Es
probable que haya usted observado esas raras piezas de hormigón de
más de dos metros de altura y con forma de tetraedro extraño, que se
utilizan en las escolleras de algunos puertos. Estos curiosos
bloques se llaman tetrápodos porque tienen 4 patas, y tienen la
peculiaridad de engancharse unos con otros de forma natural, Cuando
hay temporal su curiosa forma hace que puedan aguantar los embates
del más fuerte oleaje sin ser arrastrados por la mar. Cuando rompen
las olas los chorros de agua se dispersan por los huecos que hay
entre ellos, disipando entre todos ellos la energía motora que
aporta la ola.
Cualquier escollera tiene como objetivo proteger al dique, y esto se
logra consumiendo la energía cinética que aporta la masa de agua al
estrellarse, al penetrar y rozar el agua por todos los huecos. Lo
mismo se consigue haciendo una escollera de con bloques de piedra
que son más baratos, pero de menor eficacia en la absorción de la
energía.
El
caso totalmente contrario a la absorción de la energía de la ola es
cuando ésta llega al borde de un acantilado que se hunde
profundamente en el mar sin dar ocasión a que se levante una
rompiente. En este caso la ola rebota limpiamente al igual que
ocurre con los chapoteos y las olitas dentro de los puertos. A veces
la onda reflejada se anula con el tren de olas incidentes dejando
una superficie relativamente plana. Los chapoteos son los ‘restos’
de esta anulación al poder variar ligeramente la dirección de
reflexión.
Algunos diques protegen el puerto justamente por este sistema de
reflexión, pero para ello, hace falta que el dique se hunda
profundamente en el mar dando posibilidad a que se produzca
reflexión sin antes formarse una rompiente. Este tipo de
protecciones sufre enormemente con fuertes temporales por lo que en
la mayor parte de los puertos se utilizan escolleras.
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