Aunque es cierto
que vivir en el
barco en muchos
casos es un
primer paso
antes de
lanzarse a la
navegación, en
otras ocasiones,
los habitantes
de pantalanes
son los
navegantes y
aventureros
trotamundos que
un buen día
decidieron
afincarse en una
ciudad para
darse un respiro
de tanta
singladura. En
cada náutico se
monta una
"comunidad" de
habitantes
náuticos, en
muchos casos
amigos entre sí,
como casi nunca
ocurre en las
comunidades de
vecinos
urbanitas.
He conocido de todo… Desde hippies
jubilados sesenteros con presupuesto muy ajustado, que habitan en
una barcaza a lo largo de los canales europeos sin pagar
prácticamente ni un euro al no disponer de amarre fijo, hasta
personas con holgadas carteras, que pasan temporadas a flote, quizás
como válvula de escape ante la presión del trabajo y la vida en
sociedad.
También conozco amigos que habitan permanentemente
fondeados en muy buenos resguardos (como por ejemplo en el Guadiana
o incluso cerca de Sevilla en el Guadalquivir) sin tener que pagar
ni un solo euros por ello.
Los hay que compran barco de vela o
motora, directamente con el propósito de vivir en ellos, sin ninguna
intención de navegación o conocimiento náutico, incluso a veces con
los motores estropeados y con el único requisito de la flotabilidad
del casco.
La libertad de vivir a bordo
Y con vivir queremos decir TODO el
tiempo. Sin casa en la que refugiarse sin nos hartamos del barco. La
"idea" de libertad es un fuerte llamativo para trasladarse al barco.
Si este está mantenido, es atractivo saber que en cualquier momento
podemos largar amarras hacia otros destinos.
El lado financiero es otro importante
aliciente de la vida a bordo. Hay barcos de todos los precios y si
nos marcamos un ritmo austero, por pocos miles de euros es posible
comprar un barco en donde poder habitar. El coste del amarre incluye
en muchos casos el pago del agua y la electricidad y por tanto con
pagar el amarre anual hablemos cumplido con una parte importante del
presupuesto global.
Con el ahorro de vivir en un barco,
podemos hacer planes para viajar con el barco o sin él, durante
largos periodos y por otros lugares del mundo. Hay muchas personas
que tienen residencia en un país y barco en otro destino.
Aficionados Franceses o Ingleses que cuando pasan largas temporadas
en España habitan en sus barcos en vez de tener que pagar un
alquiler o comprar un bungalow en la playa. Españoles que tienen el
barco en Grecia, en el que viven y navegan en su velero cuando se
desplazan al país heleno.
Además en los tiempos actuales las
líneas de teléfono fijas, que solíamos tener en las casas prácticamente han
desaparecido, y todo el mundo empresas incluidas, usan el móvil y los
datos de Internet. El tema de las comunicaciones y datos está
perfectamente solucionado a un costo muy pequeño.
Pero todo ello tiene sus
contrapartidas que debemos conocer.
La cara oculta de la vida a
bordo
En un barco, por mucho que este sea de
gran eslora, la habitabilidad no tiene nada que ver con la comodidad
que nos brinda una vivienda. Por muy grande que sea el camarote,
este nunca podrá compararse a la comodidad de una buena habitación.
La mejor cama de un barco puede tener humedad y no será tan cómoda
como un buen colchón en una vivienda. Las duchas nada tienen que ver
con las de las casas.
En veranos a pesar de una posible
climatización en el barco, se puede llegar a pasar un calor
sofocante durante las semanas de canícula. En invierno la
calefacción no puede compararse a la de una vivienda por mucho convector de aire caliente que tengamos en el barco.
Al vivir en el barco hemos de
prescindir prácticamente de todo lo que tenemos en una casa normal.
Cuestión de espacio. El zapatero y el armario ropero deben ser
reducidos a su mínima expresión. Lo mismo que en la cocina o en el
rincón que tengamos para nuestros hobbies. Es verdad que los tiempos
han cambiado muchísimo y ahora con una tableta y datos de Internet
tenemos a nuestra disposición el infinito. Antes teníamos metros y
metros de CDs de música y videos o DVDs y libros o enciclopedias,
todo ello obsoleto y desaparecido ante las nuevas Apps y
suscripciones (Spotify, Amazon-Prime, etc…).
El agua dulce a pesar de estar en
puerto, debe ser consumida con moderación así como la electricidad.
Vivir a bordo es un buen ejercicio de economía con el que
acostumbrarnos a vivir de forma ecológica, paciente y
desentendida.
Gestionar
la angustia
Pero cuando vivimos en el barco y
vamos fondeando de sitio en sitio, la idea de dejar el barco anclado
puede producir angustia. Te vas del barco y al cabo de unas horas te
preguntas si todo estará bien, si este no habrá garreado, o si algún
ladrón ha subido a bordo a montarnos un lío. Incluso estando a
bordo, sorprenden los cambios de viento que nos obligan a levantar
el fondeo o buscar otra cala más apropiada. En el fondeo es difícil
plantearte la posibilidad de dejar el barco solo y abandonado, para
perdernos de excursión al interior de una isla, lo cual contradice
la misma idea de nuestra adquirida libertad…
Pero incluso viviendo amarrados en el
náutico, siempre llegan días durante el invierno, en los que se
desatan 50 nudos de viento y entonces debemos permanecer a bordo
para "controlar" el barco, aunque poco podamos hacer, si no es
vigilar y rogar para que las amarras aguanten. En el amarre también
existe la posibilidad de que llegue a nuestra amura un vecino poco
experimentado que nos haga una avería al intentar amarrar con poca
fortuna, dando al traste con nuestro deseado "way of life".
Bricolaje y experiencia
Si hay un problema en el cuarto de
baño de casa basta con llamar al fontanero para arreglar el asunto
por un precio normalmente moderado y de forma casi instantánea. Si
falla un enchufe en el salón del piso, el electricista lo resolverá
en un rato. Pero a bordo las cosas son distintas, y además de costar
una fortuna, es posible que tengamos que rebuscar para conseguir un
buen profesional que nos pueda sacar del aprieto.
Si estamos viviendo de cala en cala,
no queda más remedio que adquirir conocimientos y conquistar buenas
dosis de saber. Saber de electricidad, de fontanería, de
electrónica, de carpintería, de mecánica, de motores diesel, incluso
de velería y de costura. Por ello siempre aconsejo sacar tiempo para
formarse y alcanzar un buen grado de autonomía. A no ser que seamos
millonarios y vayamos apagando fuegos a base de talones, debemos
tener la capacidad para resolver cualquier "marrón" en cualquier
circunstancia. Vivir a bordo es sobre todo reinventarse y aprender.
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