Ser
sorprendido por una tormenta eléctrica en alta mar, es una
experiencia terrorífica, especialmente en un velero en el que el
mástil parece pedir a gritos que le caiga una descarga, por su
altura, conductividad y conexión con masa (el mar).
En
las aguas de Florida se desatan numerosas tormentas tropicales con
mucho aparato eléctrico de tal manera que, una media de un 5% de la
flota de recreo recibe un ‘chupinazo’ de estas características
estando navegando o amarrado en puerto, cada año.
Si
la instalación de masa está correctamente realizada, un rayo no
tiene porque ser muy dañino, aunque toda la electrónica se pueda
chamuscar. En algunos casos se puede originar un pequeño agujero en
el casco por el que penetra el rayo y en solo un bajo porcentaje
inferior al 6 % el rayo puede ocasionar un agujero de cerca de un
centímetro de diámetro en la fibra y por debajo de la línea de
flotación comprometiendo seriamente la seguridad del yate. Con los
barcos metálicos este problema no existe al ser todo el casco
conductor y no necesitar el rayo perforar el casco para su conexión
a masa.
Pero
el peligro mayor está en que podamos estar tocando las partes
metálicas del barco justo en el momento de la descarga con posible
riesgo de muerte por fuerte electrocución.
La mejor protección es conectar el palo con un grueso cable de cobre
a los pernos de sujeción de la quilla para que en caso de caer un
rayo, las cargas puedan salir tan fácilmente como han entrado por el
palo, evitando el riesgo de perforación en el casco. En caso de un
barco de motor en vez de la quilla utilizaremos la conexión al árbol
de la hélice para que ésta haga las veces de sumidero de cargas a
tierra. El hecho de que el casco esté pintado o recién repasado con antifouling no influye para nada en la conexión a ‘tierra’ que hace
éste con el mar dado lo fino de la capa y la alta diferencia de
potencial en la caída de un rayo.
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