Por la noche la luz de los faros puede ser visible
hasta unas 20 millas, aunque con mal tiempo esta visibilidad puede
disminuir drásticamente.
Durante el día, el contraste es menor por lo que un
faro o cualquier otro elemento de la costa será visible como máximo
hasta unas 10 millas, y esto en la mejor de las condiciones que es
cuando ha pasado un temporal y ha estado lloviendo.
Al llover las gotas de agua arrastran el polvo y la
suciedad que flota en el aire, dejándolo más puro y limpio. Esto
tiene varios efectos positivos ya que además de haber menos
obstáculos para la transmisión de la luz, el sol produce menos
difusión en la atmósfera. Es decir el propio aire emite menos luz
difusa y por tanto los objetos iluminados por el sol se ven con más
contraste y claridad.
Por la noche
quizás haya observado, como el haz luminoso del faro parece
detenerse abruptamente en mitad del cielo, lo cual es algo
sorprendente! También podrá comprobar este fenómeno iluminando el
cielo en una noche muy oscura, con una linterna eléctrica o un foco
portátil. Se trata de un efecto óptico, por el que el ‘chorro’ de
luz va iluminando en su camino las partículas de aire, que al quedar
iluminadas definen la forma del propio haz. Cuanto más lejos lo
miramos más se debería debilitar la luminosidad de estas partículas
y así es, pero a cambio, cuanto más lejos miramos estaremos viendo
más ‘grosor’ de haz, por lo que la luminosidad no disminuye con la
distancia. A partir de cierta dirección ya no veremos ningún haz, ya
que a partir del ángulo que define la dirección paralela al haz,
este desaparece de forma abrupta, al no haber partículas iluminadas
a las que mirar.
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