Martes, 22 de Julio, año 2008.
El viaje al mar.
Mi salida desde tierras de Soria y
los preparativos, me llenan de inquietud pensando en lo correcto
de mi decisión de iniciar este viaje, son las 11:00 horas, se
acerca mi despedida, llega el momento. Por un instante me
arrepiento, luego me da fuerzas pensar que estoy suficientemente
preparado y es mi oportunidad, este viaje lo llevo queriendo
realizar desde hace años, veo a mi querida Mª Angeles y comprendo
su temor.
Esta decidido, le abrazo con fuerza
y se nos escapa a ambos unas lagrimas. Debemos ser fuertes, aunque todo el
trayecto hasta Cambrils no va a ser un buen viaje, por el camino
no hago mas que considerar mi decisión de querer ir solo.
Son las 16:00 horas, llego a puerto,
los preparativos de nuestro primer amarre me permite volver a
centrarme en el proyecto, vuelvo a repasar los equipos, comprobar
su funcionamiento y repasar mi corta experiencia y mis apuntes
náuticos que no debo olvidar.
Estoy en Cataluña, aunque nunca he
vivido, dicen que yo nací aquí, en el Mediterráneo… (Serrat)…, son
25 euros por amarrar, doy las gracias por ello, espero que los
costes no sean iguales en todo el trayecto.
Decido subir al malecón a divisar el
mar, me siento algo nervioso, creo que sospecha y lee mi
pensamiento, el sonido del oleaje parece preguntarme algo, ¿Tu
solo?.
Miércoles, 23 de Julio.
CAMBRILS hasta SAN CARLOS DE LA
RAPITA.
Navegación: 56 millas. Horas de
navegación: 5 h.
Salida al mar llano como un plato,
son las 10:00 horas, perfecto para mis primeros planes de
navegación con una velocidad de crucero a 20 nudos, nos dirigimos
a L`Ampolla, distancia de 20 millas, rumbo 190º Sur, no sé si he
dicho que el mar está mas que precioso, claros y oscuras nubes en
tierra que me obligan a controlar detenidamente, todo según
previsión meteo recibida en mi salida, vientos que provienen de
170º SE, coinciden casi en mi rumbo.
Son las 13:00 horas, el viento
comienza a ser más fuerte al avistar el Delta del Ebro, navegamos a 10 nudos, prácticamente
amurados en dirección a la mar muy rizada, calculo de millas y
previsión de 1 hora, aguanto a ritmo de mar 2 horas, llegamos a la
bahía de San Carlos a las 15:00 horas, mucho más de lo previsto,
estoy agotado de tanto pantocazo, el barco me ha sorprendido y hoy
lo he puesto a prueba, su paso de ola es fantástico, hemos llegado
todos sanos y enteros.
Solicito amarre, hoy no salgo,
mañana la previsión meteo la indican mas favorable, tengo que
controlar y revisar mejor estas previsiones, lo de hoy no tiene
que volverme a pasar, y si el tiempo no es seguro, no navego.
¡Que paella!, todo un premio, se
nota que hoy he hecho hambre, elijo un sitio que solo se accede al
restaurante a través del mar y en barco, todo un gusto “pa mis
orejas”.
Jueves, 24 de Julio.
SAN CARLOS hacia OROPESA y luego
a BURRIANA.
Navegación: 63 millas. Horas de
navegación: 5 horas.
Buena previsión meteo para hoy,
vientos Sur mas flojos y de fuerza tres, salida 10:30 horas, mar
rizado pero suave, puedo navegar a 20 nudos, mi ritmo ideal.
Después de 13 millas avisto
Alcocebre, bonita zona, mi mar precioso, de un azul verdoso,
suave, fino y hermoso, cielo despejado y soleado, que mas se le
puede pedir.
Vinaros tranquilo, Benicarló y
Peñiscola casas imponentes y playas abarrotadas, mi mar se empieza
a encrespar como el día anterior, navegable entre 10 y 15 nudos,
es momento de descanso y fondeo media hora, son las 12:00 horas,
20 millas mas con previsión de llegada a las 13:00 horas, con sol
esplendido llegamos a Oropesa según lo previsto.
Horrible espectáculo desde el mar,
Marina D`or, ciudad del “rascacielos” a mi vista, penoso, ni paro,
me quedo sin palabras, inaudito horizonte.
Hora de comer en el Náutico de
Oropesa, me informo de varios restaurantes, según me dicen en la
gasolinera, uno para carteras llenas y otro al que voy, más
sencillo, se nota que hoy no es festivo, amarro justo en la
puerta…. que lujo.
¿Será como ayer?, resultado: buena
ración de “moluscos”, estupenda manera de acabar la mañana.
Suelto amarras a las 16:00 horas,
con “to” el solazo, si puedo, nada más salir de puerto buscaremos
una cala para fondear y echar una siestecita a ritmo de las olas,
dentro de mi pequeño camarote… genial.
Mi barco Sandrana y yo nos dirigimos
a Castellón y con destino final en dos horas de llegada a Burriana,
mi mar rizadito, algún que otro pantocazo y cada vez que paso uno
gordo se apaga la sonda de profundidad, algo tenía que pasar, lo
mejor es que el barco responde, magnifico Jeanneau, ¡como pasa
rizos y olas entre 15 y 20 nudos!
Me estoy poniendo negro del sol y de
ver que entre tanto movimiento, no aguanta la bolsa de las
pequeñas cosas, se descuelga porque se ha roto el enganche, tengo
que buscar sobre la marcha soluciones para mantener todo en su
sitio, no puedo admitir tanto desbarajuste, me pone nervioso.
Avistamos Castellón, la civilización
en grado superior, enormes cargueros y una refinería, alguien
tiene que fabricar mi combustible, por cierto, voy mejor de
consumo cuando navego a 20 nudos, el barco planea suave y no
frena.
El mar a 25º, calido y perfecto para
un baño en medio de la nada… perfecto antes de llegar a puerto.
Llegamos a Burriana, población que
no conozco, me agrada la amabilidad de Capitanía, sitio tranquilo
y buen amarre, cada vez domino mejor los atraques, me acuerdo
hasta de las maniobras de libro, me permito ayudar a bellas
marineras del club de vela, lo agradecen, siempre es bueno que
alguien te ayude, no hay cosa peor que ver que te observan y ni se
acercan a ofrecer ayuda, estando a flote todo es distinto.
A cenar, llamar a Mª Angeles, y a
dormir.
Viernes, 25 de Julio.
BURRIANA navegación hacia VALENCIA
y destino en CULLERA.
Navegación: 57 millas. Horas de
navegación: 6 horas.
Empieza el baile a las 11:00 horas,
letra 190º SO y 60 próximas millas, música de Mercury 75 cv y el
desplazamiento magnifico provocado por el casco de mi Jeanneau de
17 pies, compositor capitán Benjamín, único pasajero, titulo fe,
esperanza, caridad, y en tus manos encomiendo mi espíritu, un día
mas.
Vamos rumbo a Valencia, hoy salimos
algo tarde, asuntos de llamadas de trabajo que tenía pendientes de
realizar, llevo varios días evitando estas llamadas pues se me
hace difícil enfrentarme a la realidad en este ambiente. No sé que
día es hoy, creo que Viernes, ¿será bueno este estado de
confusión?.
Buena previsión de tiempo para hoy,
el viento ha cambiado al sureste, mejor, así, navegaremos con el
mar de amura y de esta forma mas cómodos. Ante mí un día soleado,
mi mar de un azul encantador, navegable a 20 nudos, mi ritmo
ideal.
Recuerdo que ayer, en que el mar
estaba suave y liso, llegué a alcanzar 39 nudos durante varios
minutos, ¡un capricho!, un placer que de vez en cuando me doy, si
las condiciones lo permiten. En el agua dulce de nuestro habitual
lago, solo consigo 32 nudos a causa de la altitud y la diferente
densidad del agua.
Navegamos 15 millas y a la altura de
Sagunto, decido hacer algo anormal en mí, voy a tomar el sol sin
camiseta!!, imagino la voz de Mª Angeles diciendo: ¡pero no
olvides darte crema!, cosa difícil de hacer solo, ella siempre me
ayuda, fue su idea llevarla a bordo, hago un esfuerzo, me la doy y
a correr.
Cuando menos lo esperas, pasa algo,
siento un ruido en popa, horror, se acaba de caer por la borda el
mástil de luz “todo horizonte” con el pabellón nacional adosado!.
Se precisa urgente rescate, somos
pocos a bordo y no me puedo permitir perder a nadie, curva de
Butakov perfecta y el mástil de luz con el pabellón nacional,
flotando por la proa. Me siento aliviado con el preciado rescate y
rescatar sobre todo el pabellón nacional de mi barco y de todos
los españoles, que alivio. Consecuencias: rotura de la base de
conexión y me quedé sin luz. Esta embarcación se ha quedado con
menos luces que una “patera”, y eso que antes tenía pocas. La
solución esta en una reparación pertinente de fortuna, algo
chapucera, y consigo que vuelva a flamear tan preciado pabellón.
A la vista tenemos Valencia y nos
adentramos en el náutico Copa América, que desolación, es nuevo y
esta completamente desierto, ni tan siquiera una replica del
famoso “Alinghi”, con esta desilusión ni nos amarramos y nos
volvemos al mar en dirección al náutico de Valencia. El calor es
asfixiante y para colmo, la peor comida de la semana por ahora,
cuando mas importante la población, peor.
Navegamos dirección Cullera, el
náutico esta en la desembocadura del río según mis cartas
náuticas, el mar se riza demasiado, no paso de 10 nudos. Por
cierto, cuando el pantocazo es excesivo, la sonda de profundidad
se apaga, me da la sensación que por miedo, cierra los ojos y no
quiere ver. Será como mi Mª Ángeles en el mar, una “caguica”.
Llegamos al náutico de Cullera y
vaya forma de atracar, me abarloan a otros cuatro barcos de mi
tamaño. Es lo que hay, mas no se puede pedir, me dicen, todos
están igual, algo curioso, creo que después del quinto barco no
amarran a nadie mas, ¡soy el quinto y nadie tendrá que pasar por
encima de mi!, eso si, yo tengo que pisotear a todos para salir a
tierra, ¡como tropiece entre tantos cabos, me voy al agua seguro!.
Hoy no he hecho más que ver
pequeños veleros tipo “Pedro”, con sus velas al viento, les
devuelvo los saludos al pasar, me observan y yo a ellos más, les
acerco con los prismáticos hasta donde no llego, con que paz
navegan, todo su silencio y tranquilidad me atraen de una manera
especial.
Por cierto, ayer no conté que a
cinco metros de mi amarre se encontraba amarrado un catamarán de
40 pies, soberbio, arrogante, que arboladura, que jarcia, que
mástil interminable. De pronto, se abre la cabina y sale un hombre
de mediana edad, alto, estilizado, corte de pelo como yo, (calvo,
única semejanza a mí), que brazos, musculatura y espalda, todo un
armario, que equilibrio y consonancia con su barco, con un bañador
tipo slip y ajustadísimo a su redondo culo. Algunas preguntareis:
¡como tiene que tener el camarote!, me mira de reojo, disimulo,
estoy entretenido en mis notas del diario, se dirige hacia las
duchas y por el camino, saluda con especial simpatía a marineras
de barcos vecinos, se aleja.
Vuelvo a recrearme en su hermoso
barco, encuentro a mi entender un defecto a tener en cuenta…,
necesita por lo menos, de tres puntos de amarre seguidos para
atracar a gusto. Que despilfarro de terreno, si decide ir a otro
puerto, tendrá que hacer reserva el año anterior, comparando con
las pegas que me ponen a mí, con mi 17 pies de eslora.
Imaginemos por un momento (imaginar
es gratis) a semejante artefacto y su enorme arboladura con todo
el trapo extendido, velas hinchadas hasta la exageración, viento
real de 25 nudos. Ahora, dos sólidos marineros para hacer banda:
señores Pedro y Leandro. En el interior del camarote, Mª Ángeles,
Felisa y Lorena preparando una exquisita infusión de manzanilla
tipo Pita. Ana y Laura, estas jóvenes y valientes acompañando en
la banda, todo el peso por pequeño es valido, a cada una de las
niñas les rodean dos enormes brazos para sujetarlas, me
tranquiliza, los chalecos a tope, nos preparamos para realizar una
ceñida brutal, ya que las señoras están entretenidas.
Seguimos soñando… el casco de
barlovento esta empezando a despegar del agua, solo toca
escasamente su timón, ¿a que no sabéis quien gobierna la enorme y
única rueda de timón?, ¡pues yo!, el Benja, ¡no faltaba mas!.
Sentimos quejas del interior del camarote, mi querida Mª Ángeles
se muerde hasta las cejas para no gritar de terror, Laura la veo
mas tranquila, Felisa mas acostumbrada, se queja menos, por
nuestra parte no hacemos mucho caso y disfrutamos de la gran
velocidad. No me da ni tiempo de ver la corredera, el entusiasmo
en cubierta es general, Ana y Laura encantadas, cosa que me
alegro. En medio de semejante estado, oigo la voz de Leandro que
dice: ¡Benjamin, Benjamin que vamos a pique!, yo prepotente y
extrañado, no hago caso de un marinero de titulación inferior, y
le digo: ¿pero no nos dirigíamos a Gijon?...
¡Plop!... solo fue un sueño… con un
chiste final, fácil.
Sábado, 26 de Julio.
CULLERA navegando a DENIA y
destino en MORAIRA.
Navegación: 45 millas. Horas de
navegación: 4 horas.
Hoy me han dado “dianas” a las 07:00
horas, como pensaba ayer, mis previsiones son ciertas, y como no
se podría esperar de otra manera, algunos de mis cuatro compañeros
de amarre abarloado, se decidiría a ir de pesca bien tempranito.
No me debo quejar pues uno de ellos quería salir a las 06:00
horas, pero su amigo retraso la salida. No sólo desamarró uno a
las 07:00 horas, después fue otro a las 08:00 horas… paciencia.
Es una autentica dosis de habilidad,
por parte de los marineros del náutico, ver como realizan el
desamarre del barco mas próximo al pantalón, amarras, cabos de
todos los colores, largos, springs de todo tipo. Ayer me hice
cruces de cómo lo harían y hasta sospeche que pudieran acordar la
hora de salida todos a la vez, ingenuo de mí.
Como imagino la cara que pondría
Luisa, viendo como su bonito barco, es invadido y literalmente
pisoteado por fornidos marineros de puerto y las chanclas de rudos
pescadores pasando sin pudor por proa y popa, para soltar y atar
cabos, defensas y largos, y encima bien temprano.
No hace falta decir que me
despertaron, y me sentí con buen humor, raro en mi nada mas
despertar. Entre el buenos días y el asombro que tenían al verme
salir de mi escaso camarote, se interesaron por mi procedencia,
que con total rotundidad añadí que del Soberano Reino de Castilla
y que mi presencia era para dar testimonio de que estas tierras
reconquistadas, siguen siendo fieles a la corona y cumplen con las
entregas de tributos por ser provincias conquistadas por el
valeroso Don Rodrigo Díaz de Vivar y sus fieles vasallos, que
literalmente expulsaron a los Musulmanes de la península, así, de
esta forma unificada, convertida en una grande y… hermosa nación.
Me despido de ellos en cortesía,
deseándoles buena pesca y siento que me rinden por mis
atribuciones, cierta “pleitesía”.
Mi desamarre no necesita ayuda, me
encuentro colocado el ultimo de la fila, así que suelto amarras y
navego río abajo la próxima milla de recorrido que hay hasta el
mar.
Reflexiono con estas tierras, ¿no
será que en estos años, nos vuelven los Moros a conquistar con
tanto asentamiento?, ojo y vigilemos.
Salgo a mi mar, no tengo que
insistir en su belleza insultante. Sigo teniendo noticias
meteorológicas muy favorables.
Me sorprende el cambio de viento,
según mi compás, lo recibo del norte, justo en mi popa,
¡magnifico!, he de recordar que los anteriores tres días de
singladura, lo recibía por la proa y por la amura de babor, no
pudiendo cambiar mi rumbo, teniendo que realizar algunos bordos
para no recibir mar de proa, se hacia a veces incomodo con tanto
pantocazo.
No hago mas que salir a mar abierto
y hoy, creo que voy a tener suerte, y la tengo porque… atención:
estoy cabalgando y haciendo surf sobre las olas, a favor de mar,
con algo de mar de fondo, ¡Inmenso placer!. Controlo la velocidad
para permanecer el más tiempo posible sobre las olas, surfeando
con 1000 Kg. de barco, en semejante estado de satisfacción, paso
al menos tres millas, el mar cambia constantemente, como mi
entusiasmo náutico.
Después de estos días navegando,
noto cierta sensación en brazos y piernas, que de tanta tensión y
esfuerzo por mantener el rumbo con un agitado mar, y cambiando
constantemente de brazos para sujetar firme la rueda de gobierno,
tendré que presumir de morenos y musculados miembros al terminar
mi travesía.
No tengo seguro de que el viento por
la tarde permanezca por mi popa, el mar se hace mas violento por
las tardes, si así fuera, debo de tener cuidado en controlar mi
velocidad y surfear sin control sobre las olas, puesto que si me
paso de velocidad, mi proa podría pinchar una ola, y tener la
fatal consecuencia de volcar por la proa, nada mas fácil puede ser
dada mi corta eslora de 17 pies. Por mi tranquilidad no puedo
permitir semejante error, el mar siempre exige nuestro respeto,
disfrutando y adaptándonos a el, con un mínimo de sentido común.
Después de 25 millas avistamos la
costa de Denia. Sus primeras urbanizaciones son de mi gusto, sin
aglomeraciones y con un máximo de tres alturas. Es raro y me
sorprende que ningún “pudiente” haya sido capaz de realizar
enormes edificios a pie de costa como en anteriores poblaciones,
el entorno es relajante, son las 12:00 horas y decido fondear y
observar las hermosas montañas tras de Denia.
Estoy cambiando mis hábitos, no soy
muy aficionado a quitarme la camiseta y darme cremas solares, todo
sea por protegerme del sol y con un poco de practica y paciencia,
conseguiré lucir un moreno espectacular tipo Julio Iglesias, y que
a mi regreso, no sea solo Matilde la única con color playero tipo
“chic” vacacional.
Aprovecho el momento de fondeo para
un tranquilo baño en soledad. Después no hay nada mas relajante
que estar tumbado en la punta de la proa y sentir con un vaivén
constante, el suave movimiento que mece y te acuna, con el sonido
del chapoteo del agua contra el barco… un placer.
Siempre en el horizonte y ante mi
vista, sigo observando velas hinchadas al viento, como ligeras y
frágiles mariposas del mar… ¡algún día será mi turno!.
Decido zarpar y creo que tengo un
pequeño problema, siempre busco arenas y fondeaderos suaves para
fondear y en este caso, se debe de haber enrocado y atascado mi
ancla a 5 metros de profundidad. Inicio labores de libro con el
motor, intento maniobras en contra de la posición del ancla, me
cuesta creer que tengo que utilizar opciones alternativas, lo que
queda claro es que solo no se va a soltar, no puedo permitir dejar
a nadie de este barco a su suerte, el ancla es un elemento útil y
de seguridad.
Opción pensada: me disfrazo con el
traje de hombre “rana”, con chanclas anchas a juego, me coloco
unas gafas de buceo compradas en un todo a cien de costa, con un
solo ojo gigante con tubito respirador, y de esos que si no
controlas bien la respiración, te sumerges y entra agua en el
tubito y te pegas un trago que sabe a demonios.
Con semejante equipamiento me siento
algo raro, no me sienta del todo bien pensando en mi mal tipo,
algo redondeado, pienso que para gente como yo, el Ministerio de
Medio Ambiente tendría que cobrar un canon especial por
distorsionar el entorno.
Esto no le ocurre al amigo Ricardo
cuando se lo enfunda, puesto que a un hombre bien formado como él,
le realza su potente tórax y hombros. Dicho señor, procede del
Soberano Reino de Castilla, ejemplar vasallo, hidalgo servicial,
le da lo mismo lanza o espada, el cual me rinde respetos por ser
marino de rango inferior.
Venga, vamos a ser valientes y
rescatar al amigo apresado en las rocas y a cinco metros, eso no
es nada, me animo yo solo.
No tardo ni 30 segundos en volver a
subir, fantástico, ha sido mas fácil de lo previsto.
Pero… ¡que despiste!, estando en el
agua y al soltar el ancla y subirla a bordo y en pleno entusiasmo,
no me da tiempo a sujetar el barco, y en un golpe de mar, el muy
mal educado se marcha hacia la playa sin despedirse ni
agradecerlo. Estas embarcaciones francesas, mucho “glamour” pero a
mi me deja que se me empañan hasta las gafas de ojo gigante sin
poder remediarlo. Siento de verdad que no me crispo, será que me
aproximo al medio siglo de edad y el temple lo empiezo a
controlar.
¡Adiós barco desagradecido, (ya me
irrito y doy voces) dejar a tu capitán a trescientos metros de la
playa, solo y desatendido!, esto es un amotinamiento de todo el
equipo, ya quedaras varado y te daré millas de enormes pantocazos,
y te haré crujir de dolor hasta el último mamparo para que vuelvas
a repetirlo.
¿Sabéis que puede ser, que lo que
acabo de relatar es pura literatura?
¿Cómo solté el ancla?. Con el motor
haciendo mil maniobras, o con mi traje de hombre rana. Hasta los
que me conocéis bien, lo vais a dudar.
Hablando de la travesía del día
anterior, y al paso por la población del Perello, situada a cinco
millas al sur de Valencia, me llegan recuerdos de un viaje de fin
de semana que hicimos este año en el mes de Mayo, en compañía de
Eduardo y su familia, a los cuales debo gratitud por su
hospitalidad. Fue un viaje o una escapada de salida muy habitual
de gentes de la gran ciudad, con largas colas y retenciones en
plena carretera, en estas situaciones, las gentes de pequeñas
poblaciones no estamos muy acostumbrados, disponemos de campo y
zonas tranquilas a escasos minutos de casa, debe ser un
privilegio.
En este viaje, mi querido barco se
quedo en casa muy a mi pesar, recuerdo que me pase dos días
observando con verdadera envidia a todo barco que pasaba navegando
ante mis ojos, les notaba al pasar cierta chulería, y hasta mi
mente calenturienta llego a pensar que lo estaban haciendo adrede.
Hay que reconocer, que después de un largo invierno en tierra,
cuando se acercan estas fechas, mis deseos de navegar crecen sin
control.
Toda esta dependencia a esta
afición, y el verdadero culpable de iniciarme, la tiene mi amigo
Eduardo, por ayudarme a comprar mi primera embarcación, solo puedo
decir… gracias.
Continuamos navegando y pasamos
Denia, que buenos recuerdos tengo de esta población hace 27 años,
disfrutando de un viaje de novios con Mª Ángeles, compartido con
Luis y Carmen, casados todos a la vez y el mismo día.
Conservo en la memoria la imagen de
Fermín, mi suegro, bajando hacia la iglesia, llevando a dos de sus
cinco bellas hijas del brazo, todo orgulloso y con un
impresionante aspecto de general. Que pensaría de mí aquel hombre
castellano, luchador por sus tierras de labor, entregando a una de
sus preciadas joyas, a un joven de rizados y largos pelos,
componente de un grupo musical, con ambiciones de colarse en la
música de los años 80. ¡Mejor que no me lo digan nunca!.
Dejando a un lado pensamientos
personales, seguimos rumbo al sur, a partir de Denia tengo que
revisar las cartas y mi derrotero detenidamente, hasta Alicante
para mi es desconocido, navegamos tres millas y empiezo a divisar
el gran cabo de San Antonio que se inicia al sur de Denia, observo
una gran diferencia con las anteriores zonas navegadas,
predominando las tierras llanas y largas playas, me asombran estos
enormes acantilados, calculo que con una altura aproximada de 500
metros totalmente verticales, estas vistas reconozco que me
atraen, mi mar comienza a tomar un color temerosamente oscuro,
compruebo la sonda de profundidad, mide unos espectaculares 40
metros bajo mi pequeño casco y a una distancia de 100 metros del
acantilado, desconfío de mi seguridad y sigo la derrota de otros
barcos. Bajo estos enormes acantilados viéndolos desde el mar, me
doy mas cuenta que voy completamente solo, me siento pequeño en
estos lugares, paro el motor y me dejo a la deriva.
Prismáticos, quiero verlo todo,
encuentro pequeñas calas con barcos fondeados, me incluyo entre
ellos, estamos protegidos del viento y el mar completamente en
calma, me dejo llevar por estos pequeños placeres náuticos.
Delante de mi proa y en mi derrota,
navega una Zodiac, ralentiza su velocidad y se va aproximando al
acantilado entre algunas rocas. Tengo un presentimiento, decido
seguirla, mi anterior barco era también una neumática, perfecta
para explorar sitios escondidos y especiales, desaparece de mi
vista, me acerco con cautela, no confío y desconozco esta zona, me
detengo unos minutos y espero a que vuelva a aparecer, no se oye
ningún motor, la sonda de profundidad me indica unos tres metros,
el mar en calma, pequeñas olas contra el acantilado, no puedo
perderme el descubrir donde ha entrado, mi curiosidad a “cien”,
muy despacio, decido acercarme hasta un pequeño pasillo entre dos
paredes de roca, no consigo ver de frente ninguna entrada, tiemblo
de emoción al acercarme y por fin, mi proa enfila algo mas
sorprendente de lo que esperaba, soltando mi carga de emoción al
entrar en una enorme cueva, un capricho de la naturaleza,
aproximadamente 30 metros de altura, 60 metros de fondo y 30
metros de anchura, la entrada no tenia mas de 8 metros de mar, y
en su interior, mi esperada Zodiac fondeada. Sigue mi sorpresa
pues no veo a sus ocupantes, la ligera oscuridad atemoriza, con
una profundidad de 3 metros el fondo es claro y transparente como
el cristal, me dispongo a fondear entusiasmado por el encuentro
con esta maravilla de la naturaleza y relajar mi espíritu, y como
no, darme un merecido baño.
Oigo voces, no estoy solo, la
espectacular cueva mejor verla en compañía, son españoles, les
saludo y comprenden mi sorpresa, ellos conocen bien la cueva, y
señalan que la conoce todo el mundo, debo de ser el ultimo que
faltaba por conocerla, un record batido.
Todos en el agua y a una temperatura
de 25º, me conducen nadando hasta un rincón de la cueva y me
prometen que me gustara, pasamos buceando por un pequeño hueco de
entre las rocas a modo de sifón, y al salir al otro lado, una
pequeña bóveda de no mas de tres metros cuadrados y un metro de
altura, iluminada el techo por la luz a través del agua,
procedente de la gran cueva, precioso momento, aunque permanecer
dentro mucho tiempo produce cierto temor. Mi estancia en la cueva
se prolonga una hora, descanso y relajante tranquilidad para
proseguir el viaje.
Ante mi vista, según mis coordenadas
náuticas, encuentro Javea y su bahía, a tener en cuenta que a
bordo y en el mar no existen indicadores de lugar, la naturaleza,
faros y formas especiales son suficientes, aparte de las
demarcaciones náuticas, las cuales no describo. Las edificaciones
concuerdan con el entorno sin pasar las tres alturas, me agrada
que no exista masificación que mas adelante pienso me encontrare,
y por supuesto, con el habitual turismo “a granel”, en
mastodónticas edificaciones, insultantes a la naturaleza y al mar.
Seguimos bordeando el enorme cabo,
navego con previsión de llegada al puerto de Moraira, recuerdo que
Migue Ríos dedicaba unas notas en una canción, deseo que este
puerto sea tranquilo y de mi agrado.
Avistada la población frente a mi
proa, tengo la sensación de acertada mi singladura a este destino,
apariencia tranquila, formas marineras y bajas. En Capitanía me
designan un amarre muy cómodo y curioso, justo al lado donde los
niños tienen por costumbre alimentar a los peces del puerto, los
veo enormes, boqueando impacientes a turistas de todos los países.
En una escasa hora estos peces, habrán recibido al menos cinco
barras de pan. Son las 22:00 horas, he de llamar a Mª Ángeles,
estará impaciente.
Domingo, día 27 de Julio.
MORAIRA navegando a VILLAJOYOSA y
destino final en ALICANTE.
Navegación: 51 millas. Horas de
navegación: 4 horas.
Hoy es domingo, me despierto mas
pronto que de costumbre, son las 7:00 horas, y hace una mañana
radiante, anoche estuve paseando las calles de esta pequeña
población, llenas de colorido turístico y en especial por ser
noche de sábado, luces, ruido y muchos jóvenes.
Me siento algo apenado, angustiado
quizá, porque esta tarde tendré que hacer algo así como cantar,
igual que en mi querida tierra de Pamplona cantaríamos el ultimo
día de fiestas, entonando un emotivo “pobre de mi”, pero en
solitario, pensando que en las próximas 50 millas, arribaré en
Alicante, poniendo fin a mi viaje.
Me prometo, que si mi salud y mis
medios lo permiten, continuare este trayecto en dirección sur,
hasta el final del mediterráneo.
Por ahora considero más que
suficiente y que al termino de esta travesía, habrán transcurrido
300 millas náuticas, más que de sobra para mi corta experiencia.
Despierto pronto, porque hoy puede
ser un gran día, plantéatelo así (me recuerda Serrat), vaya que
si. Me encuentro animado y decido salir de este magnifico lugar,
sin prisa, a dos nudos, procurando no levantar con mi motor, el
mas mínimo oleaje al salir de puerto, intento ser respetuoso
siempre.
¿No he contado nada de mis noches
pernoctando en el barco?. He de reconocer, que salvo pequeñas
siestas, no había tenido mas ocasiones de comprobar su “confort”,
todo es cuestión de organizarse en tan reducido espacio.
Hay que indicar, que el increíble
camarote de mi maravillosa Sandrana, tiene forma triangular, con
un largo de 2 metros, una anchura de 1,10 metros, y la parte mas
alta poniéndome de rodillas, mi calva, da en el techo… Todo un
camarote del mas alto “standing”, completamente unipersonal, para
mi, el mejor barco que tengo del mundo.
La primera noche me acosté
preocupado, tarde en dormir pensando si me podré despertar, si
otro barco me aborda estando dormido. Hay que tener en cuenta que
mi sueño es muy duro, y siempre digo que aunque me pase un tren
(en este caso un barco) no me despierto. Estoy acostumbrado a
contar con ella, Mª Ángeles, que siempre vela por mi y cuida mi
reposo. Siempre dice que no agradecemos su labor familiar en casa,
no existen palabras para agradecérselo, y mis hijas y yo no se lo
podemos demostrar de forma suficiente, ella nunca esta conforme,
su carácter lo impide.
El caso es que he dormido a bordo
como un rey, como estaba solo, no he tenido que controlar mis
ventosidades, al despertar he bostezado haciendo un ruido
espantoso y, me han picado los mosquitos, con ello he servido de
alimento a algunos seres del lugar, y posiblemente… he roncado
como un autentico lobo de mar.
Quizá por educación, mis vecinos del
pantalán no se han quejado de todo esto, habrá sido por conocer mi
origen y nobleza castellana, estas atribuciones imponen un poco,
he de reconocer.
Navegamos y recorremos un litoral
con hermosas playas, vuelven las largas bahías, mi mar, que no me
olvido de él, esta suave y con ligeras crestas, el viento sigue
siendo de procedencia norte, sigo en algunos momentos navegando a
favor de mar, la escasa intensidad del oleaje no permite surfear
entre las olas. Ayer, con mismo viento norte, estando sobre una
ola, que por lo que se ve venia de Cataluña, y en mi insistencia
en permanecer sobre ella, me mira ceñuda y dijo: “tendrás que
pagarme peaje, nene”, algo añadió de “plau” que no entendí, y se
fue con viento fresco.
¡No faltaba mas!, en vacaciones no
puedo consentir discutir con nada ni nadie, y mas con el motor en
marcha, el sonido me hace gritar y luego duele la garganta.
Avistando la ciudad de vacaciones a
“granel” de Benidorm, son las 12:00 horas y toca fondear a una
distancia reglamentaria de 200 metros de playa.
Curiosa vista ante mis ojos: diviso
una lancha rápida, arrastrando un largo cabo, dos señores sentados
colgando sus piernas, muchos hilos por encima de ellos y un enorme
trapo de colores en forma de seta o boletus, que parece flotar en
el aire. Me enfundo los prismáticos y les veo que disfrutan del
paseo aéreo. Curioso invento, pero como se rompa el largo cabo,
nos vamos a reír todos, ja, ja.
La ventaja de navegar solo es que si
algo haces mal, te equivocas, se te escapa el barco solo y demás…,
nadie conocido se ríe de tus torpezas, no sientes bochorno alguno,
pero después de estos días, me hubiera gustado que estuvieran mis
tres chicas conmigo. Explicación: tengo dos, la tercera es su
mama, mi Mª Ángeles.
Estoy frente a la playa y seguro
disfrutarían de ella las tres. Ana y Mª Angeles las veré en varios
días, la mayor Sandra, la veo menos pero se que esta bien, su
madre me informa. ¿Sabéis el nombre del barco protagonista de este
relato?, su nombre es Sandrana, mis dos chicas.
Nos vamos de nuevo a Benidorm, no
pienso decir que sus abarrotadas playas no me gusten, ni que sus
hermosos y gigantes edificios estén mal, que va, que va. Pero lo
que si voy a decir es, que no encuentro, y lo intento, el motivo
de cómo el ser humano es capaz de llegar a semejante desacierto.
Suelto el fondeo y me alejo sin
volver la vista, no sea que al hacerlo, encuentre algo positivo.
Navegamos 10 millas hacia el sur, al
medio día una rápida comida en Villajoyosa, siento que de forma
instintiva reducimos nuestra velocidad de crucero, recreándonos en
cada cala con refrescantes baños, sentimos Sandrana y yo que
tenemos que apurar las escasas 15 millas que restan para llegar a
Alicante, ya muy cercano el puerto.
Fondeamos junto a otros barcos,
necesitamos detener el tiempo, disfrutamos sin prisa de la calidad
de vida que dijera Leandro, no me olvido de su Lorena y Laura,
supongo y deseo que estén contentos en su nueva residencia de
verano, cada uno disfruta de sus cosas.
Recuero haber oído a Ángel (hidalgo
castellano) y su esposa Alba, que tienen conquistada una propiedad
por estas latitudes, desconozco y no tengo datos de la población
exacta y como consiguió arrebatársela a los infieles moriscos, o
fue en prenda por sus servicios a la Corona de Castilla, no tengo
datos al respecto de estos hechos.
Supongo, y es un suponer, que otro
gran caballero, también hidalgo y cortesano de envergadura de
lejos fácilmente divisada en lontananza, de nombre Ismael, pudo
encontrarse en estos lugares, que junto al caballero Ángel,
blandieran sus espadas y conquistaran el corazón de bellas
doncellas, lo he de suponer, no tengo datos al respecto.
Podría ser que a bordo de una goleta
de tres palos, capitaneada por otro gran caballero y cortesano,
Sr. Lauro, hombre de gran valía y seguridad con las velas,
ingenioso constructor de buques y acastillajes, ameno relatador de
versos y acertadas anécdotas, y por supuesto, buen consejero
real. Él pudo ser quien los llevó en su barco a la conquista del
infiel. No debo dejar de lado la posible compañía del buen vasallo
Ricardo, que con su espectacular estampa aterrorizó a todos los
moriscos. Si algo pudo ser así, no me extraña que desaparecieran
todos de aquí.
Antes de levar anclas, me resisto a
hacerlo, he de contar que no soy hombre de mar, ni todos los
nombres aquí descritos lo son, tenemos el gusto de compartir una
zona de navegación y fondeo compuesto por una docena de
embarcaciones y año tras año, colocamos nuestra boya de amarre, y
nos dedicamos a disfrutar de un lago en pleno interior de
Castilla, no me pidas su nombre, lo dejo en anonimato, cuenta con
5 Km2 de superficie, ideal para deportes náuticos, en un entorno
de montañas repletas de pinares y senderismo natural sin limite.
Te diré que en pleno verano por las
noches, dormimos en pijama, las aguas son frescas y limpias, no
existen urbanizaciones, no existe la más mínima masificación, un
entorno de calas y pequeñas playas de fina arena, que en nuestro
hablar, tienen todas sus propios nombres.
En ciertas noches nos visita una
impresionante luna llena, iluminando con su estela el lago y
dejando nuestros barcos en una sombra su contorno, pienso que fue
aquí, entre la Jara existente, podría estar escondido el famoso
toro del cantar… enamorado de la luna.
No insistas en que indique
coordenadas de situación, y si alguna vez encuentras nuestro lago,
respeta el entorno y disfruta como nosotros, de esta manera serás
bien recibido.
Llegamos al puerto de Alicante, nada
mas traspasar la enfilación de marcas laterales y entrando en la
larga bocana a puerto, he comprendido que este para mi, gran
viaje, ha terminado.
Trescientas millas cumplidas con
honor y orgullo.
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