual se suponía, que
era mucho suponer, que estábamos preparados para atender los temas
más básicos en esta materia. El problema que me planteo el marinero
era que estaba padeciendo un ataque de asma y que su tratamiento
consistía en darle una inyección intravenosa que por supuesto el
disponía. No veáis la “papeleta” que supone allí en medio de la
tangana habitual que el Golfo de Vizcaya, nos proporciona, buscarle
la vena al buen hombre, son momentos que te quedan grabados como una
pesadilla momentánea. No se como ocurrió, pero encontré la vena. Hay que
reconocer que el “ángel de la guarda” existe, y debe hacer un
montón de horas extras al lado de la gente de mar. Es evidente el
desamparo al que estamos expuestos ante un problema grave de salud.
En la actualidad una ayuda bastante eficaz es poder contactar por
radio con el Servicio Radiomedico ubicado en la Capital del reino.
Un medico que dispone de nuestra ficha medica analíticas etc., que
proceden de nuestra revisión anual, podrá orientarnos llegado el
caso de una urgencia, no hay más.
CANAL DE KIEL
Para proceder a nuestro destino en
Suecia la ruta a seguir nos obligó a pasar por el Canal de Kiel, y
así evitar dar toda la vuelta a la península de Jutlandia
(Dinamarca). El canal de Kiel dispone de unas esclusas en sus ambos
extremos, con un recorrido de casi 100 kms. Inaugurado en el
año 1895,
une el puerto de Brunsbuttel en la orilla del río Elba, que da
acceso a Hamburgo y Kiel en el Mar Báltico. Es de poca anchura y por
supuesto indispensable la presencia del Practico. Cabe destacar que
en el canal se navega entre un buen numero casas situadas a pocos
metros de su orilla, permitiendo desde el barco compartir con
curiosidad imágenes de gran proximidad.
El Báltico nos recibió con
fuerte viento y mar de SE, si bien a diferencia del Mar del Norte
este se comporta más como un Mediterráneo, mar cerrado y con olas
más cortas como consecuencia del poco “fetch” (espacio de mar en el
cual el viento al soplar con dirección e intensidad constante genera
en consecuencia una determinada altura de las olas). Allí la
navegación en su parte más próxima a la costa alemana debía seguir
siendo la que en las cartas náuticas nos obligaba a seguir una ruta
de boyas debidamente indicadas.
Su objetivo era el de poder
garantizar que los barcos no pudieran alcanzar algún peligro en su
navegación tal como abordar algún resto de naufragio o entrar en
contacto con alguna de las innumerables minas que fueron arrojadas
al mar con la intención de bloquear Alemania por mar, durante la
Segunda Guerra Mundial. A esta navegación se le dio el nombre de Nemedri.
ARCHIPIÉLAGO DE LAS
ALAND
En la ruta hacia nuestro destino hay
que pasar a través de un lugar que tiene un interés singular tal
como es el archipiélago de las Åland. Se compone de más de 60.000
islas e islotes, y sólo 70 están habitadas siendo uno de los dos
accesos al puerto de Estocolmo. Si bien en principio pertenecieron a
Finlandia, han llegado a tener una autonomía propia. Su idioma es el
sueco. La existencia de estas innumerables islas hace que el paso
navegable para seguir hacia el Norte sea muy angosto.
Dicho punto lo
alcanzábamos de noche lo cual ocasionó mayor dificultad, no
obstante, la señalización de aquellas aguas es de un impecable
dispositivo. Esta calificación puede darse hasta que en las fechas
invernales la formación de hielo empieza a mover boyas y marcas
creando un panorama difícil de interpretar para el navegante. Muchas
de ellas desaparecen. Otro factor en contra fué un elemento natural
imposible de controlar. Se trata de que justo en aquella zona las
cartas náuticas indicaban “magnetic storms” (alteraciones
magnéticas) Ello significa que el compás (la brújula del barco) de
pronto carece de la propiedad de orientación o sea de señalar el
Norte, ello debido a unas alteraciones del campo magnético terrestre
que se producen en esta zona. Otro lugar en que es bien conocida
esta anomalía la tenemos en el famoso Triangulo de las Bermudas, de
las cuales se han relatado innumerables incidencias que se han dado
tanto en la navegación aérea como en la marítima.
Así fue como avistando las luces que
señalizaban el acceso al paso navegable entre islas de poca anchura,
de pronto el timonel observó como el compás empezaba a dar vueltas
sin quedar fijo en su posición lo cual impedía mantener el rumbo. Por
suerte las posiciones de las luces del balizamiento nos permitieron
avanzar con garantías de acceder al canal navegable, si bien al cabo
de unas pocas millas el compás volvió a su función habitual y así
pudimos proseguir la navegación, pasado el susto.
SE APROXIMA EL MAR
HELADO
Estábamos próximos al círculo polar
ártico (66º33’), y siendo mediados de noviembre, el hielo pronto
aparecería. Así fué. La mar empezó a tener un aspecto de superficie
blanca que claramente nos indicaba que empezábamos a tener una capa de
hielo.
Cuando venimos de alta mar la capa de hielo inicial es de
poco grosor, pero a medida que nos vayamos aproximando a la costa su
grosor empezara a aumentar. Llegado a este punto será indispensable
localizar el canal en el que el hielo está troceado (open pack), lo
cual permite, no sin cierta dificultad, acceder a los muelles de
carga, sobre todo para barcos como los nuestros que no están
preparados para aquellas aguas. Incluso debemos tener en cuenta que,
si estamos navegando por un canal que podríamos llamar abierto, de
no haberse dado el paso de ningún barco por dicho canal en cuestión
de unas horas, éste puede compactarse de nuevo ofreciendo serias
dificultades a nuestro avance.
Una de las causas que favorecen la
creación de esta capa de hielo es que la salinidad del mar Báltico
es muy baja, llegando a recibir el nombre de agua salobre, con
valores de densidad que oscilan de 1.005 a 1.015, que nos indica que
en cada litro puede haber en suspensión tan solo 5 a 15 gramos
de sustancias minerales, cuando en el Mediterráneo podemos estar en
valores de 1.030 o en el Mar Rojo superar los 1.040. Ello es debido
entre otras razones a que el Báltico es un mar cerrado con baja
evaporación por el clima, así como una importante aportación de agua
dulce procedente de ríos y deshielos.
Una vez en las proximidades del muelle
en donde debemos amarrar, queda una parte no menos importante que
consistirá en hacer desaparecer todo el hielo que se acumula entre
barco y muelle. Para ello mediante la ayuda de los cabos (amarras)
dados a tierra y la máquina, poco a poco vamos eliminando la capa de
hielo. El método a seguir será el de una vez dados los cabos a
tierra dar maquina atrás, tomando especial protagonismo el spring de
popa (cabo que impide que el barco se desplace hacia popa), lo cual
impedirá que el barco inicie su arrancada atrás. Con ello se logra
generar una corriente entre el costado del barco y el muelle, en
dirección a proa, la cual permite lentamente ir eliminando el hielo
que nos separa. Todo ello combinado con el virar (tirar)
alternativamente de los cabos de proa y popa, que con lentitud
“casi” nos permite quedar atracados. De nuevo la maniobra de salida
no estará exenta de dificultades para abrirse paso entre tal
panorama de hielo troceado.
ESCALA EN PITEA,
FRÍO, NIEVE, HIELO Y UNAS EXPERIENCIAS SOCIALES MUY AVANZADAS
La temperatura que ya en esas fechas
se situaba normalmente entre los -5º/-10º, si se generaban vientos de
componente N o NE, ocasionaban una entrada de frío adicional procedente
del Polo o de Siberia, con lo que el termómetro llegó a alcanzar lo
32º bajo cero.
Lo más destacable que recuerdo de
estas bajas temperaturas es la indispensable protección de las manos
y un fuerte dolor que sentíamos en el pecho cuando inspirábamos
aire. Otro factor que se añadía a la dureza del clima es que el sol
nos saludaba con un amanecer sobre las 09 horas y se despedía sobre
las 13 horas.
Debido a la carga que se realizaba
tablón a tablón el ritmo era lento, prolongándose la carga a lo
largo de 4 días. Una curiosidad sobre el proceso de carga es que los
tablones eran manejados con gran habilidad por un solo estibador
incluso lanzándolos a cierta distancia.
Con una estancia tan prolongada en
puerto era razonable querer darse una vuelta por la población que se
encontraba a 2 km. del cargadero. Y todo y a sabiendas del poco
atractivo que ofrecía con unos pocos “konditori”, especie de
granja/bar en Suecia, en donde podías encontrar café pasteles y poco
más. Lo duro era el trayecto con un espesor de nieve considerable.
Me incorporé a una primera
“expedición” formada por tres miembros de la tripulación que nos
disponíamos a realizar una “agradable” excursión por la nieve. Cual
fue nuestra sorpresa cuando, observamos que a la salida del muelle
había más de un “Mercedes” particular, con el motor en marcha, su
calefacción a tope y con un sonriente sueco al volante dispuesto a
ofrecer su “compañía” a todo aquel que quisiera subir “a bordo”.
Es momento de recordar que en esta
época la presencia de tripulantes femeninas era inexistente.
Probable por falta de experiencia, desconocíamos tal “costumbre”.
Entre los tres llegamos a un rápido acuerdo sobre cómo proceder ante
tal situación para no desaprovechar lo que suponía este “taxi”
gratuito. Otro punto conflictivo era encontrar el voluntario que
compartiría asiento delantero con el “filantrópico chofer”, con las
insinuaciones que pudieran producirse al menos durante el trayecto.
No consigo recordar con detalle que sucedió, pero sí que hubo un
malintencionado intercambio de sonrisas entre el chofer y el
compañero que ocupaba el asiento delantero, lo cual nos permitiría
llegar con comodidad y sin frío a nuestro destino, apeándonos con
rapidez del coche a la primera ocasión que tuvimos. ¡Que susto!
Ya liberados de nuestro “benefactor”,
pudimos comprobar que la población, como todo, estaba cubierta bajo
una gruesa capa de nieve, y tenía muy poco que ofrecernos. Quedaba
claro que nuestra única pretensión era perder de vista el barco
durante unas pocas horas.
En una de las mañanas en las que nos
disponíamos a reanudar las operaciones de carga a las 8 de la
mañana, se acercó el Agregado que llevábamos a bordo en prácticas,
"Francisco" un “granaino” muy saleroso, y empezó a relatarnos la
“historia” que le había sucedido el día anterior. Si consideramos
que esto tuvo lugar en el año 69, Unos 50
años atrás, nos haremos una idea de lo avanzada que estaba la sociedad sueca
en temas de amoríos. Vamos allá....
El amigo Francisco se encontraba en
uno de los citados “konditori” y con su escaso inglés se “enrolló”
con una joven sueca de aspecto estudiantil. Llegado el momento ella
le invitó a que le acompañase a su casa, la cual resultó ser el
chalé de sus padres. La madre abrió la puerta y la joven presentó a
su amigo español, que andaba de paso en un barco que realizaba
operaciones de carga en el puerto. Sin más se marcharon a su
habitación en donde al parecer tuvo lugar un amplio cambio de
“impresiones” sobre la cultura hispánica y sueca, con un amplio
intercambio de “amistad”. Pasado algún tiempo la madre llamó a la
puerta de la habitación para informar que el té y las pastas les
esperaban en la sala. Francisco contaba estupefacto sobre la
sorprendente hospitalidad, y cómo se dispuso a seguir la invitación
que tan amablemente recibió.
No con menor sorpresa, en la sala los
acompañaba también el mismísimo padre de la joven, el cual se
interesaba por ciertos detalles tales como la hora en la que debía
regresar al barco, ya que se ofrecía a acompañarle con su automóvil
a la mañana siguiente. No es necesario añadir que, recuperadas sus
fuerzas tras la agradable merienda, se retiraron de nuevo a su
habitación para proseguir la sesión “didáctica” que habían
interrumpido, hasta que a la mañana siguiente fue gentilmente
acompañado por el “tolerante” papá de la joven.
No hay mucho que añadir y que cada uno
saque sus propias conclusiones sobre tan avanzada sociedad, desde
incluso aquellos años. Terminado el relato el amigo Francisco vino a
pedirme que le dejara irse directamente a su camarote, pues según
él, venia “muerto”. En principio mantuve su función controlador de
carga, tal como en aquel tiempo solíamos hacer, si bien pasadas
algunas horas le relevé para que pudiera “recuperarse”.
RUMBO A LAS
BALEARES
Completada la carga, incluyendo una
generosa cubertada (carga en cubierta) nos disponíamos a poner rumbo
a los tres destinos en Baleares donde repartiríamos nuestro
cargamento; Ciudadela, Palma e Ibiza. Nos llevaría algo más de 15
días la travesía en la que cruzaríamos Europa de Norte a Sur.
Una
vez escapamos del hielo, de nuevo cruzamos Kiel, para proseguir por
el Mar del Norte, Canal de la Mancha, Golfo de Vizcaya, y por
último, en esta ocasión, un tranquilo Mediterráneo. Es tradicional
que el marino mediterráneo, tras dejar atrás las columnas de
Hércules procedente del Atlántico, note la sensación de haber
llegado a casa. Fue agradable el paso por las islas sobre todo
después de la gélida procedencia, con un clima y entorno bien
distinto. El contraste que se da, entre aquellas gélidas tierras y
la suavidad de nuestro clima, nos permitía reflexionar sobre el alto
precio que pagan por el estado de bienestar que ya en aquel tiempo
disfrutaban.
Descarga en Palma de Mallorca, al
fondo Porto Pi.
SETÚBAL, ESCOCIA,
KRISTINEHAMM (LAGO VANERN), EN NAVIDAD
Este
viaje presentaba unos destinos interesantes; Aberdeen en Escocia
para luego proceder al lago Vanern en el corazón de Suecia. Nuestra
escala en Setúbal era para tomar un cargamento completo de pasta de
papel (eucalipto), tan habitual en Portugal. Población de pequeñas
dimensiones cuyo trafico habitual se limitaba a esta mercancía y a
la pesca. Otro aspecto a destacar en este viaje era encontrarnos
en la proximidad de las fiestas navideñas, estábamos en pleno
diciembre. Si la ya habitual vida a bordo siempre tenía un
componente de añoranza, hay que reconocer cuando llegaban estas fechas,
esta sensación tomaba un especial protagonismo.
Tras ocho días de navegación sin
incidencias destacables, nos disponíamos a proceder a la descarga en Aberdeen, algo hacia el Norte de Edimburgo. Así llegamos a tierras
escocesas cubiertas con manto blanco. Tres días de descarga dieron
ocasión de poder visitar y vivir de cerca más de alguna celebración
de pre-navidad. Era muy frecuente sobre todo de noche, ver a los
escoceses haciendo gala de su tradicional vestimenta. Debo confesar
que a pesar de intentarlo no pude confirmar la sospecha de lo que
“no” se encuentra debajo de sus faldas.
Otro tema curioso fue el de la moneda
que circulaba en Escocia. En primer lugar, llamaba la atención que
en las tiendas los precios se podían ver en dos clases de moneda; en
libras esterlinas y en “guldens”, que vendrían a ser las libras
escocesas. En cuanto a las monedas la libra venia a valer 20
chelines y los guldens eran 21 chelines escoceses, luego había la
corona y la media corona. Todo un panorama que para el que está de
paso, supone un verdadero caos, pero curioso por su novedad. Era
evidente ya en aquellos años el hecho diferencial escocés.
Otro protagonista de esta escala fue
la formación acelerada que recibimos tanto en los pubs con su
tipismo especial, como por los proveedores de los diversas clases y
categorías de whisky. Uno de los que dejó mayor recuerdo fué el
descubrir el DRAMBUY. Se trata de un licor de whisky endulzado con
miel, de sabor muy agradable. Esta simpática cultura vinícola sólo
la pudimos descubrir cuando nos hicimos a la mar, momento en el cual
pudo abrirse el pañol del pedido del “entrepot” (provisión en todos
los puertos, de compras libres de impuestos). El fiasco mayor fué la
compra de tan solo una caja de 6 botellas, del recién descubierto whisky con miel, lo cual estuvo muy por debajo de las expectativas
que provocó nuestro “descubrimiento”. Sólo se puede acceder a esta
provisión cuando se sale a la mar.
CONTRABANDO “LIGHT”
Y ahora que estamos hablando de bebidas
fuertes, es buen momento para dedicarle un recuerdo especial al
papel que ocupaba el Ron Bacardí durante nuestras escalas en
Suecia. Este ron era uno de los “pecados” que se cometían en el
barco, en cuanto a lo que podríamos llamar contrabando light.
En
puertos anteriores a Suecia, algunos tripulantes hacían provisión de
un buen numero de botellas de esta calurosa bebida, tan deseada por
los suecos. Era una imagen habitual que, a última hora del
día en puerto, aparecieran en el barco visitantes, en ocasiones con
buena vestimenta, pidiendo Ron Bacardí. Era deseable que como mínimo
los visitantes fueran más de uno, ya que la norma de obligado
cumplimiento era que la o las botellas se las debían de llevar
puestas. Si eran varios, el tema no revestía especial gravedad, pero
si se trataba de uno solo, el consumo completo e inmediato de la
botella podía acarrearle graves consecuencias y por extensión al que
le hubiera facilitado el suministro.
El motivo de esta conducta era debido
a que la Policía portuaria, conocedora de esta práctica, patrullaba
por el muelle, por si pescaba a alguno con la botella en mano,
llevarla “puesta” no generaba sanción. No recuerdo cual era el
beneficio, pero seguro que pagarían dos o tres veces su valor en
origen (sin impuestos). Para evitar problemas se recomendó, que en
ningún caso, se vendiera una botella a una sola persona.
Estando ya en materia de esta
actividad “fiscalmente” ilícita podemos referirnos a otro tipo de
contrabando esta vez no en sentido Northbound (hacia el Norte), sino
en sentido Southbound (hacia el Sur). No me digáis como, pero la
cuestión era que en Suecia acababan llegando a bordo una buena
cantidad de paquetes de revistas, no del corazón, y que al parecer
se vendían a peso. No importaba que fueran actuales ni en que idioma
estaban, es fácil de deducir que se trataba de revistas “porno”.
Como es de suponer al llegar esta “prensa” a destino, la mercancía
era muy solicitada, siendo los propios estibadores, conocedores de
la procedencia del barco, los que prácticamente acaparaban la
totalidad del “alijo”.
NAVIDAD
Dió la casualidad de que las
operaciones de descarga se completaron el día 24 por la tarde. Como
norma, tan pronto el barco completa sus trabajos en puerto, debía
hacerse a la mar para proceder a su nuevo destino. En esta ocasión
con buen criterio el Capitán decidió que dada la fecha en que
estábamos, haríamos nuestra particular celebración de Nochebuena a
bordo y luego nos haríamos a la mar. En buena armonía y con el
pensamiento de cada uno puestos en los nuestros transcurrió la
velada. Recuerdo que el pescado que acompaño la cena procedía de
unos pesqueros que teníamos a nuestra proa en el mismo muelle. Ya en
la mar el día de Navidad fue un día más, cada uno en su interior
pudo tener el recuerdo para los suyos, hay que reconocer que en este
aspecto, este oficio requiere un singular sacrificio.
El autor
CANAL DE GOTA/KRISTINEHAM
En dos días cruzamos el Mar del Norte,
acompañados por un tiempo duro del SE fuerza 6 y 7. Esta vez recalando
al norte de la península de Jutlandia en Skagen, para desde dicho
punto, arrumbar a Goteborg, lugar en donde se iniciaría la navegación
a través del Canal de Gota, el cual nos llevaría hasta nuestro
próximo destino en Kristinehamm, situado en el lago Vanern en el
corazón de Suecia. Este Canal enlaza Goteborg, situado en la costa
occidental, con la costa oriental ya en el Báltico a la altura de
Norrkoping, que sería nuestro próximo destino en el siguiente viaje.
También puede accederse a Estocolmo por una derivación de menores
dimensiones. Inaugurado en el 1832 con una longitud de casi 200 kms.
Teniendo que salvar un desnivel de hasta 92m. lo cual se logra a
través de 58 esclusas. Esta vía a partir del 1970 perdió su
rentabilidad por el desarrollo del ferrocarril y el transporte
rodado. Hoy se ha convertido una opción sobre todo turística muy
cotizada. En algunos puntos las esclusas interconectadas eran hasta
7 seguidas, lo cual lo convertía en una verdadera escalera fluvial.
Cuando el barco tomaba las esclusas en sentido ascendente desde la
proa se tiene la sensación de que se iniciara la subida en medio de la
montaña, pero cuando lo hacemos en sentido contrario la imagen que
se divisaba desde la proa es de una belleza y singularidad difícil de
describir, todo ello acompañado de una vegetación de bosques
exuberantes. El agua dulce del canal favorecía la formación de hielo
y las compuertas de las esclusas tenían serias dificultades para
cerrarse, debiendo de hacer varios intentos hasta conseguirlo. La
presencia de hielo se hizo notar aún más cuando de nuevo cruzamos el
Canal en sentido descendente, debido a que la temperatura había
descendido. Según el Practico en unos días la navegación sería
impracticable. La proximidad de casas en sus orillas, y dadas las
fechas en que estábamos, con su espectacular ambientación navideña,
nos daba la imagen de aquello que nosotros no podíamos compartir con nuestros
seres queridos.
Kristinehamm, era una pequeña
población situada a orillas del lago Vanern que junto con el Vatern
ocupan una gran extensión en el centro de Suecia. El Fin de Año nos
pilló en este lugar, procediendo a invitar a personas de la Agencia
que compartieron nuestro particular “reveillón”. La presencia de una
guitarra nos permitió disponer de música en vivo, todo ello
acompañado de buena comida y no menos abundante bebida. Nos hicimos
un favor mutuo. Nuestra estancia se prolongó más de lo previsto,
entre fiestas y fuertes nevadas que obligaban a parar la carga. Este
viaje al interior de Suecia, a través de esta vía fluvial nos
permitió disfrutar de la indudable belleza de aquel paisaje.
SETUBAL/ABERDEEN/NORRKOPING/SANTANDER
Estamos
ya iniciando el tercer y ultimo viaje de este periplo, con tiempos
duros, normales en la época y con el hielo como protagonista de la
navegación en estas aguas.
Nueva escala ocurrió en Setúbal, en donde al parecer el trafico de
la pasta de papel para Escocia tenia fuerte demanda. El frío seguía
siendo lo que marcaba la incomodidad de la vida a bordo, las
guardias de mar se hacían interminables y en general todo carecía de
la mínima confortabilidad.
En nuestra escala en Aberdeen, ya
pudimos disfrutar de la veteranía conseguida en el viaje anterior y
así movernos, sino del todo cómodos, menos despistados en cuanto a
los tipos de whisky, la divisa escocesa y la visita a los pubs mas
populares de lugar.
En esta ocasión nos atrevimos a hacer
un “raid” a Edimburgo, 150km y dos horas de tren. La ida y vuelta en
el mismo día, no nos permitió disfrutar la extensa oferta que
ofrecía la ciudad. Por la evidente falta de tiempo dimos prioridad a
visitar su Castillo como pieza noble y destacada, así como realizar
un circuito a la carrera en su centro histórico y monumental. Ello
nos permitió poder presumir de haber visitado la segunda capital de
Escocia, después de Glasgow. Un “diez” para el servicio ferroviario
en puntualidad, pero con mala combinación para ir y volver en el
día. El lugar sin duda, merecía disponer de más tiempo.
Una vez realizadas las oportunas
provisiones de whisky, ron y pescado abundante en el lugar, nos
hicimos de nuevo a la mar, rumbo a Suecia, esta vez hacia un puerto del
Báltico, Norrkoping, situado algo más al sur de Estocolmo.
En estos mares, la meteo en esta
época del año siempre proporcionaba una navegación desagradable,
con fuertes balances y cabezadas favorecidos aún más cuando se
navega en lastre (sin carga). Si bien para aliviar en parte la falta
de peso llenábamos unos tanques de doble fondo, con agua de la mar,
lo que llamamos lastre, los cuales al ser de una capacidad reducida
no lograban evitar que la mar nos zarandeara con mayor fuerza que
al ir cargados. En esta situación la proa alcanzaba tal altura
que desde el puente impidía ver esta parte vital del horizonte. Esto
nos obligaba a que el timonel con cierta frecuencia hiciese unas
guiñadas (pequeñas desviaciones momentáneas de rumbo) para poder ver
la parte de horizonte oculto, sobre todo si se navegaba con buena mar.
Con tiempo revuelto, las guiñadas eran habituales e
inevitables por un buen timonel que esuviera al cargo de la rueda.
Una vez recalamos en Skagen, la punta
norte de la península de Jutlandia, aparecieron placas de hielo que
hacían presagiar que en cuando nos aproximáramos a los pequeños
estrechos situados entre Dinamarca y Suecia, la capa de hielo seria
de un grosor considerable, sobre todo para nosotros. Ello nos
obligaba por completo a usar canales abiertos por otros barcos, ya
que era la única posibilidad de seguir avanzando.
La parte positiva es que en tales
circunstancias, la mar helada es una mar llana incompatible con las
tormentas. No fue fácil conseguir mantenernos dentro de los pasos
navegables, en cualquier caso era impensable pedir cualquier tipo de
ayuda. El Armador no había contemplado que no fuera posible alcanzar
nuestro destino, pero allí me habría gustado verlo para compartir la
impotencia de encontrarnos casi medio atrapados, disponiendo de muy
escasos medios para hacer frente a esta situación, a sabiendas de
que nos mandaba a un lugar muy complicado. Llegado a este punto hay
que reconocer que el tema del hielo si bien nos ofrecía una
dificultad evidente para alcanzar nuestro destino, no es nada
comparable a la ansiedad o malestar que genera una situación de
temporal, sobre todo con estos “modestos cascarones”.
PASO ENTRE
HELSINBORG Y HELSINGORG – MANIOBRA DE HIELOS
Alcanzar el paso obligado entre las
dos poblaciones situadas en la parte mas estrecha Helsingborg
(Suecia) y Helsingborg (Dinamarca) fue toda una “epopeya”.
Cuando nos encontrábamos de pronto en
una zona que el hielo nos impedía proseguir nuestro avance, parábamos
la maquina e iniciábamos la que podríamos llamar la forma
“artesanal” de solventar este bloqueo, por supuesto utilizando
nuestros propios y limitados medios.
En primer lugar, dábamos el aviso al
Maquinista de guardia que íbamos a proceder a iniciar maniobra de
hielo, lo cual consistía en dar maquina atrás para retroceder sobre
el canal que nosotros acabábamos de abrir. Una vez habíamos
retrocedido unas cuantas esloras, parábamos máquina y dábamos de
nuevo avante para “embestir” el hielo en el punto que nos había
impedido avanzar, lo que llamaríamos vulgarmente “coger carrerilla”.
Con ello era probable en principio
conseguir avanzar un espacio que a veces no llegaba ni alcanzar una
eslora del barco y así procedíamos de forma reiterada. La
consecuencia inmediata de estas repetidas maniobras traía consigo
que las botellas de aire comprimido que en la maquina se utilizan
para actuar como motor de arranque, se quedaban sin aire lo cual
impedía arrancar la máquina. (El aire al ser inyectado en el
interior de los cilindros consigue mover los pistones hasta lograr
crear la primera combustión para su arranque). El Maquinista
informaba al puente que era imposible de nuevo arrancar y que se
debía proceder a llenar de nuevo las botellas de aire, lo cual
significaba un tiempo de espera de 1 a 2 horas. Cuando tras repetir
la intentona de avanzar sobre el canal que nosotros íbamos abriendo
con gran dificultad no daba los resultados esperados, en una nueva
maniobra que estuviéramos dando avante avanzando por el canal
abierto, antes de llegar al final del paso que habíamos conseguido
abrir metíamos todo el timón hacia la banda que quedaba en el lado
contrario de donde teníamos la costa más próxima.
La razón de escoger dicha banda era
debido a que el espesor del hielo se va reduciendo conforme nos
alejamos de la costa, o sea mar adentro. No había otra manera de
“escapar” de esta situación, era tarde para valorar que estos
puertos no estaban accesibles para cualquier barco que tuviera la
osadía de acceder a ellos sin la capacidad adecuada. Debemos añadir
que en tales circunstancias, la hélice se comporta como un verdadero
triturador de hielo escuchándose unos golpes que daban la sensación
de que sus palas iban a partirse en cualquier momento. El grosor de
hielo que por nuestros medios tratábamos de romper podía llegar a
tener unos 10 o 15 centímetros de espesor. Siendo de grueso superior
aquel que nos encontrábamos cuando teníamos la fortuna de acceder a
un canal ya abierto por otros barcos.
NORRKOPING
Ya en el Báltico en mar abierto la
situación mejoró en cuanto a estas dificultades, hasta que llegando
a la aproximación a Norrkoping, de nuevo tuvimos que practicar las
maniobras ya conocidas. En el canal que nos permitiría acceder a los
muelles de carga próximos a la costa, fué frecuente encontrarnos con
gentes pescando a pocos metros del paso del barco, a través del
orificio que habían abierto en el hielo con el berbiquí y su larga
broca. Esta imagen parecía más propia a la que en algún que otro
reportaje venia de la mano de los esquimales.
Un grato recuerdo de nuestra escala
fue que el Stella Maris (Casa del marino) del lugar, nos ofreció la
oportunidad de llevarnos a un circuito de esquí de suaves
pendientes. Nos recogieron mediante una furgoneta a pie del barco
una vez terminada la jornada de carga y nos trasladaron en primer
lugar a su Centro en donde conseguimos el equipo completo. Ya
equipados y tras tomar unas bebidas calientes que eran muy bien
recibidas, nos llevaron a las pistas iluminadas, en un circuito de
fácil recorrido. Esto pudo hacerse en más de una ocasión, y
demostraba la alta calidad de estos servicios frente a las
tripulaciones.
EL REGRESO
De regreso esta vez rendimos viaje en
Santander, pasando una vez mas por el Canal de Kiel. La navegación
transcurrió sin incidencias destacables, si bien la ruta por toda
esta zona requirió atención especial dado la poca visibilidad y
el enorme volumen de tráfico.
Sin duda uno de los anónimos
protagonistas de estas travesías fueron los maquinistas del barco,
cuidando del buen funcionamiento de todo lo que allí se movía
durante las 24 horas del día, día tras día. Sin duda un trabajo abnegado
y meritorio. En aquel entonces sus guardias eran a pie de máquina,
observando si las presiones eran las previstas, si los ruidos
dejaban de ser los “habituales”, si las temperaturas estaban dentro
de los limites razonables, todo ello sin el uso de los cascos, tanto
los de protección auditiva como los de la cabeza. No se hablaba, se
gritaba. Como tarea de máxima dureza tuve ocasión de presenciar cómo
se paleaba carbón en el destructor “Almirante Miranda”, que tuvo su
base en Soller en los años 60, en una navegación entre islas. La
temperatura en la zona de calderas y a pesar de los potentes
ventiladores podría rondar los 60º. Los “paleros” se relevaban cada
30 minutos.
En uno de los barcos en los que serví,
recuerdo que el Jefe de Máquinas, vasco para más detalles, ante las
constantes averías, que en muchos casos eran como consecuencia de un
mal mantenimiento de otros malos técnicos anteriores, decía que él
había venido al barco de maquinista, y no de DIOS.
Cuando repetidamente se hace
referencia al duro oficio de la mar, no tan solo debemos pensar en
los temporales y otras incomodidades, sino al
aqsunto de las vacaciones. Por aquel entonces en tierra la
normativa laboral era de 20 días de vacaciones al año, los 30
llegaron algo más tarde. Pues bien, como una gracia muy “especial”,
en la mar eran 30 días. Al parecer algunas Compañías por Convenio
habían ampliado este periodo, evidentemente muy insuficiente. CAMPSA
por ejemplo estaba en 45 días. Se había dado el caso de que algún
tripulante permanecía embarcado durante 2/3 años seguidos para poder
acumular dos o tres meses de vacaciones e ir a casa en su querida Galicia. Se
decía que en ocasiones a su llegada se encontraba con algún
“menino”, de pocos meses. El tema no tenia mayores consecuencias.
A la llegada a Santander procedí a
desembarcarme ya que había recibido “Telegrama”, de CAMPSA en la que
me ofrecía embarcar. Ante los planes de futura boda que tenía a unos
meses vista, esta opción era muy atractica, sobre todo por
la proximidad de sus rutas.
Una vez más voy a hacer uso de la
frase épica de Plutarco, que resume lo que la mar ha supuesto para
muchos de nosotros que hemos compartido una atracción difícil de
explicar, difícil de entender, y resumible en una palabra, vocación.
“Navigare necesse est, vivere
non
necesse”
(Navegar es necesario, vivir no lo es)
(Plutarco)
Solo me queda la intención de animar a
todos mis “colegas” que leen esta narración, para que
compartan sus experiencias vividas a lo largo de su vida
profesional que a buen seguro nos proporcionarán el
recuerdo de batallitas que forman parte de nuestro patrimonio
personal y que a buen seguro serán bien recibidas.
Carlos Rico, en Premia de Dalt, diciembre de 2017
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