Siempre hay algo que hacer en un barco. Un buen navegante debe
conocer en detalle su embarcación y saber responder a cualquier
necesidad de reparación o mantenimiento. ¡Es parte del “trabajo”
de navegante!
Cuando
navegamos durante largas semanas el material y el propio barco
están sometidos al desgaste originado por el viento, la sal, el
sol y el propio funcionamiento de las diversas piezas móviles
del barco. Lo importante es adelantarse a las roturas mediante
una correcta prevención y vigilancia. Debemos llevar en el barco
piezas de repuesto y revisar el barco metódicamente centrándonos
cada vez en una zona diferente.
Tras atracar en un puerto al
final de una larga etapa debemos fijarnos en el estado de las
pinturas, antifouling y barnices por si fuera necesario efectuar
algún repaso. Aunque funcionen perfectamente, también
revisaremos los winches y el conjunto del timón para verificar
que no existen holguras en la mecha y que el movimiento de las
poleas, cojinetes y demás partes móviles es el adecuado. Si
fuera necesario engrasaremos los cables y los puntos de fricción
mediante grasa consistente.
A lo largo
del viaje debemos tomar la costumbre de fijarnos en los
elementos del acastillaje. Candeleros, guardamancebos,
estanqueidad de los tambuchos, jarcia,… Tenga a mano un
destornillador y de vez en cuando mire a ver si algún tornillo
se ha aflojado. Descubrirá con toda seguridad como siempre hay
alguna bisagra, cerradura o sujeción que requieren un apretón.
Si una vela sufre un
pinchazo o sufre un desgaste, podemos repararla con tejido
autoadhesivo. Para hacerlo con la vela "en marcha" podemos
utilizar una cuchara que apriete por el tejido adhesivo,
contra una tabla de cocinar de madera o de nylon.
Las velas
necesitan ser vigiladas constantemente. Cuidado con los
enganchones y el desgaste que pueden provocar los obenques al
rozar las vela contra ellos. Si detecta una parte de la jarcia
en la que siempre se produce fricción, debemos forrarla con alguna
suave gamuza de cuero para evitar el desgaste continuado. El sol
y sus rayos ultravioletas producen un desgaste continuado y sin
remedio que poco a poco irán debilitando el tejido hasta hacerlo
frágil y quebradizo. La única prevención es protegerlas mediante
sus fundas cuando no sean utilizadas, lo cual es imposible
durante la travesía! Los cabos y cabullerías necesitan del mismo
mantenimiento que las velas y para prolongar su vida útil
podremos modificar el punto de fricción. Si por ejemplo
acortamos 20 ó 30 centímetros el extremo de trabajo una driza,
lograremos que la zona que siempre soporta la máxima fricción,
por ejemplo en las poleas del palo, quede desplazadas en esos 20
ó 30 centímetros, lo cual alargará la vida del cabo.
Los
circuitos eléctricos generan en muchas ocasiones problemas
durante la navegación pues el ambiente marino con su humedad y
sal nunca fueron buenos compañeros de los cables ni de la
electricidad. Aún con todo, cuando se produce un problema, su
causa corresponde a una instalación poco cuidada. Si observa
trazas de óxido, debemos utilizar productos con base de
siliconas y grasas hidrófugas. Recuerde que cualquier
dispositivo eléctrico debe quedar protegido por su
correspondiente fusible correctamente señalizado en el panel
eléctrico.
El motor
del barco exige sus mantenimientos periódicos como lo son el
cambio de aceite y de filtros una vez pasadas las
correspondientes horas de uso. Debemos revisar el nivel de
aceite del cárter y rellenar algo si fuera necesario. Aproveche
para observar el aspecto que tiene este aceite adherido a la
varilla del nivel. El “color” de los gases de escape es un buen
indicador del funcionamiento de nuestro motor. Normalmente deben
tener un ligero color ligeramente azulado. Si el color es blanco
espeso indica humedad en el circuito de alimentación o problemas
de estanqueidad en el circuito de refrigeración. Un humo negro
indica problemas con los inyectores en el motor diesel.