(Relato por Carlos Rico;
fundador de la Escuela Corsa Náutica)
Todo comenzó con un telegrama,
que la Naviera me envió diciendo, “Si está aún interesado, le
ofrecemos embarque en la M/N “RUISEÑADA” para ocupar plaza de Alumno
de Puente. Preséntese en nuestras oficinas a la mayor brevedad”. Mi
solicitud de embarque la había cursado hacía algún tiempo. De
inmediato me persone en las Oficinas de la Plaza Medinaceli y allí
lo confirmé.
Fue a primeros de octubre de
1967,cuando inicié las tareas en el barco. Aún conservo las
tablillas en las que mi función a pie de muelle, era anotar las
izadas que se iban descargando de la bodega del barco,
contabilizando cuantos sacos se depositaban en cada bodega. Recuerdo
que eran una media de 16 sacos, y era responsabilidad del capitán
confirmar que se entregaba la totalidad de sacos que en origen se
habían embarcado. Probable la procedencia era de Colombia a través
del puerto de Cartagena de Indias situado en el Atlántico. Como aún
no existían los contenedores, la descarga era lenta, lo cual,
en un Barcelona era un regalo para la tripulación que podía
disfrutar de largas escalas con muchas opciones divertidas, algo
imposible en otros puerto y escalas.
En esta época, la presencia de
familiares en el barco era muy ocasional, pues las rutas duraban en
torno a 3 meses, y la habitabilidad de los camarotes con una cama de 80cm
dejaba mucho que desear. La excepción era la del camarote
del Capitán y la del Armador, utilizada en ocasiones por el Práctico o para
compromisos de la Compañía.
Nuestros cargueros ofrecían un
reducido espacio para alojar hasta 12 pasajeros. Un número superior
hubiera implicado disponer de un equipamiento médico lo cual lo
hacía inviable. Los camarotes libres, estaban bastante solicitados
por viajeros de cierta edad que no tenían prisa para llegar a
destino, y que si bien no disfrutaban de ningún lujo, apreciaban los
encantos del la aventura marítima que a veces conducía a una
agradable y cordial relación con la tripulación. Además no había
limitaciones de peso en los equipajes embarcados como ocurre con los
vuelos. Estos mercantes 'mixtos' fueron poco a poco desapareciendo
en los años 70 por su baja rentabilidad, aunque ahora comienzan a
encontrarse de nuevo algunas ofertas en el mercado marítimo de
Estados Unidos.
El Ruiseñada
EL BARCO Y LA FLOTA
Construido en el 1.958, por encargo de
NEASA, Naviera de Exportación Agrícola, de Valencia. Se la conocía
como la Compañía de los “BENIS”. Todos sus nombres comenzaban por
“BENI”, Benicasim, Benizar, Benicarló, Benidorm, Benissanet y
Benimuslem y este que fue bautizado como “Beniel”. Adquirido por
Transatlántica en el 1967. Su eslora 113 m. y 3.234 TRB. Movido por un
motor Diesel de 4.100CV, con un consumo de 15,6 toneladas de fuel al día,
desarrollaba una velocidad de 13 nudos, aunque en sus pruebas de mar llegó
a dar los 16 nudos. Capacidad de combustible 662m3. Distintivo Radio EBUS.
La tripulación estaba compuesta por 30
personas. PUENTE: Capitán, 1er. 2º. 3er. Oficial y 2 Alumnos.
CUBIERTA: Contramaestre, Carpintero, 3 marineros/timoneles, 2
marineros y 1 Mozo. RADIOTELEGRAFÍA: Oficial Radio. MÁQUINAS: Jefe
de Máquinas, 1er. 2º y 3er. Oficial, Calderetero, Electricista, 3
Engrasadores y 1 Palero, el nombre venía de cuando en los barcos de
vapor el carbón era paleado por los “paleros”. FONDA: Mayordomo,
Cocinero, 2 marmitones y 3 camareros.
Por norma general las funciones
asignadas a los oficiales de cubierta, además de cubrir
las 24 horas de navegación, eran el 1º como jefe de personal,
mantenimiento y todo lo referente a la carga, el 2º papeleo de
carga, tripulación y nóminas, así como responsable de la enfermería,
el 3º era responsable de la puesta al día del material de navegación
y equipos de seguridad.
Durante la navegación las guardias de
mar se distribuían en tres turnos. El 1º de 04 a 08 y de 16 a 20, el
2º de 00 a 04 y de 12 a 16 considerada la de peor horario y el 3º de
08 a 12 y de 20 a 24, la mejor. El telegrafista tenía asignado dos
turnos de 4 horas. Sin duda considerado como el que mejor vivía del
barco, tanto en la mar, como en puerto, ya que allí podía desaparecer
una vez atracados y asomarse poco antes de la salida. Sin él tampoco
habríamos podido hacernos a la mar. Su incorporación a
Transatlántica permitía incrementar la creciente demanda de espacio
de carga general, ampliando la oferta que hasta entonces tenía con
gran capacidad de pasaje e insuficiente en carga en estos tiempos.
El resto de la flota en aquel entonces eran, “Begoña” y “Montserrat”,
que daban servicio desde el Norte de España hasta al Caribe. Otras
dos unidades gemelas que salían del Norte fueron el “Guadalupe”,
construido en 1952, bajo el nombre “Monasterio de Yuste”, y
el “Covadonga”, construido el mismo año, bajo el nombre “Monasterio
de la Rábida”, pasando ambos en el 54, a
Transatlántica
. Fueron barcos de una gran belleza
con elegantes líneas y con buena capacidad de carga y pasaje.
Cubrían la línea Bilbao/Nueva York/Veracruz, con escala en La
Habana.
Desde el Mediterráneo, daban servicio
el “Satrústegui”, construido en el 46 para la Empresa
Nacional Elcano, con el nombre “Explorador Iradier”, comprado
el 52 por
Transatlántica
, y vendido en 1973 a la
Transmediterránea, pasando a llamarse “Isla de Cabrera”. Otra
unidad fue el “Virginia de Churruca”, construido en el 47
bajo el nombre de “Conde Argelejo", también por encargo de la
Empresa Nacional Elcano, y fletado en el 49, rebautizándolo en el
52. En 1973 es vendido a la
Transmediterránea,
pasando a llamarse “Isla de Formentera”, dando servicio entre
Barcelona y Mahón. Otras unidades que formaban la flota en esta
época fueron el “Comillas”, construido en el 59, ex “Benizar”,
casi gemelo del “Beniel”, y el “Coromoto”, construido
en el 62, y con el nombre de “Maria Luisa Velasco”, pasando
el 68 a propiedad de
Transatlántica.
Podrá parecer excesiva la referencia
al resto de unidades, pero cabe destacar sin temor a equivocarnos,
que esta Compañía fue un referente que, unidas a otras numerosas
Navieras, inició un proceso que nos llevaría a ocupar en la década
de los años 70, ser la 15ª flota del mundo, así como la 2ª en cuanto
a volumen de construcción en sus Astilleros, siendo superada tan
solo por Japón.
Ingenieros navales de nuestro país,
comentaban que colegas suyos de Japón entre otras procedencias,
venían a presenciar las botaduras que se realizaban aquí, mediante
la utilización casi siempre de rampas inclinadas ya que en sus
países tan sólo construían las grandes esloras en diques secos para
evitar, según ellos, las graves consecuencias a las que se podía ver
sometido la estructura del barco al entrar en el agua creándose
flotabilidad en popa cuando aún la proa seguía deslizándose en seco
apoyada sobre la grada, superficie en seco en donde se había
construido el barco.
Volviendo al “Ruiseñada”, este
fue protagonista de un hecho poco habitual entonces y hasta hoy.
Allá por el año 60 se filmó a bordo de este barco uno de los
poquísimos filmes que tuvieron como protagonista la mar, “María”,
matrícula de Bilbao. Se trataba de la vida de una familia Naviera,
en el que el joven protagonista seguía la tradición familiar de
hacerse marino. La parte filmada en tierra transcurría en el país
vasco. Su padre era el Capitán del barco, (Alberto Closas) y el
abuelo el Armador. Esta narración en los años 60, fue tomada como
tema que se daba en los Institutos en la asignatura entonces llamada
F.E.N. (Formación del Espíritu Nacional). El libro se llamaba “Luiso”.
El filme sin duda alguna fue un referente en el que la inquietud
vocacional que compartimos la generación de la época, veíamos
reflejado lo que pasaría a ser nuestra incorporación a la vida de
mar.
INICIAMOS LA TRAVESÍA
En Barcelona tomamos un
volumen de carga importante junto con el procedente de Génova
formado por maquinaria
agrícola dispuesta sobre todo en cubierta, quedándonos para completar
las bodegas, los
puertos de Valencia, Málaga y Cádiz.
En esta Compañía el uniforme era
obligado. Dado el cambio de clima que se ocasiona en las
travesías, era preciso disponer de traje de Invierno (azul), y de verano (blanco),
además del de faena de uso diario. Probable esta norma procedía de
la propia Compañía, la cual no establecía una diferencia de criterio
entre los barcos de pasaje y los tníamos carga general.
Nuestro
Capitán D. Luis Foye Canejo, alias el
“Medallas”, era buen profesional
aunque poco sociable y bastante estricto con estos asuntos formales.
Su
mote provenía de sus innumerables
distintivos y condecoraciones que lucía con orgullo en su uniforme,
conseguidas en sus días destacados
en la Brigada de la División Azul.
Según se contaba, sus huesos estaban
cosidos y atornillados con numerosas placas de platino, que le producían
intensos dolores por las heridas generadas por la metralla de una
bomba de la guerra civil. Posiblemente esto le amargó el carácter y
le marcó su poca sociabilidad. Siempre comía en su camarote y nunca
compartió mesa con el resto de Oficiales. Este hecho recuerdo haberlo leído
en el libro de Joseph Conrad, en su sensacional “Espejo del Mar”, un
clásico de la literatura del mar, en el que otros Capitanes tenían
una actitud similar. Conmigo era paternalista y sus pocas
palabras eran siempre precedidas de D.Carlos….., lo cual imprimía cierta solemnidad a lo que viniera a
continuación.
En lo referente a la navegación,
pasaríamos frente Nao, Palos, Gata y el Estrecho. Cruzamos el Estrecho
de Gibraltar que siempre resulta singular por su intenso tráfico. Pasar del Mediterráneo al
Atlántico da la sensación de que dejas atrás el Mar que sientes más
tuyo, al Océano, que con sus infinitas dimensiones se abre a
innumerables rutas. Al recalar en la desembocadura del Guadalquivir
encontramos a nuestro Estribor al "Bonanza", y allí embarcaría el
Práctico que nos ayudaría a cruzar la barra. Aquí las mareas tienen
un papel determinante para iniciar la subida del río ya que debe
iniciarse con la marea entrante. Llegados a Sanlúcar de Barrameda, nos
abandonó el Práctico
de la barra y embarcamos al del río, que nos acompañaría hasta dejarnos
atracados en Sevilla.
La navegación fluvial se realiza a una
velocidad moderada a lo largo de un recorrido de 90 km, con una
duración de unas 5 horas hasta llegar a la Esclusa de Dos Hermanas.
En el 2009 finalizó la construcción de una nueva esclusa de
considerable mayor tamaño, lo cual permite el acceso de buques de
gran tonelaje, ampliando con ello las posibilidades de crecimiento
del puerto de Sevilla. A su vez también evita el riesgo de
inundaciones por la crecida ocasional del río Guadalquivir. La
navegación en el río transcurre en un entorno muy agradable. Primero
dejamos atrás en la margen izquierda (Babor) el popular Coto de
Doñana, con sus manadas de toros, para a continuación atravesar una
zona de grandes árboles a Estribor. La
niebla de poca densidad nos acompañó en gran parte del trayecto.
En este trayecto uve ocasión de ponerme al
timón durante un cierto tiempo, lo cual me dió la oportunidad de
gobernar en circunstancias que exigen poner máxima atención a
mantener el rumbo. En un canal se gobierna
controlando visualmente la proa sin tener en cuenta el compás (la
brújula). En nuestro caso el rumbo giroscópico, o sea con las
referencias de tierra. En mar abierta el gobierno (mantener el
rumbo) a mano, es una tarea en las que se darán inevitables guiñadas
que consistirán en pequeñas o grandes desviaciones del rumbo.
Minimizarlas dependerán en gran manera de la atención y habilidad de
un buen timonel, y estas son más perceptibles
durante el día que durante la noche. También el estado de la mar es
factor importante para mantener el rumbo. Durante la guardia del
timonel, la cual tiene una duración de 2 horas, es habitual
sustituirlo durante diversos periodos de tiempo para que pueda
fumarse su cigarrillo en el alerón, (parte lateral descubierta del
Puente), o tomarse su café.
Acceder a la esclusa de Sevilla siempre es una
maniobra que implica una cierta dificultad, si bien la ausencia de
viento es una ayuda que agradecimos, pues las dimensiones del barco daban
un margen considerable. Al cabo de cierto tiempo con otro barco, el
“Minas Conjuto”, regresé de nuevo a Sevilla, dándose la
circunstancia de que éste había sido construido en Astilleros de
Sevilla y sus dimensiones estuvieron condicionadas a las medidas de
la esclusa. La eslora no ofrecía problema, pero la manga tenía tan
solo el margen de poco más de 1 metro!
Si hay una escala atractiva sin duda es la de Sevilla, el tiempo no
excedió de los dos días, suficiente para disfrutar de unos “finos”,
tomados por los rincones más entrañables de esta bella ciudad.
PROA AL CARIBE
Una vez desembarcado el Práctico
en el último tramo del río, dimos a Máquinas el aviso de “Toda avante”,
mediante el telégrafo, curioso aparato con transmisión mecánica que
reproduce en la Sala de Máquinas las indicaciones que se dan desde
el Puente. En el Cuaderno de Bitácora se hicieron las anotaciones
oportunas, e iniciamos viaje a velocidad de crucero de 13 nudos.
Nuestro próximo destino era el puerto
de Bridgetown, en la Isla de Barbados, de dominio inglés, con una
duración aproximada de 11 días. El rumbo con un claro componente SW,
lo calculábamos para realizarlo con ruta ortodrómica, o sea, lo
que sería equivalente a navegar mediante círculo máximo, es decir el
camino más corto, entre el punto de salida y de llegada. Cada día
según la nueva posición, se procedía a
calcular el nuevo rumbo a mantener, el cual iría cambiando en
pequeños valores hasta alcanzar nuestro destino.
La vida a bordo empezaba a tomar su
rutina, adaptándonos cada uno a sus horas de guardia, siendo los momentos destacados los de la comida
de las 12 horas y la cena a las 6 de la tarde. Aquí es donde la singularidad de algún
Oficial daría “color” a estos momentos. En nuestro barco este toque
corría a cargo del Oficial Radio, persona de un rústico carácter,
natural de Mondoñedo (Galicia) y el 3er. Oficial que era de
Barcelona, el cual ya con cierta edad había sentido la llamada de la
mar. No tan rústico, pero con ocurrencias singulares. Sin duda los
dos eran elementos claves para animar el ambiente. También ayudaba
un nivel de edad joven entre los maquinistas, lo cual era el
complemento para que no faltara el desenfado que tanto se agradecía.
De las muchas controversias que se pudieron dar, una de ellas fue
una apuesta que 3º y Radio mantuvieron, en la que el 3º (Jordi) daba
por hecho que a la llegada a Santo Domingo se haría con los
favores de la que hasta el momento el Radio mantenía que era su
novia. Era casi a diario que salía el tema. Ello de por si nos puede
hacer una idea de la diversidad de situaciones en las que la ruta
por el Caribe nos iba a proporcionar. Ya en su momento cuando
geográficamente hagamos escala en Santo Domingo, trataré de
describir con absoluta fidelidad uno de los momentos más “movidos”
en los que participe.
En cuanto a la navegación, en estas
latitudes transcurrió en unas singladuras de climatología poco
complicada acompañándonos cierta bonanza, en la que los alisios con
su habitual componente Este son el principal protagonista.
LA MÍTICA “MERIDIANA”
En aquel tiempo aún estaba por llegar
los adelantos en materia de ayudas a la navegación, antes de los
satélites llegaron sistema de posicionamiento mediante emisoras en
tierra que emitían señales que daban posición, tal es el caso del
Loran, con alcance a nivel de todo el Atlántico, y el Decca, con
cobertura europea.
Para entonces era la observación
astronómica lo que nos permitía con todas las garantías situarnos
mediante la ayuda del Sol y las estrellas. No obstante, la posición
a través del Sol al pasar por el meridiano era la que formaba parte
de la norma obligada que debía realizarse todos los mediodías en un
barco en navegación oceánica.
Por su interés histórico, voy a tratar
de explicar de la forma más sencilla posible en qué consistía dicho
cálculo. Los elementos indispensables eran sextante, con
anterioridad hubo otros instrumentos tales como la ballestrina y el
octante, un reloj que le llamábamos cronometro con una hora
Greenwich de total exactitud y el Almanaque Náutico. Se trata de una
publicación anual que editan los Institutos Oceanográficos de cada
país en la que se encuentran todos los datos astronómicos necesarios
para que mediante el uso de fórmulas de trigonometría esférica nos
permitirían calcular con aceptable exactitud cuál era nuestra
posición en el momento de la observación.
Siempre el Sol ha tenido el máximo
protagonismo, el cual al mediodía nos proporciona una buena
posición. Las estrellas bien sean minutos después del ocaso o bien
minutos antes del orto podrán complementar el cálculo del mediodía.
Lo de los minutos de antes y después, es por la simple necesidad que
tenemos de que para tomar la altura de las estrellas mediante el
sextante precisamos de tener como base de referencia la línea del
horizonte. Algo que no tendríamos durante la noche. No obstante, hay
un accesorio para el sextante llamado horizonte artificial, que
permitía sustituir el horizonte de la mar, pero no solía ser de uso
habitual. El que en ocasiones “amenizaba”, su guardia con este
cálculo mediante las estrellas era el 3er. Oficial, ya que por su
turno de guardia de 20 a 24 horas solía coincidir con la puesta del
Sol. Su probable joven edad era una circunstancia que favorecía la
práctica de esta modalidad de posicionamiento ya que requería una
obtención de datos y su cálculo posterior, algo laborioso.
Por la mañana después de la salida del
Sol el 1er. Oficial, tomaba una altura del Sol, tan pronto el Sol
tuviera una altura sobre el horizonte superior a los 15º. Este dato
que se tomaba con el Sol observado muy próximo al punto cardinal
Este, permitía conocer el error en Longitud que podía darse en
nuestra posición estimada, la cual era consecuencia del traslado de
la posición real del mediodía anterior. Admito que para el profano
la explicación queda algo “retorcida”, pero todo y siendo consciente
de ello no he encontrado la fórmula para suavizar lo que en
principio trataba de conseguir. En resumen, con esta posición en la
cual la latitud podría tener un valor algo erróneo, y la Longitud
corregida por la altura tomada en dirección muy próxima al Este,
procedimos a trasladarla de forma estimada hasta el mediodía.
Mediante un sencillo cálculo sabíamos a qué altura el Sol iba a
culminar, o sea cuando iba a dejar de ascender para iniciar su
descenso hasta llegar al ocaso. Se trataba de seguir su ascenso
mediante el sextante hasta el momento que culmina obteniendo así lo
que llamamos la altura meridiana o simplemente “meridiana· Esta
observación venía a darse casi siempre alrededor de las 12 del
mediodía, minutos antes, minutos después. Solían estar presentes el
3º, ya que era alrededor de su salida de guardia, el 2º porque
entraba de guardia, el 1º que quedaba a su criterio y por supuesto
yo por lo que suponía vivir en directo la magia que representaba
situarnos en medio del Océano. La presencia de “nuestro” Capitán no
estaba sujeta a ningún criterio. Contaban la anécdota de un barco en
el que durante el ritual de la meridiana se le preguntaba al alumno
qué valor tenía la altura que había obtenido en su sextante, a lo
cual él respondía que “igual”. Este igual se interpretaba que era
del mismo valor que el resto de los que habían observado. Un buen
día se cambió el turno preguntándole qué valor había el obtenido, a
lo cual respondió con una cifra totalmente errónea. Al preguntarle
cómo era que en días anteriores le daba igual dicho valor, el dijo
que a él le daba igual que fuera uno u otro valor.
En otros barcos el Capitán ni un solo día no faltaba a su cita,
incluso acompañada con alguna cerveza que a su vez sería compartida
con el Jefe de Máquinas. Aquí sin duda es cuando se podía pulsar el
buen ambiente de convivencia que se respiraba en el barco. Los
factores esenciales que contribuirán a un buen clima son entre
otros, pertenecer a una Compañía de prestigio, con aceptable nivel
salarial, un buen Capitán, la navegación por rutas con buen tiempo
habitual, comer correctamente (muy importante), un barco en donde se
come mal enrarece mucho el ambiente y por supuesto el buen hacer de
la gente. En ocasiones hay tripulantes que sienten una cierta
proximidad afectiva hacia la Compañía. Un cuidado mantenimiento y su
equipamiento también ayudaría.
Sin duda alguna en aquel tiempo la
situación del mediodía era lo más trascendental con relativo a la
navegación a lo largo de una singladura oceánica. Cabe destacar
también el protagonismo que suponía la recalada al lugar de destino,
sobre todo cuando se procedía de unos días de alta mar. Descubrir en
las proximidades de nuestra Proa, aquel punto que todos buscábamos
con nuestros prismáticos de graduación 7x50, era muy emocionante. El
GPS, nos ha privado de estos momentos.
Para las navegaciones con proximidad de costa y con ausencia de sol
en muchas ocasiones, nuestro aliado indiscutible para situarnos era
el “radiogoniómetro”. En cuanto a la hora del barco, su ajuste se
hacía atrasando el reloj en periodos de 30 minutos conforme íbamos
cambiando de huso horario (según los barcos). Se evitaba hacerlo de
hora en hora para no penalizar excesivamente los turnos de guardia,
sobre todo al navegar hacia el Oeste, que es cuando debíamos atrasar
el reloj, a la vuelta el adelanto horario era acogida de forma más
favorable. Otra curiosidad que se puede mencionar con relación a los
movimientos del reloj es que estos no daban derecho al devengo de
horas extras, ya que el tiempo de más que se trabajaba al navegar en
dirección Oeste, venía a compensarse con el que trabajaríamos de
menos al ir al Este.
CARIBE A LA VISTA
Transcurridos 11 días desde nuestra
salida de Sevilla, nos encontrábamos ya en las proximidades de la
Isla de Barbados, para proceder al puerto de Bridgetown. Es la isla
más al Este de las llamadas Antillas de barlovento. Incluso en las
propias islas suele diferenciarse su parte oriental bañada por el
Océano Atlántico, a menudo con mar y viento más duros. En cambio, la
parte que daba al oeste disfruta de un clima más bonancible, como
consecuencia del sotavento, bañada por el Mar Caribe.
Ante la inminente llegada de la
primera escala cabe destacar que el tema de la carga es de una gran
complejidad. Cargar en 5 puertos, estibando mercancía para descargar
en 15 destinos nos pueda dar idea de ello. Se trataba de evitar por
supuesto remociones de la carga, o sea cambios de ubicación dentro
de la propia bodega dado su elevado coste y retraso en las
operaciones. La escala en Barbados transcurre con pocas incidencias,
ya que es un destino con una estancia que fue tan solo de un día.
Una rápida visita a la población permitió comprobar el rastro ingles
que se vivía en la misma, incluida la circulación por la izquierda.
ESCALA FAMILIAR EN LA
GUAIRA
Nuestro próximo destino era el puerto
de La Guaira, en Venezuela, al que llegamos en 2 días. Esta escala
prometía tener mayor atractivo, tanto por el país que en aquellos
momentos vivía una etapa normal y próspera, como por el contacto que
iba a tener con unos familiares catalanes afianzados en Caracas, a
no mucha distancia del puerto. La escala tenía una duración prevista
de unos 3/4 días. La familia que a nuestra llegada ya estaban en el
muelle obtuvo el permiso de ausentarme hasta el momento de partir.
Toda una experiencia poder realizar una visita a un país tan
distinto y moderno con unos guías de excepción. Él disfrutaba de una
excelente posición ya que era el delegado de IBM, para todo
Venezuela. Una referencia que daba buena fe de ello es que su
“chalet” estaba a dos casas de distancia de la residencia privada
del presidente de la República. Ello que en principio era una
garantía de seguridad, con los años y la llegada de otras épocas más
convulsas, fue lo que les obligó a buscar nueva residencia, ante el
riesgo de producirse algún atentado en sus proximidades.
Visitamos un excelente centro
comercial situado en el centro de la capital llamado Simón Bolívar.
Otros recuerdos de aquella agradable estancia fueron mostrarme los
efectos aún visibles de un seísmo de escala 6,5 con epicentro a 30
km. de la capital acaecido hacía tan solo tres meses, siendo
claramente aún visibles grietas en grandes edificios.
Con su velero del constructor francés
AMEL, pudimos hacer una escapada a isla Margarita situada muy
próxima a la costa. Nuestra corta estancia en el barco me permitió
conocer un hecho muy singular que vivieron a bordo de este barco. Mi
pariente Ángel, era muy buen aficionado a la mar y en especial a la
vela, siendo AMEL su elección para tener un buen barco. Este
Astillero propiedad del Sr. Amel, estaba ubicado en La Rochelle
(Francia), llegando a alcanzar un gran prestigio entre aquellos que
buscaban un barco para navegación oceánica cómodo y seguro, no era
los de mejor por supuesto. Esta valoración sigue siendo válida hasta
día de hoy. Así fue como, Ángel procedió a encargarlo directamente
al Astillero. Una vez el barco estuvo listo para su entrega, allá
que viajaron el matrimonio con algún amigo para llevar el velero a
su destino final, en puerto venezolano.
Desde La Rochelle, pusieron rumbo a La
Coruña, para proceder a embarcar dos amigos más que les ayudarían a
disfrutar de este viaje inaugural. A los pocos días de estar
navegando, los tripulantes fumadores, entre ellos la mujer del
Armador y Patrón, se dieron cuenta que la provisión que llevaban a
bordo de tabaco era totalmente insuficiente para poder mantener su
ritmo de consumo. Los cálculos habían fallado, por fortuna no
sucedió lo mismo con el resto de avituallamiento. Ante tal “grave”
problema, se produjo un cierto amotinamiento de la tripulación
fumadora, al parecer mayoritaria, encabezada por Nuria, la esposa de
Ángel. Para poder seguir a viaje se proponía con exigencia moral,
que debían desviarse a la costa más próxima, al parecer Canarias,
para poder subsanar tan “grave” situación. El Patrón se negó en
rotundamente a acceder a tales exigencias con lo cual el ambiente
adquirió una sensible tensión. Así pues, prosiguieron su marcha sin
variar el rumbo. Es probable que la proximidad de las Canarias se
debió a que los veleros suelen bajar a estas latitudes e incluso
hasta el archipiélago de Cabo Verde, para poder encontrar los
vientos alisios que tan favorables son por su componente Este para
alcanzar el Caribe. Transcurridos unos días en esta incómoda
situación, la esposa del Patrón consideró que había llegado el
momento de hacer las paces, a cuyo efecto una mañana inició la
preparación de un suculento desayuno con pan recién horneado. Esta
actitud empezó a crear la distensión que un día u otro tenía que
llegar.
Sólo añadir una referencia que en su
día conocí con relación al Sr. Ámel, consistió en que después de sus
40 años al frente del Astillero, al fallecer a sus 90 años falto de
herederos, cedió la propiedad de éste a todos sus trabajadores.
Ellos conocedores de tal gesto, como agradecimiento diseñaron y
construyeron para él, el modelo “Super Maramu”, el cual poco después
se comercializó alcanzando un gran éxito en ventas.
Tras esta escala super agradable con
este trato tan especial que recibí por parte de mis parientes
(primos hermanos de mi madre) nos dispusimos de nuevo regresar al
barco. Llamaba la atención que los diversos túneles que unían la
capital con el puerto tenían por nombre El Boquerón, 1, 2, 3 etc.
Desde la autopista era visible ya próximo a La Guaira el Aeropuerto
de Maiquetía.
Ya de nuevo a bordo, zarparíamos rumbo
al puerto de Willemstad, en la Isla de Curaçao, tan solo a un día de
navegación. Esta isla junto con Trinidad y Tobago forman parte de
las Antillas holandesas.
WILLEMSTAD (CURAÇAO)
Cuán distinto era todo su aspecto con
relación a la anterior visita a Barbados y al resto de las islas que
íbamos a visitar. Sin duda alguna está sobradamente acreditado que
la huella holandesa es la más ejemplar con relación a otros países
europeos colonizadores en cuanto a nivel de vida, cultura y
estructuras en general.
Llamó la atención la triste imagen de
un puente que debía atravesar el canal que daba acceso a una enorme
refinería situada en una bahía interior, que durante su construcción
falló su estructura metálica dando lugar a un montón de hierro
retorcidos, el suceso se produjo hacía pocos días y en él perecieron
varios obreros. La estancia en puerto en esta ocasión fue de dos
días lo cual nos permitió conocerla tanto de día como de noche.
Una de las herencias que también
llevaban el sello holandés era como ubicaban el lugar en donde se
quisiera encontrar “chicas alegres”. Era una mezcla del Barrio Rojo
de Ámsterdam y las calles que en Rotterdam tienen en su entrada unos
biombos negros que pone en sobre aviso de lo que nos podemos
encontrar en su interior. Eso sí, sin coches…. Creo que la calle la
llamaban “Gentleman Street”. Hasta aquí todo lo que descubrimos en
una población que destacaba por su buen nivel, sobre todo si la
comparamos con el resto de los lugares visitados.
ESCALA EN SAN JUAN DE
PUERTO RICO
Después de aquí saldríamos rumbo a San
Juan de Puerto Rico, una de las escalas estrella de nuestro circuito
caribeño. Tras dos días de navegación procedemos a la entrada del
puerto junto al morro con su singular fortaleza. Ya dentro de la
amplia bahía, avistamos el tradicional recibimiento que desde unos
balcones unas monjas nos dispensaron, ondeando una gran bandera de
España. Al poco rato de atracar, allí que aparecerían las
patrióticas monjas de origen español, para saludar en persona al
Capitán y tripulación. A continuación, su recorrido a bordo
terminaba en la gambuza en donde fueron obsequiadas con una
importante provisión de víveres.
San Juan era una escala que tanto por
el lugar como por su duración de cuatro días podía dar mucho de sí.
El 1er. Oficial, que en puerto era el responsable del buen
funcionamiento de las operaciones de carga y descarga, aquí estaba
en su máxima implicación. Por supuesto hubo tiempo sobrado de poder
recorrer las calles del viejo San Juan, no habría otros puntos de
escala que fueran especialmente atractivos como este. En uno de
estos paseos diurnos tuve ocasión de charlar con unas jóvenes
estudiantes, al parecer de buena familia. Cayó simpática mi
procedencia de tripulante de un barco español. Hay que tener en
cuenta que deambular por estas latitudes con la marca España, era un
valor añadido a tener en cuenta. De ahí vino su ofrecimiento de
venir al puerto para recogernos a mi y a otros dos voluntarios para
llevarnos en su coche a realizar un circuito nocturno. Estábamos en
el barco cenando (18 horas) cuando de pronto el marinero de guardia
en el portalón entra en nuestro comedor para informarme que en el
muelle hay unas chicas que preguntan por mí. Al asomarme por la
cubierta vi algo irrepetible, todo un gran “aiga”
descapotable con diversas jóvenes a bordo, estacionado en mitad del
muelle (ya sin operaciones) con un “policeman” motorizado al frente,
el cual las había acompañado hasta pie de nuestro barco esperando
regresarlas a la salida. Creo que la imagen no requiere más
comentarios.
Una de las escalas del “tour” fue en
un Sheraton, de enormes dimensiones y espléndidos jardines, llamando
la atención de que se anunciaban hasta cinco salas de baile
distintas en donde poder disfrutar de diversos tipos de música. No
recuerdo cual pudimos escoger, lo que sí recuerdo es la cara que
pusimos mis agradecidos acompañantes del barco y yo cuando leímos un
cartel sobre la mesa que nos ofrecieron ocupar, “consumición mínima
6 dólares”. Tampoco puedo precisar cuál era nuestro presupuesto,
pero sí puedo asegurar que nos dimos cuenta de que este nivel sería
difícil de mantener. Así prosiguió la noche hasta que no muy tarde
tuvieron que emprender su regreso. Nos quedamos desmotorizados en un
lugar algo alejado, probablemente a petición nuestra. En las
proximidades había un “chiringuito” en donde tomamos un Frankfurt y
una Coca-Cola. Aún estábamos digiriendo el costoso encuentro con las
estudiantes, que en la mesa de al lado unas ya maduritas cubanas nos
saludaban. Se trataba de dos enfermeras que tras finalizar su turno
de guardia se disponían a regresar a sus casas en su buen coche.
Tras bromas y risas se ofrecieron a dejarnos en la entrada del
recinto portuario, cosa que nos evitó una larga caminata. Sin más
que destacar después de cuatro días de estancia reanudábamos viaje
para proceder a Sto. Domingo, capital de la República Dominicana.
ISLA LA ESPAÑOLA. SANTO
DOMINGO Y PUERTO PRÍNCIPE; FUERTE CONTRASTE
Sin que la República Dominicana sea
ningún paraíso, si comparamos los dos lugares situados en la misma
isla la diferencia que se observa en su entorno es evidente. Tras
una corta navegación llegábamos al puerto de Santo Domingo, con
importante movimiento de carga, así como una oferta lúdica ya muy
caribeña. Atrás quedaba el sabor americano que se respiraba en
Puerto Rico. Aquí la estancia estaría entre 2/3 días. La duración de
las operaciones estaba condicionada tanto por el ritmo de los
estibadores, así como por la dificultad que podía ofrecer acceder a
rincones en la bodega.
Es evidente que comparar esta época,
con carga general tan diversa, con el momento actual de la carga en
contenedores, son dos mundos distintos que solo se parecen en una
cosa, que ambos utilizan un barco. Los veteranos del barco, buenos
conocedores de la ruta, manifestaban las excelencias de la diversión
que se podía encontrar en esta escala, sobre todo teniendo en cuenta
que lo que quedaba por la proa eran destinos problemáticos, con poca
seguridad a cualquier hora del día. Sin duda tenían razón ya que los
hechos que puedo contar daban buena fe de ello.
Era habitual compartir las salidas a
tierra con diversos compañeros del barco siendo la edad uno de los
factores que más favorecían compartir estos momentos. En mi caso
como Alumno, tenía más margen de maniobra entre la tripulación. No
puedo negar que el relato que ahora le llega su turno ofrece cierta
dificultad describirlo sin dar sensación de una movida más próxima a
una escena peliculera. Vayamos a ello.
Nos encontrábamos en cierto local el
cual era frecuentado, entre otros, por gente procedente de los
barcos, los cuales por cierto no eran pocos. A buen seguro que
nuestro grupo ya llevaba “a bordo” cierta cantidad de “barrilitos”,
creo que era así como le llamaban a la Coca-Cola con ron. Pues bien,
en un momento dado que en nuestra mesa se estaba compartiendo la
estancia con algunas muchachas que alegraban el ambiente, de pronto
se inicia una fuerte discusión con otro grupo que procedía de un
barco alemán, y en consecuencia de dimensiones probablemente
superiores a las nuestras. Como el idioma suyo no era nuestro
fuerte, pasamos rápidamente a las manos, con lo cual se inició una
pelea, en la cual volaron mesas y sillas así como el intercambio de
golpes muy probablemente fuera de control. Uno de nuestro grupo, el
3er. Oficial (Jordi) entusiasmado ante tal espectáculo, nos contó
que se situó en un rincón de la sala para no perderse detalle de lo
que estaba sucediendo. Al cabo de cierto tiempo la Policía hizo acto
de presencia, poniendo orden e identificando a los contrincantes de
la pelea. El resultado fue favorable a los de “España”, ya que nos
recomendaron abandonar el local sin más, llevándose detenidos a los
alemanes por considerar que ellos habían sido los provocadores de
tal situación. A saber.
Al día siguiente yo tenía un dedo
torcido y ciertos moretones. Lo que no tuvo desperdicio es la
narración que nuestro buen amigo Jordi nos hizo del altercado, a
destacar recuerdo me dijo que yo llegue a suspender en el aire a una
mole germana, a lo cual no le di excesiva credibilidad. Para todos
los participantes pudo dar detalle de como se había desarrollado la
“tangana”, la cual vivió en vivo y en directo. Por supuesto me
abstendré de justificar lo reprobable del caso, pero sin duda es la
consecuencia real de cómo pueden evolucionar las salidas nocturnas,
sobre todo en lugares de cierto exotismo como se daba en este país,
por supuesto con la ayuda de “algo” de bebida.
Hasta aquí lo que dio de sí la escala
en este puerto haciéndonos a la mar para arribar a Puerto Príncipe (Port
au Prince) capital de Haití. Como dato curioso por lo que respecta a
la navegación totalmente costera, bordeando el Sur de la isla, es
que ésta mantenía apagados todos sus faros. Según se conocía, esta
medida se tomaba para no dar facilidades a los “balseros”, que
trataban de huir de Cuba dada su proximidad. No obstante, no parecía
que trasladarse a Haití les pudiera suponer una gran mejora. Con un
día de navegación alcanzamos puerto. Estancia de un día dado el
reducido volumen de descarga.
Se hacía indispensable bajar a tierra,
para ver con los propios ojos un nivel de pobreza del que
desgraciadamente siempre se había hablado y se sigue hablando.
Buscaba acaso si podía localizar algún punto en el que estuviera
dándose el rito “vudú”, pero esto era ya pedir demasiado. Si bien
era lugar indicado para obtener imágenes reales del triste panorama,
mi cámara, que sin ser de gran valor era un motivo más para el que
puedas padecer un percance. Esto lamentablemente podría aplicarse
casi a todos los puntos que visitamos. Quizás la imagen que
reflejaba con mayor evidencia la precariedad de la población era ver
cómo al costado del barco se acercaba nadando en aguas malolientes,
niños y adultos arrastrando unas tablas de madera, pidiendo que se
les lanzarán monedas. Estas a su vez eran depositadas en las tablas,
de esto si que pude obtener alguna imagen ya que la cámara no salía
del barco…. La visita a lugares como este deja el ánimo enrarecido,
tras contemplar la triste evidencia de lo mal repartido que este el
mundo.
JAMAICA A LA VISTA
Hasta el momento no había mencionado
la existencia de un ciclón que ya en estas fechas estaba alcanzando
el continente y que en principio no estaba afectando de manera
preocupante nuestra ruta, ya que quedaba a muchas millas de nuestra
posición. No obstante, si bien el viento era de una intensidad
moderada, la mar según el parte daba unas alturas considerables. El
Capitán consideró que no había motivos para demorar la salida y nos
hicimos a la mar. Ya una vez nos hallábamos en el estrecho que se
forma entre Cuba y Haití, las olas dieron fe de lo que el parte
meteorológico anunciaba. Sin entrar muy en detalles del mal tiempo
que estaba ocasionando el rastro del ciclón, fue la primera vez y la
última, en la que los enormes balances que dimos al transitar por
los pasillos llegue a poner los pies en los mamparos (paredes en un
barco) tratando de no caer. Inicialmente admito que esto me
angustio, si bien al poco tiempo lo viví como una incidencia a la
que el barco respondía bien.
Con cierta mejora del estado de la mar
entramos en Kingston capital de Jamaica. Sin duda es un lugar de los
de mayor en la calle. El propio Agente del barco, nos recomendaba
que salir a tierra con un arma era lo más recomendable. Admito
cierta inconsciencia pero yo tenía que ver ese lugar que tan mala
fama tenía. Allá que en solitario salí a dar una vuelta a pleno día,
eso sí sin alejarme demasiado del recinto portuario. Estando en las
proximidades de la entrada del puerto y faltando poco para las seis
de la tarde fue como si de pronto se hubiera dado el toque de queda
desapareciendo prácticamente toda la gente de la calle. De pronto vi
deambulando por la otra acera un pequeño grupo de individuos, que al
ver que yo apretaba el paso, a su vez ellos echaron a correr hacia
donde me encontraba. Recuerdo como si fuera hoy una carrera corta y
angustiosa. Poder alcanzar a tiempo la garita del Policía portuario
fue mi salvación. Otro incidente de este tipo que se produjo en el
barco fue durante la escala en Cristóbal (Panamá) que un tripulante
alrededor del mediodía fue acorralado ya dentro del puerto,
dejándole tan solo en calzoncillos.
RUMBO AL CONTINENTE
Después de haber cargado algo de café
seguimos viaje, esta vez ya al continente. Con dos días de
navegación llegamos a Guatemala en donde realizamos dos escalas
escalas muy próximas, Puerto Barrios y Matías de Gálvez, ahora
llamado Sto. Tomás de Castilla, ambos situados en la bahía de
Honduras. En estas escalas de poca duración, me dio la oportunidad
de compartir una imagen que bien podría ser la de una película de
Pancho Villa. Fue en Puerto Barrios, acompañado con alguien más del
barco nos dispusimos a entrar a media tarde en un bar, con
apariencia más bien de chiringuito. Una vez en el interior pudimos
ver a todo un grupo de individuos, en los cuales era visible un
fuerte equipamiento armado con armas cortas y largas. Era si mas no
chocante que pudieras encontrarte con un grupo de probables
guerrilleros, más aún si tenemos en cuenta que en la calle era
normal la presencia de policía gubernamental. Es probable que
estuviera pactado un pacto de no agresión, o sea mirar hacia otro
lado. Increíble.
La siguiente escala a muy poca
distancia, tan solo a unas horas de navegación, era Puerto Cortés en
Honduras. Aquí lo más destacado fue que las operaciones se
desarrollaron día y noche sin parar. Durante la noche podía verse en
cualquier rincón de cubierta gente durmiendo. El capataz llevaba en
el cinto un gran “pistolón”. Según su versión era una “herramienta”
indispensable para tener al personal controlado y con obediencia.
Dos hijos suyos formaban parte del personal de descarga. El lugar no
ofreció demasiado interés en buscar un lugar para tomar unas copas.
La acumulación de escalas causaba un cierto cansancio. Finalizadas
las operaciones, salimos de nuevo a la mar para proceder a Cristóbal
(Panamá), sin duda el mayor protagonista que tiene esta escala es el
Canal de Panamá (1914), si bien nosotros tan solo íbamos a quedar
atracados justo en su inicio. Tal era la proximidad, que desde
nuestro barco podían verse las tres esclusas que permitían subir los
26m. de diferencia de nivel entre al Atlántico y la laguna
artificial de Gatún. Ahora tras la ampliación que se inauguró el
pasado año, se consigue mediante dos y de un tamaño
considerablemente mayor. Los barcos que transitaban en aquellos años
eran conocidos por “panamax”, construidos con las máximas
dimensiones que permitía el Canal. Con la ampliación, los barcos de
mayores dimensiones que lo transitan se les llama “neo panamax”.
Como un dato curioso la tasa de tránsito que pueden llegar a pagar
estos barcos es de unos 500.000.-$ de promedio.
INICIAMOS EL REGRESO
Con pocas horas de navegación
alcanzaríamos el puerto de Cartagena de Indias, situado en una bahía
de grandes dimensiones. Sin duda esta escala podríamos considerarla,
a excepción de Puerto Rico, como el lugar más importante de cuantos
habremos visitado. Su aspecto fuertemente fortificado da fe de la
importancia que llegó a tener como lugar en el que España mantuvo
una presencia con la que combatirá la piratería, así como duras
batallas contra las flotas inglesa y holandesa, siendo Blas de Lezo,
el que en 1741 les infligió una gran derrota.
Los dos días que estuvimos en puerto
dio para visitar la parte antigua rodeada de murallas con un total
aspecto colonial. Recuerdo un monumento muy singular que consistía
en dos botas construidas en metal, del tamaño de una persona, que
venían a tener un aspecto de ser muy viejas, una de pie y otra
tumbada. Una placa decía que cierto personaje muy conocido en la
ciudad calificó a Cartagena como aquel lugar que podría parecerse a
esas botas viejas que uno tanto puede llegar a querer. A destacar la
gran cantidad de población de raza negra, tal como se da en la
mayoría de islas del Caribe, como consecuencia del gran tránsito de
esclavos que se dio en estos lugares. Aquí hay que confesar que eran
muy abundantes los lugares en donde uno podía perderse a ritmo de
cumbia.
Nos hicimos a la mar navegando a lo
largo de la costa de Colombia y Venezuela, para recalar en Curaçao
última escala en el Caribe. Aquí se trataría solo de tomar
combustible por lo cual fue una corta estancia. Se dio la casualidad
de que coincidimos con el “Virginia de Churruca”, el cual se
vio obligado a arribar a dicho puerto tras perder una hélice durante
la navegación, algo insólito, pero no imposible. Era barco de dos
hélices.
Es interesante hacer algún comentario
de cuál era el medio de comunicación que en aquellos tiempos era el
que se utilizaba. Las llamadas telefónicas una vez fuera de España
ya eran casi inexistentes, tanto por su coste, como por qué no
formaba parte de la costumbre. En contadas ocasiones alguien desde
el barco le pedía al Radiotelegrafista poder llamar a su casa, dado
algún motivo podríamos llamar excepcionalmente. Mediante onda corta
se trataba de enlazar con la estación de radio Pozuelo del Rey,
situado en las afueras de Madrid, la cual daba servicio a las
comunicaciones marítimas que permitían enlazar con cualquier punto
de la mar en todo el mundo. Desde dicha estación, Telefónica te
conectaba con el número solicitado. La llamada no era en sistema
dúplex (oír y hablar, en simultáneo), sino que debía de usarse
“cambió” después de hablar para poder oír a la otra persona. Solo se
había de tener en cuenta que, si alguien disponía de un aparato de
radio abierto, la parte de la conversación que tenía su origen en el
barco sería fuertemente escuchada por cualquier aparato conectado de
a bordo. Esto era debido a la fuerte potencia con la que se emitía
desde la estación de radio. La confidencialidad quedaba en
entredicho. El medio más habitual de tener noticias era con el
tradicional correo. No obstante, en un recorrido como el que
teníamos previsto las cartas debían de enviarse a los puertos de
escala más importantes, por ejemplo, Puerto Rico, La Guaira, Santo
Domingo y Cartagena. En esos tiempos la comunicación por carta era
algo que tenía un contenido de un valor singular, algo que con las
nuevas tecnologías hay que admitir que se ha perdido, como tantas
otras cosas que se han quedado por el camino. Desde el barco sí que
era frecuente el envió de telegramas, si bien quedaban asimismo para
ocasiones de índole particular.
Ya
dejando atrás el puerto de Willemstad en Curaçao, nos esperaban unos
12 días de mar hasta alcanzar Cádiz. En algún puerto habríamos
cargado para dicho destino y el resto iba ser para Barcelona, en
donde una vez quedara el barco vacío, se procedería a entrar a los
talleres de la Unión Naval de Leante, en la Barceloneta, para pasar
la revisión “cuatrienal”. Ello consistía en una revisión a fondo de
todo el barco, por un periodo que podía tener una duración de 20
días.
Durante la travesía nos encontramos
con una climatología tranquila, protagonizada en gran parte por
estos alisios que si bien a la ida eran de una cierta ayuda, ahora
al regreso generaban viento y olas a nuestra banda de Estribor (la
derecha). Recuerdo una anécdota realmente curiosa que se produjo
durante una guardia nocturna, la cual tenía asignada bajo la
supervisión del 1er.Oficial. Encontrándome fuera del Puente en el
alerón, tenía encendido un pequeño transistor con el cual a veces
lograba escuchar en AM alguna emisora con poca calidad de sonido. De
pronto escuche una música que sin duda alguna era del estilo
inconfundible de China que se recibía con una claridad sorprendente.
Al finalizar la melodía se escuchó: “Aquí Radio Pekín en su emisión
especial dedicada a los países de habla hispana”. Huelgan
comentarios sobre lo que supone poder escuchar con un pequeño
receptor la emisión de una procedencia que había logrado atravesar
dos océanos y un continente.
Sin más incidencias destacables
transcurre nuestro viaje de regreso, por supuesto con las
observaciones astronómicas. Con ellas el navegante siente sin duda
un mayor protagonismo con relación a la ruta que día a día nos
permite alcanzar nuestro destino. Las nuevas tecnologías han borrado
tal sensación. En la mar que trascendencia tendrá la exactitud de
una posición de GPS, ninguna, es inevitable que los de la vieja
escuela hagamos tal valoración. Llegábamos a Barcelona un 24 de
diciembre, produciéndose cierta desbandada. Se procedió a dejar el
barco vacío para pasar a las tareas de la revisión cuatrienal.
Para concluir este relato, sin duda
alguna encaja de forma total el mensaje de marketing que en la
década de los 60 hizo popular la Academia Náutica Santa Maria de
Madrid. Para incentivar a sus futuros alumnos, que por cierto fueron
muchos, la frase decía así: “Vista llamativos uniformes, visite
países exóticos y conozca atractivas mujeres”. Un viaje como
este cumplía sobradamente los objetivos propuestos.
Aquí es el punto en el que esta narración, enlaza con la primera
página del relato que en octubre del 2016, lo titule, SINGLADURAS
SINGULARES. Allí se narra cómo me llegó la opción de navegar por
aguas mucho más duras dejando atrás los destinos exóticos, barcos
peores, de todo ello era consciente, pero no de que pudiera llegarse
a la singularidad que viví y de lo cerca que estuvimos de no salir,
algo impensable en el barco que dejaba atrás.
Como no, una vez más despedirme con mi
leyenda preferida:
“Navigare necesse est, vivere
non
necesse”
(Navegar es necesario, vivir no lo es)
(Plutarco)
Solo me queda la intención de animar a
todos mis “colegas” que leen esta narración, para que
compartan sus experiencias vividas a lo largo de su vida
profesional que a buen seguro nos proporcionarán el
recuerdo de batallitas que forman parte de nuestro patrimonio
personal y que a buen seguro serán bien recibidas.
1. La información detallada del resto
de la flota procede del libro A RUMBO, del Autor, Lino J. Pazos, el
cual relata con amplia documentación, la historia de la Compañía
Trasatlántica creada por el insigne Antonio Lopez y Lopez.
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