Hay cocinas
que están montadas con encimeras en forma de “L”,
otras alargadas a una banda o incluso en forma de “U”. Cada una de
ellas tendrá un ala en la que se trabaja mejor con escora, que suele ser
aquella banda que hace que la cocina quede en la parte inferior. Si está bien
diseñada, siempre podremos cocinar sea cual sea la banda en la que
nos toque navegar.
En cualquier
caso, lo importante de la zona
escogida para la cocina, es que no moleste para transitar por el
resto de los interiores del barco. Hay algunas cocinas mal ideadas,
que interrumpen completamente el acceso a una cabina, o que tienen
un suelo barnizado tan bonito, como resbaladizo en caso de haber
caído algo de agua sobre él.
Aunque hayamos
encontrado muchos huecos de estiba en donde alojar las
provisiones, es importante preparar una lista en un cuadernillo en
el que apuntar donde está guardada cada cosa. Además podremos
controlar con apuntes en esta lista, a qué ritmo vamos consumiendo
los víveres y prever posibles desabastecimientos. Las cosas más
comunes deben encontrarse muy a mano. El salero y la aceitera, el pan o
las galletas tiene que tener un fácil acceso.
Buena disposición
Por el mismo
motivo, alguno de los muebles de la cocina debe esconder de forma muy
accesible el cubo de la basura. ¡Será el armario más utilizado en
todo el barco, pues en ella tiraremos hasta
el papel de baño en cada visita al aseo. A
este respecto, y si la estiba lo permitiera,
es buena idea preparar una basura doble para separar lo
biodegradable que podremos tirar al mar (cáscaras de plátano, mondas
de patatas) de lo que no lo es y por tanto debemos
conservar en el barco hasta la llegada a puerto.
Es importante
comprimir las latas y doblar los envoltorios antes de tirarlos a la
bolsa de plástico de la basura so pena de
generar muchas bolsas de basura que ocupan un espacio nada
despreciable tras un mes de travesía. Por otra parte,
antes de tirar una lata vacía es buena idea pasarla por agua de mar
para dejarla mínimamente limpia y evitar posteriores olores en las
acumuladas bolsas de basuras.
Cuanto más
compartimentado esté toda la cocina mejor. No hay nada más molesto
que un gran cajón de cubiertos en donde anda todo mezclado en un
batiburrillo de cuchillos con cucharas, abrelatas, escurrideras y
hasta un salero dando vueltas. Por ello un poco de bricolaje con
maderas o localizar alguna adecuada caja de plástico con divisiones
pueden ser de gran ayuda.
No está de más
conseguir alguna goma de neopreno para extender sobre un mostrador, con
la que conseguir una superficie de trabajo en la que no se deslicen
las cosas. Es tan útil en la cocina como en la zona que podamos
utilizar como taller de reparaciones del barco.
El fregadero
Un doble
fregadero en inox es posiblemente la mejor opción. Pero debemos
comprobar que estos desaguan bien a las dos bandas con el barco
navegando y a ser posible consiga unos que sean relativamente
profundos, puesto que siempre serán utilizados para otras cosas
además de para lavar la vajilla. En el fregadero dejaremos cazos con
comida preparada, una sartén antes de mezclar con el resto de la
comida, nos valdrán como escurre-platos,… Por estas razones, cuanto
más profundos, más útiles y seguros nos resultarán.
Si viene
equipado con un grifo de agua salada además del de agua dulce,
conseguiremos ahorrar una buena cantidad de agua del depósito, pues
el primer lavado lo podemos siempre hacer con agua de mar dejando el
agua dulce para el aclarado.
La cocina
Es esencial
que la cocina disponga de algún sistema que permita sujetar la
sartén o el cazo y evite caídas de líquidos que pudieran quemarnos.
Muchas cocinas viene también equipadas con un horno que puede ser
muy útil a poco que aprendamos a cocinar con él. En cuanto al número
de fuegos bastarán con 2 ó 3 fogones. Una
cocina de un solo fuego es insuficiente y puede alargar
innecesariamente la preparación de los platos.
El combustible
empleado en los fogones suele ser gas licuado en botellas de propano
o butano, muy extendido en los cruceros de
serie, aunque algunos viajeros suelen preferir las cocinas de
petróleo o las de parafina líquida que permiten llevar en un par de
tanques de plástico un montón de combustible, y son menos peligrosas
al no existir el peligro de explosión por una posible fuga de gas en
la instalación. Las botellas de propano tiene más presión que las de
gas butano y por ello no son intercambiables. Es más,
en diferentes países encontrará diferentes sistemas de gas propano
que harán incompatible el uso de sus botellas con la que pudiera
encontrar.
En Europa
cuando se vacía la botella la llevamos a cambiar por otra llena
pagando sólo por el gas. En otros países
caribeños o en Estados Unidos, debemos llevar nuestra botella para
que nos la rellenen. No hay botella a cambio. A pesar de lo
comentado, las botellas tipo “Camping-Gas” con gas Butano tan
extendidas en Europa, suelen encontrase en el Caribe y al no estar
provistas de válvulas de seguridad nunca deben ser rellenadas con
gas propano. Si va a navegar por la costa de
Estados Unidos o Escandinavia, es necesario
hacerse con un sistema de propano pues es el gas que encontraremos.
Tendremos que cambiar el regulador y adaptadores para las botellas.
Siempre que termine de cocina debemos cerrar la llave del
gas por seguridad, aunque el barco disponga del preceptivo detector
de gas. El gas puede ser muy peligroso y toda precaución
es buena.
Refrigerar la
comida
Es un
electrodoméstico muy útil aunque no esencial y a veces discutido en
navegación oceánica por la cantidad de amperios que necesita “comer”
continuamente del parque de baterías. Conseguir bloques de hielo en
los puertos y mantener una hielera para bebidas frías no tiene nada
que ver con tener un refrigerador en el que la temperatura siempre
se puede mantener a un nivel prefijado. A pesar de ello una hielera
bien asilada y sellada en la que no estemos todo el tiempo metiendo
mano, puede mantener fríos los alimentos por
un tiempo sorprendentemente grande.
En barcos
grandes es posible encontrar compresores movidos directamente por el
motor del barco, pero lo normal es encontrarnos con grupos de frío
que se alimentan directamente con la electricidad del barco.
Debido al
calor del ambiente ecuatorial, cualquier nevera consumirá entre los
trópico del orden del doble de lo que suele consumir en un uso
normal en Europa. Y esto pueden ser muchos amperios a lo largo del
día que tenemos que conseguir reintroducir en las baterías, a base
de carga solar o rodando el motor del barco.
Debemos elegir
una nevera que evacue el calor del condensador por un intercambiador
de agua de mar. Los sistemas típicos que encontramos en los barcos
de serie de hasta 15 metros con ventiladores de aire para enfriar el
condensador son muy ineficaces y deberían ser sustituidos.
Es muy
importante que la nevera esté térmicamente muy bien aislada para
conseguir una buena eficiencia en la conservación del frío. La capa
de aislamiento debería ser de al menos 10 centímetros de espuma de
poliuretano. Menos es poco. 16 centímetros de espesor es lo ideal y
estrictamente necesario si esa pared está en las cercanías del motor
u otra potente fuente de calor. Compruebe que la puerta de la nevera
sella bien y no deja escapar el frío al exterior. La nevera debe
tener un desagüe en su parte inferior por donde bombear el agua
condensada o fundida de los hielos que pudiéramos tener en el
interior. Este desagüe tiene que estar dotado de un sifón para que
el aire frío no pueda escapar por él.
El agua de la
cocina
Ya comentado
en otros artículos, podemos prever un mínimo de 2 ó
3 litros de agua por persona y día. Por ello si vamos a navegar por
el océano tenemos que prever un mínimo de 30 días sin repostar que
multiplicado por ejemplo por 6 tripulantes nos darían unos 500
litros de agua dulce. Y si hablamos de un mínimo queremos decir que
en clima ecuatorial es casi seguro que una persona pueda llegar a
beber el doble y esto sin tener en cuenta el agua dulce utilizada
para lavar o aseos personales. Por ello, sobre el valor mínimo
debemos hacer una sobreestimación del 50% pues no hay nada más
estresante que alagar una travesía viendo como se agotan nuestras
existencias de agua dulce.
Además de
llevar agua en los tanques de agua potable debemos llevar una buena
cantidad en botellas de 5 litros de plástico.
En caso de tener que abandonar el barco por causas extremas, el agua
dulce de las botellas de plástico pueden ser llevadas a la balsa
salvavidas o llevarlas simplemente atadas con un cabo,
pues al ser más ligeras que el agua de mar flotan en la superficie.
Las botellas vacías de 5 litros serán también de inestimable ayuda
cuando estemos bajos de agua y lleguemos a algún destino en donde
exista agua dulce pero sea necesario trasladarla hasta el barco. Los
tanques de 20 litros que encontramos en las tiendas de náutica pesan
un montón y son muy incómodos de manejar.
Si el barco
tiene agua en varios depósitos, debemos
consumir agua alternativamente de todos ellos. Imagine que hemos
gastado el tanque 1 y comprobamos abrumados como el segundo y
último tanque está contaminado y no se puede utilizar, o se ha
vaciado porque alguien se dejó un grifo abierto toda la noche. ¡Nos habríamos quedado
sin margen de maniobra! Para evitar disgustos es muy conveniente
desconectar el sistema eléctrico de presión de agua salvo cuando
vayamos realmente a utilizar agua dulce. Así evitamos perdidas o
despistes que pudieran vaciar uno o varios tanques en unas cuantas horas.
Si dispone de
mucha energía eléctrica a bordo y tiene dinero para su adquisición,
una planta desaladora es una excelente opción, ya que aunque aún
sigan costando un dineral, el precio se ha reducido mucho en los
últimos años. Si este es el caso, debe llevar,
a pesar de todo, una buena cantidad en
reservas, por si pudiera fallar la desaladora en alta mar.
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Serie "Cruzar el Atlántico"