307 años después de su hundimiento, el
San José, uno de los galeones más grandes y más buscado desde hace
décadas, ha sido localizado por el Gobierno de Colombia junto con
una empresa privada dedicada a los rescates submarinos, en Noviembre
de
2.015 en aguas profundas y a unos 300 metros de profundidad,
utilizándose para ello submarinos teledirigidos.
Los cañones de bronce, en muy buen
estado de conservación, no dejan lugar a dudas de que se trata del
pecio del San José, y junto a ellos ya se han localizado vasijas y
diferentes objetos, algunos de los cuales han sido sacados a la
superficie. Las operaciones de arqueología submarina
pueden durar varios años y todo el patrimonio subacuático extraído
dará lugar un nuevo museo en Cartagena de Indias dedicado a este
galeón español.
El galeón San José
El buque, de 31 metros de eslora y 10 de manga, desplazaba 1.200 toneladas y fue diseñado por Francisco
Antonio Garrote y construido en los astilleros Mapil de Usurbi,
cerca de San Sebastián, junto con otro idéntico bautizado con el San
Joaquín. Disponía de 2 cubiertas, y aunque podía armar en su amuras 70
cañones, finalmente fue equipado con 60 de diferentes calibres.
Al poco de ser entregada por el
astillero, la San José defendió en 1.702 la ciudad de
Cádiz del ataque de los ingleses mandados por el almirante George Rooke.
Al ser repelidos por los gaditanos la escuadra inglesa navega hacia
Lisboa camino de Inglaterra, donde recibe información de la llegada
de otros buques de Nueva España refugiados en la bahía de Vigo. La flota
de Manuel de Velasco es capturada por el corsario ingles, que
previamente había saqueado Rota y Santa María, destruyendo casas y
quemando barcos mercantes preparados para zarpar junto con la flota
de José Fernández de Santillán.
Tras 7 años de esperas, la nave
almiranta San José, al mando de general José Fernández de Santillán,
larga amarras en 1.706 junto con otros 10 barcos en la flota
mercante española custodiados también por el San Joaquín, al mando de Miguél
Agustín de Villanueva, y la Santa Cruz, un barco mercante armado con
44 cañones. La flota navega a las Américas junto con otra flota
española de 13 mercantes más y otros 3 de guerra dirigidos por el navío
Nuestra Señora de Guadalupe de la armada de Barlovento.
La carga del tesoro
Tras 41 día de travesía, los casi 30
barcos arriban a Cartagena de Indias sin ningún contratiempo. La
Corona Española ansiaba su regreso con las riquezas para pagar
los gastos que ocasionaban el mantenimiento de flotas y
tripulaciones. Así varios barcos mercantes cargados con oro y
plata parten del Callao en Lima, Perú,
y navegan por el Océano Pacífico hasta Panamá donde desembarcan las
mercancías con destino a la feria comercial de Portobelo.
Allí
también coincide la flota que ha partido de Cartagena de Indias a su
encuentro navegando por la costa del Caribe. Concluida la feria
comercial de Portobelo, no sin ciertas desavenencias entre los
gobernadores y los comerciantes, que utilizan la picaresca para
defraudar a los tributos de la Hacienda Real como era norma, parte
de la flota se dispone a zarpar hacia la Habana en Cuba con 22
millones de monedas de las cuales más de la mitad se encuentran en
el San José.
Pero desde Jamaica el pirata Charles Wager,
que sabe de la existencia de tan importante cargamento, patrulla la
zona con los navíos Expedition, la Kingston, la Portand y la
Vulture, de 74, 60, 50 y 8 cañones respectivamente. José de Zúñiga
gobernador de Cartagena sabe del desembarco de la flota inglesa en
las Islas del Rosario en donde se abastecen de agua y alimentos los
ingleses, a
la espera de buscar la ocasión para cometer el pillaje, y por ello
manda informar al general de la flota española sobre dichos
movimientos y sobre la situación de la escuadra inglesa.
A pesar de estas noticias, José Fernández de Santillán zarpa con la flota el 28 de mayo de 1.708, pues se
acerca la temporada de huracanes en el Caribe y el peligro
meteorológico acecha tanto como los malvados ingleses. En la Habana
esperaba la escuadra francesa que debía ayudar a custodiar la flota
hasta España. Así el San José con 64 cañones, junto con el San
Joaquín armado con otros 64 cañones, el mercante armado Santa Cruz
de 44 cañones, Nuestra Señora de la Concepción de 40 cañones,
Nuestra Señora del Carmen de 24 cañones y los dos barcos franceses
la Mieta y la Saint Sprit de 34 y 32 cañones comienzan la singladura
hacia Cuba con escala en Cartagena, con la confianza de poder derrotar a los 4 buques de
guerra ingleses en caso de encontrarse con ellos.
La batalla de Barú
Más prudente hubiera sido esperar el
paso de la temporada de huracanes mientas los ingleses desesperaban
en las aguas infestadas de mosquitos y sufrían de fiebres y
enfermedades que hubieran diezmado a sus tripulaciones.
Pero ante la inquietud por parte de la
corona en recibir riquezas, se optó por zarpar con rumbo, primero a
Cartagena de Indias y luego a la Habana. A pesar del viento
favorable y la buena visibilidad que ofrecía la noche de luna llena,
el general ordena fondear ante el peligro de los bajíos de las Islas
del Rosario. Al amanecer se reemprende la navegación rumbo a
Cartagena y hacia el mediodía se vislumbra la bahía de Cartagena a
unas 20 leguas de distancia.
Pero también aparece en el horizonte
la escuadra inglesa bien informada de la navegación de los
españoles. El viento cae hasta convertirse en calma chicha lo cual
favorece la posición de los barcos británicos. Unas horas más tarde
la suave brisa permite tomar posiciones de combate con el San José
en el centro de la formación y el San Joaquín a retaguardia.
Los ingleses abren fuego y desarbolan
el San Joaquín que es protegida por la Concepción. Al mismo tiempo
la Expedition se dirige directa hacia el San José abriéndose paso
a cañonazos y lanzando andanadas en cuanto se encuentra a menos de
300 metros de distancia.
Durante el atardecer, el San José se
defiende mientras los ingleses se preparan para el abordaje y
disparan al timón para dejarlo sin gobierno. Son cerca de las 7 de
la tarde. Ha caído el viento y
los dos buques se encuentran a 60 metros de distancia cuando ya
caída la noche, repentinamente se inflama el polvorín
del San José que explota dañando a la Expedition en una brutal
deflagración. El rápido hundimiento y el bombazo matan a casi todos
los tripulantes, salvándose sólo 10 pasajeros de los 600 embarcados,
mientras los estupefactos británicos observan cómo se esfuma el codiciado botín al
fondo del mar.
En vista de lo ocurrido, la Expedition
busca el San Joaquín equivocándose con la Santa Cruz que es
cañoneada a las 2 de la madrugada. Al combate se suman dos buques
ingleses y dos horas más tarde la Santa Cruz se rinde con 90 bajas
frente a 12 de los ingleses, y ante la sorpresa de éstos de no
encuentran nada digno de valor a bordo.
Mientras tanto el San Joaquín ha huido
y la Expedition muy averiada no puede darle caza, como tampoco lo
logran la Kingston y la Portland. Villanueva devuelve los cañonazos
ingleses desarbolando al enemigo y protegiéndose en el fuerte de
Bocachica en la entrada de Cartagena de Indias.
Mientras tanto, los buques mercantes
españoles que no han sido objeto de ataque por parte de los ingleses
entran sin asedios en las protegidas aguas de la bahía de Cartagena. Tras la
explosión del San José, la Concepción y la Nuestra Señora del Carmen
se refugian en aguas poco profundas del brazo de mar situado al
Sureste, y esta última consigue avanzar
en aguas someras hasta Cartagena mientras que la Concepción encalla
y ante la presencia de los ingleses que les siguen a la zaga, es quemada para evitar ser
capturada.
Ante la falta de botines, los
capitanes Bridge y Windson son expulsados de la marina, mientras que
el almirante Villanueva se enfrenta contra algunos capitanes de la
flota por su poca valía, lo cual le obliga a refugiarse en un
convento por temor de ser asesinado por alguno de ellos.
El tesoro que se ha salvado aguarda 3 años en
Cartagena de Indias hasta que en 1.711 es embarcado de nuevo en el San
Joaquín junto con una escolta francesa de otros 3 buques de guerra,
pero esta vez un fuerte temporal dispersa la flota.
Los tres barcos franceses regresan a
Cartagena y el 7 de Agosto, el San Joaquín avista otros barcos
ingleses que confunde con su escolta francesa. Villanueva se ha
metido en la boca del lobo y muere en el combate tras lo cual es
rendido el San Joaquín ante la abrumadora presencia de 7 navíos
ingleses armados en total con 350 cañones.
Pero de nuevo los ingleses se ven
decepcionados al comprobar que el tesoro no viajaba en la nave capitana de
Villanueva sino en uno de los buques franceses, traspasado en
secreto y por la noche antes de la partida. Unas semanas más tarde
la escuadra francesa al servicio de la corona arriba a España en donde a su
llegada, el almirante francés Ducasse es colmado de honores.
Destino para un tesoro perdido
Aunque el gobierno de Colombia no ha
tardado en declarar que el pecio pertenece al Gobierno colombiano
según una ley aprobada en 2.013, el San José es un buque de guerra de
la Armada Española, y por tanto con inmunidad soberana según el
derecho internacional. Según las convenciones de la Unesco, se trata
de patrimonio subacuático que debe ser respetado, como ya ocurrió en
2.007 con el tesoro de la Mercedes extraído por los cazatesoros
norteamericanos Odyssey y que finalmente han sido devueltos a España
en 2.012 por orden del tribunal Supremo de EEUU, conservándose
actualmente en un museo dedicado a la arqueología submarina en la
ciudad de Cartagena (España). Pero toda esta riqueza fue extraída de
las minas de Potosí en Perú y por tanto… ¿Debería quizás el gobierno Peruano
sumarse a la cadena de demandas?
La empresa cazatesoros SSA de EEUU fue
quizás la que descubrió el pecio en 1.982 y pidió al gobierno
colombiano la mitad del botín a cambio de indicar su localización,
oferta rechazada de plano por el presidente Uribe. Así comenzaba una
nueva búsqueda, esta vez contratando a una empresa que colabora con
la Armada colombiana.
Para poner las cosas en perspectiva,
es bueno recordar que sólo los tesoros que se presumen hundidos en
las cercanías de la bahía de Cádiz, en donde también se hundieron
numerosos galeones procedentes del nuevo mundo, podría alcanzar la
cifra a valor actual de unos 100.000 millones de Euros.
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