En el medioevo la
iglesia católica imponía un buen número de días de penitencia en los
que estaba prohibido comer carne pero si permitían
comer pescado. La carne
‘caliente’ era considerada alimento que atraía las pasiones y
excitaba los sentidos… En total 160 días de prohibición al año, en
los que sí se podía consumir pescado!
Pero los peces
se conservan mucho peor que la carne y puesto que no existían las
neveras la única forma de conservar era en salazón. Se utilizaba el
arenque ahumado y salado, pero que debido a su carne grasa no
tardaba en ponerse rancio. Cuando se descubrió que el bacalao en
salazón duraba años sin estropearse debido al bajo contenido de
grasas, su consumo se generalizó.
Y en Terra
Nova es donde se encontraban bancos de increíble densidad. En pocos
minutos se llenaban los barcos haciendo muy rentable el largo viaje
hasta estas pesquerías, en las que sobre todo faenaban Vascos,
Portugueses y Bretones, pues disponían de la sal para la salazón
que les faltaba a los países nórdicos.
Pronto empezaron
a ser explotados también por Norteamericanos, y Canadienses y al
cabo de varios siglos y sobre todo desde la aparición de los grandes
buques frigoríficos y pesqueros muy industrializados, esta sobre
explotación ha acabado con la gallina de los huevos de oro. Ya no
hay bacalao y parece no querer volver a recuperarse a pesar de la
tardía moratoria adoptada.
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