Introducción
Si bien en principio la idea fue la de
tener un recuerdo solo para los míos, finalmente he querido difundir
lo ocurrido en este compendio de situaciones todas ellas tan “singulares”. Los profesionales de mi “quinta”, con seguridad
revivirán, aspectos de la vida en los barcos con claras referencias
a una época ya lejana, pero que todos recordamos con cariño. Para
otros muchos que sienten la mar con una sensibilidad especial, les
dará a conocer situaciones que nos hablan de una navegación en
condiciones muy “singulares”. En cualquier caso sólo he tratado de
narrar una página irrepetible de mis inicios de mar, y lo importante
es poder contarlo y transmitirlo…. (carlos@corsanautica.com).
Reconozco mi predisposición a recibir
algún comentario sobre momentos concretos, o preguntas de los hechos
acaecidos que pueden ser de vuestro interés. Desde mis inicios de estudiante de
náutica, una frase siempre fue símbolo de lo que mar ha supuesto
para mi la navegación;
“Navigare necesse est, vivere
non
necesse”
(Navegar es necesario, vivir no lo es)
(Plutarco)
1) “ECO MERCEDES” ,
Rotterdam/Sevilla,
del 13/3/68 al 1/4/68
Antes de entrar en detalle, sobre los
acontecimientos de esta travesía, es interesante conocer como llegue
a este buque y algunos detalles de este barco mercante en el que
estuve embarcado.
Pocos días después de transcurrir
las Navidades del 67, estaba embarcado en el “Ruiseñada”, carguero
de la Cia. Trasatlantica en el cual tan solo había realizado un
viaje al Caribe después de obtener el Certificado de Alumno, con una
duración de algo más de tres meses, (7 puertos de carga en el
Mediterráneo y 15 de descarga en América, itinerario impensable a
día de hoy) se podían dar escalas de 3/4 días, como fue la de Puerto
Rico. Tras rendir viaje en Barcelona, entramos en los Talleres de la
Unión Naval de Levante, para realizar la revisión cuatrienal, lo
cual suponía unos 20 días de trabajos entre dique y a flote.
Una mañana decidí darme una vuelta por
nuestra recordada E.O.N. (Escuela Oficial de Náutica, ahora
rebautizada desafortunadamente, en mi opinión, como Facultad de
Náutica). Los nuevos tiempos universitarios aparcaron los Títulos de
Capitanes, Maquinistas y Pilotos, inconfundibles en su significado,
por los de doctores y licenciados tan lejos de la tarea que
realmente se desempeña a bordo de un barco. Dentro de la Escuela la
visita al bar era “escala” obligada. Allí me tropecé con mi antiguo
compañero de aula, Jose Mª Real, el cual se encontraba en misión de
“reclutamiento”. Se trataba de encontrar un relevo para la plaza que
él estaba ocupando como Alumno en el “Eco Mercedes”.
El Capitán del barco, le había hecho
el encargo de que antes de desenrolarse, procurara localizar un
nuevo Alumno de Puente, al que le interesara venir a hacer la ruta
del Mar del Norte en invierno, y que estuviera dispuesto a hacerse
cargo del puesto de 2º oficial. Ello suponía que, aparte de hacer la
guardia solo en el puente, algo muy atractivo para un alumno,
cobraría las 4.000 pesetas, que eran la 3ª parte del sueldo base del
2º oficial, que la compañía permitía que se repartieran entre
Capitán, 1er oficial y alumno. No lo dude un instante, me faltó
tiempo para proceder al desenrole del “Ruiseñada” y acto seguido
enrolarme en el “Eco”.
En aquellas fechas nuestro buen amigo
de la Comandancia D. Eduardo Arnal, nos dispensaba un trato especial
a todos los alumnos que el tanto apreciaba… Como aprendizaje, no
podía haber lugar mejor, la ruta del Norte de Europa y estar solo de
guardia en el Puente!!!, era un lujo como periodo de prácticas. Lo
que era imposible de prever era la singularidad de las travesías que
me aguardaban.
2) El barco
Formaba parte de la pequeña flota que
pertenecía a la Naviera Erhardt y Cia de Bilbao, compuesta por 5
unidades; Eco Sol, Maria, Luisa, Gabriela y Mercedes, todas ellas de
poco tonelaje (600/800 tons.), dando servicio más o menos regular
desde los puertos del Mediterráneo a los de Rotterdam, Amberes,
Bremen y Hamburgo, aparte de cerrar fletamentos completos entre
ambas zonas. Algo que nos puede dar idea de la dificultad que
ofrecía esta ruta y de la “fragilidad” de estos barcos, quedaría
reflejada en la fama que se ganó en la época, de que no hubiera año
que uno de sus barcos pudiera tener un grave accidente, abordaje,
varada, o hundimiento.
Tripulación: 12/14 personas. Estado
general de maquina: fatal, algo que la Compañía bien conocía, y
a pesar de lo cual, solo realizaba reparaciones puntuales a
todas luces insuficientes. Otro factor importante que contribuía a
aumentar los riesgos que suponía navegar en las aguas del Mar del
Norte. Nuestra “discreta” velocidad de crucero que estaba entre los
7/9 nudos, insuficiente para navegar en aguas en donde las
corrientes podían llegar a alcanzar valores de 5 nudos. La velocidad
habitual en un alto porcentaje de barcos se situaba entre los 15/18
nudos.
En cuanto al equipo de navegación, lo más básico que podía darse en la
época: un compás de gobierno, y una aguja magistral en el puente
alto. No obstante eran de muy poca utilidad dada la imposibilidad de
obtener “ct” (correcciones totales) ya que era impensable poder ver el sol a partir de Cabo Finisterre (ahora Fisterra). Un viejo radar,
de tamaño enorme que en aquellos barcos ocupaba medio puente. Lo de
viejo es porque se instalaban radares de 2ª mano que solían proceder
de desguaces. Lo más habitual era llevarlo encendido en las escalas
de 0,5 millas a 1,5 millas, y casi de forma exclusiva prestando
atención a los ecos (barcos), de la banda de estribor. Dabas por
hecho que los que te quedaban a babor, ya se preocuparían ellos de
maniobrar.
Puede parecer un método muy
expeditivo, pero las zonas con gran densidad de tráfico te obligaban
a ello. No obstante, las normas de navegación en estas aguas nos
recomendaban mantenernos dentro de los canales de navegación
marcados en la carta náutica, ello nos daba cierta garantía de que
todos íbamos en el mismo sentido de la marcha, si bien las enormes
diferencias de velocidad podían dar lugar a situaciones de alcance
muy rápidas generando otro factor de riesgo de abordaje.
Otros rumbos muy diversos son los que
se daban en pesqueros y el tráfico de ferrys. A destacar que la
visibilidad en la zona, de forma casi permanente se situaba entre
las 0,5 y 1 milla, con suerte. Si tenías la ocurrencia de poner la
pantalla de radar a un alcance de entre 15 ó 25 millas, parecía lo
más próximo a un sarampión por los innumerables ecos que podías
avistar en la pantalla.
Otro elemento indispensable era el
“gonio” (radiogoniómetro). Se puede decir que gracias a él podíamos
alcanzar nuestro destino. Nos permitía identificar boyas,
radiofaros y “chatas” (barcos faro anclados), los cuales proliferan
en las aguas del Mar del Norte. Ello era posible debido a la poca
profundidad de la zona y eran básicos para canalizar el tráfico. El
radioteléfono completaba todo nuestro “gran” equipo.
3) Informe “singular” del
estado de la maquina
La escala anterior había sido en un
puerto inglés al norte de Dover, Great Yarmouth, con una entrada muy
estrecha de unos 75 metros, y con corrientes frente a la bocana, que a
nuestra llegada tenían un valor de unos 4 nudos.
Pues bien,
estaríamos a una eslora de la entrada cuando de pronto salto el
automático, quedando el barco sin gobierno y apagado, de inmediato
fondeamos quedando el barco atravesado en la bocana. Con este último
incidente, el Capitán decidió que al llegar a Rotterdam
elaboraríamos un completo informe de las últimas averías padecidas,
casi en forma de ultimátum, para que se realizara una revisión a
fondo de todo lo que sucesivamente estaba fallando.
Reunidos, Capitán, Jefe de Máquinas y
yo como mecanógrafo, empezó el mensaje de supervivencia, mediante la
“Olivetti” portátil. Sería excesivo ahora reproducir la carta de
tres páginas de la cual me guardo copia -ya por entonces tenía
inquietud coleccionista-. Reproduciré algunos párrafos, que por sí
solos contribuirán a documentar el desastre que vivíamos a bordo.
Parte de la corriente se lograba
generar por una dinamo que iba acoplada al eje de cola, pues bien,
ésta no aguantaba bien la carga por averías, entre otras de la
turbo-soplante, lo cual hacia elevar peligrosamente la temperatura de
los escapes. Ello obligó a dejar los camarotes con una sola bombilla
y sin calefacción.
El motor principal empezó a quedarse sin aceite
suficiente. Primero intentaron trasvasar aceite de los motores
auxiliares, pero al no conseguir mejorar la presión, se tuvo que
hacer una arribada en Ceuta para proveernos de unos bidones de
aceite. En el viaje de subida por una prolongada avería de máquina,
de más de un día frente a la costa de Portugal, se echaron a perder
parte o casi la totalidad de las provisiones de la cámara
frigorífica.
En
busca de comida a manos de un pesquero
Para paliar dicha situación nos dispusimos a localizar
un pesquero para poder proveernos de pescado fresco. Con nuestro
pequeño bote a remos acudimos al costado del pesquero, iba yo al
“mando” e iniciamos un intercambio de unas cestas de pescado a
cambio de unos cartones de tabaco y unas botellas de whisky. La
imagen de proveernos de comida fresca en alta mar requiere pocos
comentarios. En cuanto a los motores auxiliares, uno quedo
inservible por causas que no puedo precisar, y el otro se mantenía
en funcionamiento tras haber anulado uno de los tres pistones,
debido a haberse fundido el cojinete del cigüeñal. En la carta se
informaba que las paradas de máquina, sólo en el viaje de subida
totalizaban 2 días, 4 horas y 40 minutos.
La frase final no tiene desperdicio,
“es evidente que en estas condiciones el buque se perderá tarde o
temprano, y no se puede seguir navegando sin seguridad por los
defectos que Vds. ya conocen”
4) Sobrecarga en Rotterdam
Con fecha 12/3, llegamos a Rotterdam
en lastre (sin carga), para proceder a tomar un cargamento completo
de fosfatos con destino a Sevilla. Amarramos a unos pequeños
pantalanes llamados “duques de alba”. Suelen situarse en amplias
zonas de un puerto, abrigadas o no, permitiendo realizar operaciones
de carga/descarga de gráneles o líquidos. En nuestro caso, la carga
se realizo mediante una potente grúa flotante, que movía una gran
cuchara, trasbordando el granel de una barcaza a nuestras bodegas.
El encargado de la carga nos pidió que confirmáramos el tonelaje que
podíamos recibir. Ello nos obligó a consultar los planos del
astillero en los cuales viene toda esta información. Tras descontar
las toneladas que llevábamos a bordo de agua dulce y combustible
pedimos cargar aproximadamente unas 750 toneladas. La carga se
desarrolló a buen ritmo debido a que al ser una grúa de grandes
dimensiones, cada movimiento de cuchara suponía el embarque de
muchas toneladas, ya al anochecer se había completado. Con maniobra
rápida, mediante remolcadores fueron retirados de nuestro costado la
barcaza y la grúa.
El susto vino a continuación cuando al
proceder a comprobar como habían quedado nuestros “calados”
(numeración que permiten conocer la altura de casco
sumergido), comprobamos que el disco de máxima carga (disco Plimsol)
¡había desaparecido bajo la línea de flotación!
Las toneladas
recibidas en nuestras bodegas sobrepasaban de largo, las que
podíamos transportar con garantías de seguridad y sin riesgo de
hundirnos. Hay que reconocer que recibir un exceso de toneladas es
responsabilidad del barco y en particular del 1er. oficial, el cual
suele ser el responsable de la carga. Desde el barco debía haberse
hecho un seguimiento de los calados y al comprobar que se llegaba al
límite que fija la reserva de flotabilidad con la que debemos
hacernos a la mar, parar la carga. Pero no fue así. Exceso de
confianza en los planos y la falta de 1er. Oficial!!!... nos llevó a
dicha grave situación. Asimismo la celeridad con la que se alejaron
los medios que habían realizado la carga y que hubieran permitido
rebajar el tonelaje, agravaron la situación.
El Capitán decidió hacerse a la mar
con la sobrecarga, asumiendo un grave riesgo, pero quedaba aun un
punto a resolver que nos impedía la salida, el Práctico. Este
profesional, aparte de asistir al Capitán en las salidas y entradas
de puerto, comprueba que el barco que va hacerse a la mar lo hace
sin sobrecarga. Desde el bote con el que se propone subir a bordo,
mediante su linterna (había anochecido) en un instante podría
realizar esta elemental comprobación. Con gran dosis de
inconsciencia por nuestra parte, decidimos que cuando el Práctico se
aproximara para subir a bordo, montaríamos un “número” sobre
cubierta con el que trataríamos de distraer su atención para que no
realizara la maniobra de verificación de calados, y funcionó....
5) Un Primer Oficial
alcohólico
Al iniciarse este viaje en Cartagena,
el inspector y jefe de personal de la Naviera, el Sr. Tintore (Jefe
de Máquinas), envió un relevo de 1er. Oficial. Es el momento de
repasar como queda el reparto de guardias en tres turnos. Capitán desde
las
08 horas hasta las 12 horas y de 20 a 24 horas (la mejor) para el 1er.Oficial.
Desde las 04 a las 08 y de 16 horas a las 20 horas (menos
buena) y por último el 2º Oficial (Alumno) o sea yo, desde las 00 a
las 04 y desde las
12 a las 16 horas (la peor). Con el recién embarcado, natural de Mundaca nos
hicimos a la mar al anochecer de un 22 de Febrero, manteniendo los
turnos de guardia antes citados.
Pues bien, al proceder a relevarme el
1er. Oficial, este primer día de navegación, observé algo anormal en
su conducta y expresión, daba la sensación de estar bebido, pero no
di crédito a tal despropósito. No obstante, tras haberme relevado y
abandonar el puente, y dada la intranquilidad que me había provocado,
me dispuse a prolongar por un cierto tiempo mi guardia particular en
la cubierta inferior para comprobar que las maniobras al cruzarse
con otros barcos, algo frecuente en la zona por la que navegábamos
(Cabo de Palos), se hacían correctamente.
Grumete de a bordo sobre el cronómetro
A la mañana siguiente
informe de ello al Capitán, confirmándose nuestras sospechas de que
se trataba de una persona alcoholizada. El cocinero bajo cuerda le
proporcionaba bebida, luego, por una probable autoherida
“voluntaria”, accedió al botiquín de abordo liquidando casi por
completo las existencias de alcohol, y ya para colmo, le pudimos
detectar en su aliento cierto olor a colonia...
Decisión, relevarle de todas sus
funciones, con poco más que moverse de su camarote, y en espera de
proceder a su desembarque al regreso del viaje a España. Enviarlo a
su casa desde el extranjero suponía un coste que el Capitán trató de
evitar, por no añadir la irresponsabilidad que suponía que la
oficialidad de Puente, quedara reducida a Capitán y Alumno,... sin
palabras.
Este tema del 1er. oficial tuvo parte
de culpa en cuanto a los daños colaterales que se ocasionaron. Entre
ellos destacar el problema de la sobrecarga en Rotterdam, por falta
de control, así como la consecuencia de tener que hacer el viaje
completo a dos guardias, Capitán y yo el Alumno, a 6 horas. El
desigual reparto de guardias merece punto y aparte….
6) A dos guardias de mar
El escenario de dos guardias de mar
podría calificarse sin temor a equivocarnos de una duración
“peligrosa”, sobre todo por las zonas de nuestro viaje, pero si a
ello le añadimos lo que sigue a continuación, la
calificación anterior se queda corta.
Nuestro “curioso” reparto de las dos
guardias era el siguiente. Yo entraba de guardia a las 00 horas y el
Capitán debía relevarme a las 06, algo que no sucedía. El que si
aparecía en el puente puntual como debe ser, era el relevo del
timonel, estos hacían dos horas de timón y cuatro de descanso.
Para conseguir que el Capitán, me
relevara era necesario enviar al timonel a “llamar con insistencia”
a la puerta de su camarote, en ocasiones por más de una vez,
llegando a dar las 07 horas, algo inaudito.
Al turno siguiente, la guardia de la
tarde volvía a ser de juzgado de guardia. En teoría debía relevarme
a las 18 horas, para ello era necesario que cenara a las 17:30. Pues
no, la norma era ponerse a cenar a las 18 con los demás oficiales,
los de máquinas, lo que significaba presentarse en el puente cerca
de las 19 horas. Este abuso me causaba un profundo malestar, por
darle un adjetivo suave. Reconozco que dada mi juventud, 19 años, no
supe cortarlo como debiera.
En realidad mi paso por este barco se
podía calificar de “Prácticas-Express”. Un simple cálculo nos dan 14
horas de guardia. Pasar de 08 a 14 nos es cualquier cosa, sobre todo
si en lugar de cruzar el océano, navegas en aguas, con frío, mal
tiempo y con un pésimo barco.
7) Iniciamos viaje
Ya en puerto empezamos a notar las
primeras consecuencias del exceso de carga. La parte superior del
timón en lo que podemos considerar su punto de entrada al casco
(limera), en condiciones normales de carga esta parte suele quedar a
cierta distancia del nivel de la mar, pero debido a la sobrecarga
actual, la popa había quedado muy “metida”, ocasionando una entrada
de agua (vía de agua) que en principio parecía no tener graves
consecuencias ya que a través de unos imbornales (desagües) situados
en la propia sala del servomotor (mecanismo de accionamiento
hidráulico que mueve el timón), estos hacían llegar el agua hasta
las sentinas de la maquina desde donde, en teoría, podrían ser
achicadas por las bombas de la sala de máquinas. No obstante, este
punto ya había dado problemas por la holgura excesiva que había
entre la mecha del timón (eje) y los casquillos del casco, como
reparación en su día, se había realizado la “chapuza” de una
cajonada de hormigón, algo habitual en la época, con lo cual se
reducía el caudal de esta vía de agua.
Barco
faro en el Mar del Norte
Día 13/3 a
21:50, embarca el Práctico e iniciamos la maniobra de
salida. No había transcurrido ni media hora, y antes de llegar al
lugar de cambio de práctico, indispensable en Rotterdam así como en
todos aquellos puertos en donde las distancias del área portuaria
son considerables, desde la sala de máquinas piden parar por
agarrotamiento de la turbo-soplante. Procedemos a fondear, con la
anomalía que supone tomar esta medida en pleno canal de navegación.
Por fortuna en 30 minutos se resolvió el problema continuando viaje,
cambiando el práctico y desembarcando a 23:50 ya en aguas abiertas.
La sobrecarga, la vía de agua y la
avería, por cierto muy frecuentes, enrarecían este inicio de viaje,
que además se veía amenizado por una fuerte depresión atmosférica que se nos
venía encima. El tema no quedaba aquí, ya que a las pocas horas de
estar navegando con bastante mal tiempo, nos avisan de máquinas que
la vía de agua, que en principio parecía no ser preocupante, debido
a la sobrepresión en aquel punto se está rompiendo la cajonada de
hormigón, y la entrada de agua era considerable, la imagen hablaba
por si sola. El servo se había inundado hasta llegar el agua al
nivel de la puerta estanca que daba acceso al pasillo de los
camarotes, una vez allí, el agua transcurría por ambos pasillos,
estribor y babor, hasta llegar a las puertas que daban acceso a la
sala de máquinas, generándose a ambos lados una pequeña cascada
(esta imagen la recuerdo perfectamente por su singularidad).
El agua
se precipitaba dentro de la sala de máquinas, procediendo a llenar
sus sentinas, desde donde debería ser achicada. Pues bien, las
bombas de achique que hasta el momento habían podido mantener
controlada la inicial vía de agua, ahora con mayor caudal ya no
lograban reducir el nivel de agua que se acumulaba dentro de las
sentinas del barco. Con toda probabilidad lo sucedido fue que la
acumulación de residuos sólidos, trapos, estopa..., obstruyeron los
puntos de aspiración. En resumen, los medios de achique que
disponíamos quedaron inservibles.
Día 14/3,
distancia navegada 70 millas, vel. 4,3 nudos (descontando las
paradas de maquina)
8) Arribada en Dover
Sin duda alguna el tema requería tomar
medidas urgentes, una vez más la improvisación hispánica se puso a
prueba. La medida que tomo el Capitán, como si en ello no le fuera
su propia supervivencia, fué arribar a Dover, el puerto más próximo por
nuestra proa. Regresar a Rotterdam significaba no volver a salir
debido a la sobrecarga.
Carlos
Rico en Dover
Dia 15/3, a
00:30 Sandetti al través de Babor, a las 03:25 fondeamos
en el antepuerto de Dover con 3 grilletes de cadena (75 metros). Se
contrata el servicio de una lancha para ir a tierra a comprar una
bomba portátil de achique, como la que usan los bomberos, por
supuesto acompañada de un bidón de gasolina de 200 l., lo cual en
teoría garantizaría poder controlar la vía de agua.
Lo de contratar una lancha, servirá
para hablar
brevemente
de nuestros “curiosos” botes
salvavidas, inservibles!!!, vamos a ello porque es otra “perla” del
equipamiento del barco. Los 2 botes eran de madera, y por
conservación lo habitual era tenerlos tapados con un toldo. Pues
bien, intencionadamente los manteníamos destapados y con los
espiches (desagües) cerrados. Se trataba de conseguir que el agua,
de lluvia o de mar que pudiera caer al interior del bote, al no
poder salir por los espiches cerrados, hinchara las maderas del
casco y así al “botarlo”, no hiciera agua. Pero nunca había una gota
de agua en el interior, así es que nuestra garantía de supervivencia
era sin duda alguna la balsa hinchable (la Duarry). En aquellos años
es probable que toda la flota mercante española usara estas balsas hinchables que en la década de los 60 el Sr. Duarry en sociedad con
un socio francés empezó a construir aquí en España. Posteriormente
este socio marchó a Francia y creo las populares Zodiac.
Dia 16/3 a
21:55 Embarca el práctico, viramos cadena, y a las 22:20
desembarca y damos avante. Proseguimos viaje rumbo a Sevilla.
Seguir a flote o hundirnos dependía en gran parte del trabajo que debía
de realizar la bomba de achique portátil.
Las averías en la maquina eran
constantes, de tal modo que ya era habitual el uso de las dos bolas
negras a izar durante el día en el lugar más visible o las dos luces
rojas que se encienden de noche, en el mástil señalero, según lo que
establece el Reglamento Internacional para Prevención los Abordajes
(RIPA). Cuando llevábamos algo más de una hora después de haber
abandonado Dover, se produce una inesperada aunque habitual parada de máquina.
En esta
zona al ser la de menor anchura del Paso de Calais, 23 millas,
es donde se dan las máximas intensidades de la corriente. Si tenemos
en cuenta que nuestra velocidad de maquina no alcanzaría los nueve
nudos y la efectiva no habría sido superior a las 5 nudos, con la
corriente que teníamos en contra por nuestra proa que sería de una intensidad de 5
nudos, es fácil deducir que con la maquina parada, nosotros
estábamos derivando sobre el rumbo que habíamos llevado hasta la
parada de maquina a la velocidad de 5 nudos, en sentido contrario.
Así
fue como al cabo de una hora estábamos pasando frente a Dover, de
nuevo. Con la densidad de tráfico que se da en esta zona, es fácil
entender que no es el lugar más adecuado para ir a la deriva, algo
parecido a pararse en medio de la autopista. Por fortuna en esta
ocasión la parada no se prolongó y proseguimos la navegación. El
viento que ya desde Rotterdam era de una fuerza 4/5, iba arreciando
a fuerza 6/7.
Sin que pueda precisar en qué día
sucedió, sí que recuerdo con todo detalle lo acahecido en una de las
comidas, que no sin problemas en la cocina, se iban preparando.
Entra nuestro buen camarero Ángel de Galicia, por supuesto, haciendo
un comentario en voz baja, diciendo “eu de ustedes hotche (hoy) non
comería”. Preguntado por nosotros que nos quería decir con ello,
respondió “viene da terra”. Era claro que la olla en la cocina,
había salido despedida contra las varillas metálicas que rodeaban
los fogones que se colocan con mal tiempo, y que no pudieron evitar
que la cazuela se fuera por los suelos. Sobran comentarios, ni puedo
precisar que sucedió con el potaje de nuestros platos. Es un “peaje”
más de los que muchos que pagamos estos días.
Otro de ellos fue el quedarnos sin
agua dulce días antes de llegar de arribada a la ría Estaca de
Bares, para refugiarnos del temporal. De ello hablaremos en el
Apartado 11. Ya unos días antes de que faltara el agua dulce, la que
salía por los grifos era de una turbiedad imbebible. Es probable que
al apurar el agua del tanque, así como los fuertes movimientos del
barco, habían logrado remover los residuos que con el tiempo se
acumulan en el fondo. Tan sólo fue aprovechada para guisar, hasta
que se terminó. Para beber apuramos todo liquido envasado que podía
haber a bordo. Todo un panorama. Las potabilizadoras tardarían
muchos años en llegar.
Día 17/3,
seguíamos navegando por las aguas del Canal de la Mancha, con el mal
tiempo de proa, a rumbo 255º, con distancia navegada de 97 millas
a 4 nudos. La vida a bordo giraba en torno a la preocupación, no ya
del mal tiempo, de que la bomba de achique, con su desagradable
ruido de motor de dos tiempos, no diera el menor signo de fatiga.
Hay que tener en cuenta que la teníamos justo al lado de los
camarotes. Funcionaba casi sin parar día y noche, cuando dejábamos
de oírla te acercabas para ver que la parada estaba controlada.
Día 18/3,
proseguimos navegando al rumbo 250º, distancia navegada 98 millas.
El estado de la mar seguía empeorando por momentos.
9) Avistamos Ouessant
Día 19/3, a
14:00 avistamos el faro de Ouessant, distancia navegada
100 millas. Es un faro muy “singular”, situado en una isla que es el
punto más occidental de la costa francesa. Viene a ser su Finisterre.
A partir de aquí arrumbamos para recalar en la costa gallega, rumbo
215º dejando atrás las aguas del Canal de la Mancha e iniciando el
Golfo de Vizcaya. La mar y viento, que seguía de componente W, iba
en constante aumento. Fuerza 7/8. Ahora con el nuevo rumbo, la mar y
el viento nos quedaban muy al través. Las olas empezaban a tener una
altura considerable y el viento barría sus crestas. Los fuertes
bandazos hacia que la mar embarcara por el costado de estribor con
facilidad, dada la poca altura de francobordo (distancia de cubierta
a línea de flotación), con ello empezábamos a temer un posible
corrimiento de carga, toda vez que el granel cargado en Rotterdam no
había llegado a completar las bodegas, lo cual permite que pueda
correrse la carga. Si bien el mal tiempo nos había acompañado desde
el inicio de viaje, en el Canal lo habíamos tenido de proa, ahora
con el nuevo rumbo más hacia el sur nos quedaba muy de través y los
balances en lugar de hablar de “muchos grados”, es preferible
mencionar lo difícil que era tratar de dormir en camas que iban
orientadas en el sentido Proa/Popa.
Dias 20, 21 y
22, seguimos navegando al rumbo 210º/215º. La mar y
viento seguía manteniendo un lento pero progresivo aumento.
Día 23/3,
fue durante mi guardia de noche, empecé a notar que ya la mar nos
dominaba y los fuertes golpes de mar que recibíamos en nuestra banda
de estribor hacían casi imposible mantener el rumbo. Había llegado
el momento de prescindir del rumbo que tratábamos de mantener y
ponernos proa a la mar (capear) pero preferí compartir la decisión
con el Capitán y decidí llamarlo. Al pedirle al timonel que fuera a
pedirle que subiera al Puente tuve una nueva sorpresa. El
timonel me comenta que en situaciones anteriores de fuertes malos
tiempos al Capitán le costaba abandonar su camarote. Entiendo que
esta situación puede parecer esperpéntica, pero ocurrió. Por cierto,
respeto a la figura del Capitán, sólo mencionaré su nombre bajo
mínimos, G.M.J. Así fue, se necesitó un segundo viaje al camarote
para conseguir que apareciera en el Puente.
Estaba claro que la maniobra de capear
era la única opción posible para hacer frente a una intensidad de
mar y viento como consecuencia de estar en el centro de la
depresión. Para el timonel, la noche tiene el inconveniente que al
no ver las olas, porque todo son rociones de espuma, cuesta
determinar cuál es el rumbo más adecuado, ahora el que manda no es
el compás sino la mar. Con la luz de día, se podían ver unas olas
que fácilmente sobrepasaban la altura del barco. Con experiencia
narrativa se podrían usar palabras que ayudarían a describir lo que
estaba sucediendo, pero la realidad era que barco y mar libraban una
lucha con final incierto. No es momento de poner medidas a la altura
de las olas y a la intensidad del viento. Las olas al romper en proa
pasaban a barrer toda la cubierta con lo que las escotillas
prácticamente desaparecían de nuestra vista, tan solo se veían la
caseta con las maquinillas. Cuando aún el barco no había empezado a
desalojar el agua embarcada en cubierta ya estaba llegando la
siguiente ola, con otras toneladas más en cubierta, todos teníamos
en mente la sobrecarga que llevábamos desde el inicio del viaje. La
mar que embarcábamos nos hacia temer que la reserva de flotabilidad
podría llegar a su límite. Aún recuerdo que en el Puente, mientras
mirábamos como el barco trataba de mantenerse a flote, me sujetaba
al borde inferior de la ventana y hacia el gesto de empujar hacia
arriba, como tratando de ayudar que el barco se recuperara, era el
instinto de supervivencia, asimismo, es muy probable que en estas
ocasiones, también la Virgen del Carmen ocupara un lugar en nuestra
mente.
10) Capear y correr el
temporal
Durante este día la situación de mar
parecía aun “in crescendo”, lo cual nos obligó a maniobrar con la
segunda opción que nos quedaba, correr el temporal (ponernos popa a
la mar). Me encontraba haciendo de timonel, relevos habituales para
un cigarro y un café, cuando de pronto el Capitán me indica que
metiera todo el timón a babor para iniciar una caída de rumbo de
180º. Mi respuesta inmediata fue la de no obedecer argumentándole,
que era inminente la llegada de “las tres marías”, (tres olas de
mayor tamaño), que se generan como consecuencia de una acumulación
periódica de ondulación de la mar, cuando mayor es la intensidad de
mar y viento, tanto mayor son las tres olas antes referidas. La
cuestión es que el Capitán tuvo en cuenta mi observación, y así fue
como compartimos el momento en que podría ser el “menos malo” para
iniciar la maniobra. Hay que tener en cuenta que con la poca máquina
que mantienes en estas circunstancias, ya que no se trata de avanzar
sino de aguantar el barco aproado a la mar. Meter toda la caña de
timón a una banda para darle al rumbo un giro de 180º, era evidente
que el barco daría fuertes balances acompañado por el barrido de las
olas sobre cubierta creando una situación muy comprometida, a ello
hay que añadirle que nuestra carga a granel podría sufrir un
corrimiento.
Finalmente realizamos la maniobra y al
tener la mar por popa dio la sensación que controlábamos mejor el
barco, si bien hay que cuidar el manejo del timón para evitar
atravesarse a la mar, ya que el tenerla por popa favorece esta
tendencia. Pasamos a embarcar mucha menor cantidad de agua. Para
correr un temporal, una de las principales precauciones a tomar, es
la de tener unas buenas millas por delante que no nos lleve a una
proximidad de costa con el peligro que ello supone. En este caso, si
bien ya estábamos a menos de 100 millas de la costa gallega, el
componente W del mal tiempo nos hacía navegar en paralelo a la costa
del Cantábrico. No todo eran mejores noticias, el timón al navegar
en popa recibe fuertes impactos de las olas, más aún en nuestro caso
con la holgura y el movimiento que tenía, lo cual generaba un
aumento de la vía de agua así como unos golpes al eje que podrían
causar una avería. Ante el mal tiempo un fallo de gobierno sería
fatal. Imposible hacer un cálculo de las millas que pudimos navegar
este día.
11) Arribada a la Estaca de
Bares
Día 24/3.
Dejamos de gobernar en popa y decidimos poner rumbo a la ría de la
Estaca de Bares, para conseguir resguardarnos del temporal, eran
06:00 que entramos en la ría, 06:45 damos fondo estribor con 6
grilletes de cadena (150 m.). Tras quedar fondeados con cierto
resguardo, es probable que con la tensión y el cansancio/agotamiento
acumulado, todo el barco salvo algún marinero de guardia, durmió
durante todo el día.
Día 25/3.
Esta ría da un buen abrigo para los tiempos del W, pero está abierta
al N. Como era de prever la depresión avanzo hacia el E y la mar
empezó a rolar al Norte. Lo que en principio nos proporcionó un buen
abrigo, empezó a convertirse en “ratonera”.
El agua dulce ya hacía unos días que
se había terminado. El aseo personal no había sido posible, por tal
motivo en la popa se organizo un baño colectivo general mediante
cubos de agua izados por la borda, unas fotos de mi álbum dan
testimonio de ello.
Ducha
en Estaca de Bares
La dura navegación de los días
anteriores acumulo aún más averías que había que resolver, no siendo
fácil abandonar de inmediato nuestro punto de fondeo. Estábamos sin
luz. Recuerdo que desde mi camarote me puse a escribir una carta a
mi novia, ahora mi mujer, para explicar todo lo que estaba
sucediendo, por supuesto sin entrar en detalles. No obstante en un
párrafo le decía que sobre el papel me habían caído unas gotas de
cera, procedentes de la vela que tenía encendida sobre la mesa como
único punto de luz. Desde el momento en que fondeamos se pararon los
auxiliares (generadores de electricidad). Esta carta a día de hoy la
tengo en mis manos y da fe de unos momentos muy “singulares”.
Al aumentar la fuerza del oleaje que
ya iba entrando en la ría y no poder abandonar el fondeo por las
averías que debíamos resolver y estando sin máquina, la primera
medida para no garrear (arrastrar el ancla por el fondo) fue dar
fondo a la otra ancla, lo cual dio lugar a un nuevo problema que a
poco nos cuesta perder el barco sobre los acantilados de la ría.
Sucedió que con el giro que dio el barco al cambiar la dirección del
viento, las cadenas del ancla tomaron vuelta. Problema grave y
difícil de resolver con la poca distancia que nos separaba de la
costa. Habrá que tener en cuenta que esta ría no es muy grande, que
llegamos antes del amanecer y para entonces ya otros barcos habían
ocupado lugares que permitían mejor maniobra y mejor resguardo.
Día 26/3.
Tras resolver las averías más urgentes, había llegado el momento de
abandonar el fondeadero, que con las cadenas cruzadas no iba ser
tarea fácil. Cuando procedíamos a salir ya entraba en la ría un
fuerte oleaje lo cual dificultaba la operación de ir virando
alternativamente de las dos cadenas para zafar la vuelta de las
mismas. Hubo momentos que el molinete quedaba sin potencia por falta
de tensión eléctrica, por el mal funcionamiento de los motores
auxiliares (generadores de la corriente), la mar nos iba acolchando
sobre la costa. En estos casos la maquina es una ayuda fundamental
para ayudar a la maniobra, pero la vuelta de las cadenas actuaba
como mordaza a la que el oleaje impedía soltarse. En algún momento
tuvimos la sensación de que el barco podía acabar sobre los
acantilados del fondo de la ría, motivos los hubo.
Superamos el susto y conseguimos
hacernos a la mar, eran las 18:40. A 19:15 teníamos el Cabo Ortegal
al S/v. Al abandonar Estaca de Bares, pudimos hacer un primer
balance de lo que había supuesto la navegación desde Rotterdam. La
distancia de Rotterdam hasta aquí es de unas 740 millas, y el tiempo
invertido ha sido de casi, 11 días lo que en condiciones normales
habrían sido algo menos de 4 días. Es fácil deducir que tuvo que
haber graves problemas por el “camino” para invertir tres veces más
de tiempo y a poco estuvimos de haber demorado pero mucho más……………
El barco precisaba de unas
reparaciones a fondo que la Compañía había ya programado realizar en
Barcelona. Los trabajos urgentes realizados en la Estaca de Bares,
no garantizaban poder seguir viaje con lo cual se hizo indispensable
entrar en La Coruña para recibir la ayuda de un taller de tierra
para proseguir viaje
Día 27/3 a
03:50 Cabo Prior, al S/v, a 05:40 embarca el Práctico y a
06:30 amarramos en La Coruña. Distancia navegada 46 millas.
Dia 28/3
Después de resolver lo más urgente en La Coruña, proseguimos viaje a
Sevilla.
Días 29/3 al
1/4, navegamos a lo largo de la costa de Portugal,
doblando Cabo San Vicente, hasta Bonanza, desembocadura del
Guadalquivir, ya desde allí con la ayuda del Práctico se inicia la
navegación río arriba hasta Sevilla. Es un paraje muy llano pero que
tiene su encanto. Después de descargar, para aprovechar nuestra
subida a Barcelona, tomamos un cargamento de Huelva para Castellón.
12) Varada en el
Guadalquivir
Día 3/4.
Iniciamos maniobra de salida de Sevilla, con el Práctico del río,
pasamos la esclusa y proseguimos la bajada del río aprovechando la
marea vaciante lo cual nos permite sumar nuestra velocidad con la
que tiene la corriente en sentido vaciante (descendente). Todo era
normal hasta que llegamos a un punto en el que el río hace un giro a
la izquierda (bajando), ya muy próximo a la desembocadura junto a la
finca de El Puntal, de casi 90º y con poca anchura de canal, el
Práctico le da la orden al timonel de meter todo el timón a babor, y
este gira al lado contrario, a estribor, como consecuencia el barco
salió embistiendo la orilla a toda máquina, la varada fue suave por
el blando barro de sus orillas, pero todo un espectáculo, ver casi
más de medio barco fuera del agua. El incidente sin ser grave no
deja de ser “singular” ver como la proa enfila la orilla a toda
máquina. Como la marea ya hacia unas horas que había iniciado su
descenso e ir el barco en lastre (sin carga) facilito aún más que
gran parte del mismo se subiera a la orilla.
Varada
en el Guadalquivir frente al Coto de Doñana
Para salir de esta situación solo era
necesario esperar unas horas para que en la próxima marea creciente
(ascendente), al subir el nivel del río, ayudándonos dando maquinas
atrás, el barco por sus medios pudiera quedar liberado del fondo. El
Práctico que seguía a bordo, también quedó “varado” en nuestro
barco.
Lo sucedido con el timón es algo que
se producía con cierta frecuencia. Resulta que desde la rueda del
timón, la transmisión de los movimientos de la rueda hasta
el servomotor es hidráulica, con aceite. Con ello se logra que el
timón se mueva en la posición requerida. Este circuito era habitual
que, por fugas que tendría en alguna/s partes, perdiera presión
impidiendo que el hidráulico del servomotor cumpliera su
cometido. Llegado este momento uno de los dos pistones que
accionaban el timón se extendía a tope mientras que el otro
retrocedía, en resumen, no es sólo el timón fallaba, sino que se
clavaba a una banda. En esta ocasión se clavó a la banda contraria a
la que tenía que mover que era a babor, y así es como salimos
lanzados a la orilla con todo el timón a Estribor.
Para evitar que se produjera esta
avería, con cierta frecuencia debían de vigilarse los dos manómetros
que había en la timonería, con la misión de controlar que la presión
en ambos circuitos, estribor y babor, se mantuvieran al nivel
adecuado. El que mejor podía realizar este control era el timonel
porque tenía los relojes orientados hacia él. Si la presión se veía
bajar, había una palanca a cada lado con la que se accionaba un
bombillo que introducía aceite en ambos circuitos procedente de en
un deposito adjunto. Esto a lo largo del viaje nos había sucedido en
más de una ocasión, lo cual si era en mar abierto en principio no
era de gran peligro, a menos que en aquellos momentos un barco te
estuviera alcanzando (adelantando) a no mucha distancia cosa que
sucedía con relativa frecuencia dada nuestra poca velocidad con
relación a la de los demás. No sería la primera vez que un barco por
una avería de timón, inicia una caída descontrolada a una banda,
abordando a otro que navega en paralelo, clavándole la proa en su
costado con la grave consecuencia que el abordado por el boquete
abierto en su costado acaba hundiéndose, mientras que el otro tan
solo sufre daños más o menos graves en su proa pero sin que ello en
absoluto suponga riesgo de hundimiento. Haciendo un poco de historia
se dice que si el “Titanic”, en lugar de haber tratado de evitar
colisionar con el iceberg, lo hubiera embestido con su proa, muy
probablemente no se hubiera hundido.
Un famoso siniestro de estas
características de abordaje por el costado, no ya por avería de
timón en aquel caso, sino por niebla, fue el que sucedió en Julio
del 1956, en el Atlántico, entre dos barcos de pasaje. El “Andrea
Doria” fue abordado por el costado por el “Stockholm”, causándole
el hundimiento 11 horas después de la colisión. Por su parte
“Stockholm” solo quedó con una proa muy “achatada”, prosiguiendo
viaje a Nueva York sin graves consecuencias.
13) Singladuras finales
El viaje prosiguió sin incidentes
destacables, cargamos en Huelva un granel, para Fertiberia de
Castellón y ya por ultimo en lastre hasta Barcelona, en donde se
debían de realizar trabajos que iban a detener el barco por un largo
tiempo, lo cual obligo a buscar nuevo embarque, para no demorar mi
proceso de prácticas las cuales acababan de pasar por un duro
aprendizaje. Tras los días vividos creo que mi inquietud por seguir
en la mar se vio aún más reforzada.
NO SERIA JUSTO TERMINAR ESTE RELATO
SIN DEDICARLE UN MERECIDO HOMENAJE A LA “BOMBA PORTÁTIL DE ACHIQUE”,
QUE CON SU INFATIGABLE TRABAJO, SIN DUDA ALGUNA NOS PERMITIÓ RENDIR
VIAJE.
Debo reconocer que habré hecho quizás
un uso excesivo del término “singular”. Por un lado puede ser
consecuencia de mi discreta experiencia como narrador, pero por otro
la intención era utilizar con cierta ironía una calificación de unos
hechos que afortunadamente no son los habituales.
Carlos Rico Capella, Octubre del 2016
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