Hay navegantes que prefieren reducir el trapo a la mínima expresión
y correr el temporal, pero si la decisión es capear y detener el
barco para que este se enfrente a las olas y esperar a que pase lo
peor, una buena ancla de capa nos puede permitir mantener el barco
estabilizado por la proa y en mitad de un maretón imposible de
domar… Al menos en teoría…
Es importante aclarar que una cosa es detener el barco y capear y
otra totalmente diferente es arrastrar para frenar la carrera del
barco cuando estemos corriendo el temporal a demasiada y peligrosa velocidad. El
ancla se despliega por la proa para que el barco quede sujeto a
sotavento de esta, mientras que los frenos se despliegan por la popa
con el ánimo de frenar pero no detener el barco en una loca y
descontrolada empopada. Para ello a veces se arrastran amarras o un
ancla metálica atada a una estacha o a una amarra, con la idea de frenar el
barco y estabilizarlo frente a cambios de rumbo.
Lanzar un ancla de
capa por la popa sería por tanto un auténtico desastre pues
detendríamos el barco dando la popa a toda la violencia de la mar.
Con una buena ancla de capa lograremos dejar el barco casi
totalmente detenido con una deriva mínima pero que a veces puede
aumentar dependiendo del equipo utilizado a 1 ó 2 nudos, lo cual
aunque parezca poco, puede ser extremadamente peligroso si la
costa está a 20 millas, pues en menos de un día estaríamos en las
rocas.
La longitud y tipo de cabo que une nuestro barco con el ancla deben
ser de unos 100 ó 200 metros dependiendo del modelo de ancla
utilizado, y con un material flexible como por ejemplo el nylon,
para lograr movimientos suaves y sin latigazos. ¿Qué sección? Pues
parecida a la que utilicemos en las amarras, por ejemplo para un 12
metros una idea sería utilizar nylon de 22mm de triple trenzado. Por
ejemplo para un ancla de 24’’ la longitud elegida debería ser de
unos 180 metros.
En el extremo del cabo una argolla divide la tensión a múltiples
hilos que sujetan el paracaídas normalmente confeccionado en tejido
de nylon. Si la tensión se hace absolutamente intolerable los buenos
paracaídas están diseñados para que un paño se rasgue aumentando el
abatimiento pero conservando casi todas las características de
frenado.
Desplegar el
paracaídas
Un mal uso del ancla de capa puede acarrear un desastre, pues cuando
estemos lanzándolo, las condiciones del viento serán extremas con un maretón terrible. Una vez lanzado a la mar no hay segunda
oportunidades y si nos equivocamos al lanzarlo dejando el cabo por
fuera de candelero o permitimos que el cabo se líe, es posible que
tengamos que cortar y despedirnos del ancla de capa, perdido para
siempre en la mar.
La longitud de cabo debería idealmente ser equivalente a la longitud
de onda de las olas, lo cual no es fácil de calcular, y por ello se
recomienda lanzar al menos unos cien metros por la proa. La idea
consiste en que el paracaídas que se quede justo por debajo de la
superficie del agua, y "‘cabalgue" el temporal al unísono en dos
frentes de ola adyacentes, para que el movimiento orbital sea el
mismo y así barco y paracaídas se muevan al unísono.
Pero todo esto es en teoría, pues aunque los manuales de las anclas
se indica que la longitud debe ser de 2 ó 3 longitudes de onda de
las olas, a ver quién es capaz de calculas esta medida, en un mar
confuso que rompe contra las amuras desde diferentes ángulos y con
ráfagas de agua y espuma lanzadas con fuerza huracanada en
nuestra cara.
Una vez desplegado el paracaídas, este se convertirá en nuestra boya de alta mar a la que
permanecer amarrados en espera de mejoría de la mar, y aunque el barco se aproe a la mar y tenga que enfrentar todas las olas, si cerramos a
cal y canto tambuchos y otros orificios, podremos aguatar y hasta
relajarnos en espera de que aflojen las condiciones.
El tamaño sí
importa
Este
dependerá del desplazamiento y eslora de nuestro barco y del tipo de
embarcación que naveguemos. Los veleros de quilla corrida deben
escoger un paracaídas capaz de superar las fuerzas laterales que
puede ofrecer la quilla. Un cata con mucha obra muerta Cuanto más
grande sea la superestructura, y por tanto la resistencia al viento
de la obra muerta peor, y por ello debemos elegir una talla mayor a
igualdad de desplazamiento.
Y
aunque no hay ecuación que determine la talla a escoger, la
experiencia de navegantes y fabricantes ha determinado que podamos
guiarnos por la siguiente tabla empírica;
Si necesita un acla de capa de
calidad USA, como el que representamos en la siguiente foto, puede
llamarnos a Fondear para pedir el modelo más adecuado a su barco,
dependiendo de la eslora y desplazamiento. Telf: 916 319
190
Tampoco es buena opción elegir una demasiado grande, pues cuando
vayamos a desplegar la bolsa con todos los accesorios, las
condiciones serán probablemente complicadas en mitad de una
tempestad y entre cabeceos violentos y guiñadas
insoportables.
Recuerdo haber fondeado al sur de Ibiza pasando un temporal,
protegido del viento norte por las paredes de Cabo Roig mientras el
barco escoraba fácilmente en un ángulo de +/-
45º durante toda la noche. No quiero imaginar lo que tiene que ser
estar "amarrado" a un
paracaídas desplegado por proa, en mitad de un océano cargado con
olas de 10 ó 12 metros de altura….
He oído relatos de personas que han desplegado anclas en maretones
salvajes con olas rompientes y en estas condiciones los movimientos
del barco son extremadamente violentos.
Recuperar el ancla flotante puede convertirse en una tarea imposible
para la que habrá que esperar que amaine y aún así utilizar el
molinete del ancla parar ir recuperando metro a metro la línea
desplegada. Muchos relatos cuentan como la opción de abandonar todo
el despliegue suele ser la opción elegida.
En
teoría lo suyo es tener largada una línea de recuperación que parta
del orinque del ancla de capa, de forma que al tirar de ella se vacie
el paracaídas y podamos acercarnos a él recuperando a la vez la
amarra principal. Nada fácil en mitad de una mar endemoniada. Si
además nos apoyamos con el motor para recuperar distancia a la boya
del orinque la tarea puede convertirse en algo muy comprometido,
pues o tenernos la seguridad de ir recurando amarra, o podríamos
enredar esta en el eje y la hélice, comprometiendo la maniobra y
conduciéndonos a una situación aún más peligrosa.
Correr temporal
Cuando navegamos arrastrados por el temporal, los frentes de ola
pueden, y suelen ser,
más rápidos que la velocidad de nuestro barco, lanzándolo a
planeadas que volverán loca a la corredera, pero perdemos control en
el gobierno al hacerse muy baja la velocidad del agua en la pala del
timón, con el riesgo de atravesar el barco a la mar y perder el
control del barco.
En
esta situación puede ser adecuado lanzar dos frenos por las aletas
del barco, sujetos por cabos largos a las cornamusas de popa a babor
y a estribor. Existen conos de diferentes
tamaños que, aunque son conocidos como anclas
de capa, para nada tienen el poder de detener
el barco como un paracaídas que ejerce una resistencia brutal y que
no debemos nunca utilizar por la popa.
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