Naturalmente estas creencias varían de país en país, pero
seguramente una de las más inquietantes sea la de cambiar el nombre
de un barco. Hay otras que también
atraen la mala suerte, como por ejemplo silbar en la cubierta,
llevar plátanos a bordo, o cruzarse con un pelirrojo antes de
embarcar. Por el contrario es de buen augurio navegar con
delfines nadando en las amuras, o hacerse un tatuaje, especialmente
si este reflejaba la estrella que nos permite encontrar siempre
nuestro Norte.
Cambiar el nombre del barco
Administrativamente es algo bastante sencillo y un asunto de
gestoría de poca envergadura. Si el barco es nuevo también es asunto
de muy mala suerte, botarlo antes de encontrarle un nombre
definitivo. Si compráramos un barco de ocasión en otra bandera,
debemos pedir la baja de la bandera anterior y con más razón
podremos escoger un nuevo nombre ante la administración del nuevo
abanderamiento. Pero el asunto de la mala suerte se mantiene, de
modo que ojito si es usted supersticioso.
Pero hay ocasiones en las que el cambio del nombre del barco es
imperativo. Son innumerables los armadores que tienen la “feliz”
ocurrencia de llamar a su barco con el nombre de su mujer,
reiterando la situación, en los sucesivos barcos que van adquiriendo,
al ir hacia mayores esloras o prestaciones. Así no es raro encontrar
el "Carmen III", "Lola II" entre otros. Nombres que manifiesta falta de imaginación
para algunos y gusto poco refinado para otros.
Resulta curioso que aunque el barco sea de género masculino, la
barca o la embarcación sean femeninos. Sea como fuere, con nombres de personas, la inmensa mayoría suele
recurrir a nombre femeninos.
No es muy normal encontrarse con un barco que se llame, pongamos por
ejemplo "Bartolomeo" o "Eustaquio", o nombre más usuales como
"Enrique" o "José".
Sin embargo, hace unos cuantos años, estuvimos a punto de adquirir
por un complicado mecanismo de "posesión" por abandono, un precioso
Clase "J" de 37 metros de eslora de 50 años de antigüedad, dejado a
la mano de Dios en el puerto de Águilas (Murcia). Su nombre no
requería cambio alguno pues además de femenino, evocaba la más bella
mitología griega; "Penélope", siendo un claro ejemplo de cómo la
excepción puede confirmar la regla...
La desidia y falta de colaboración del gobierno Murciano, así como
la barbarie de ciertos individuos de mal vivir de esta localidad
hicieron que "Penélope" se hundiera muriendo una joya de la
construcción naval francesa en aluminio. Pero esto es otra historia
que algún día deberíamos relatar para vergüenza de la administración
Española.
¿De dónde proviene el mito?
Al pasar los años, lo normal es que un barco cambie de manos y lo que
podría ser un nombre perfecto para unos, será muy
inadecuado para otros. Pero para descargar la posible mala suerte,
existen "rituales" que permiten esquivar el enfado de los Dioses del
mar, Neptuno o Poseidon incluidos. A lo largo de la historia son
tanto los barcos que han cambiado de nombre y han sido objeto de la
desgracia como los que no, pero el recuerdo permanece. En las épocas
de los grandes Clippers que transportaban mercancías a vela,
cuando se cambiaba el nombre de un barco, se perdía toda su
reputación fuera esta buena o mala, y por tanto cuando era buena no se
solía cambiar nunca de nombre, dejando para los malos barcos los cambios de denominación. Barcos malos que tenían mayor
probabilidad de posibles fallos y por tanto desgracias.
Rituales para cambiar el nombre de un barco
Son muchos y dependen tanto de regiones como de costumbres
históricas. Pero muchos de ellos requieren (además de las gestiones
administrativas necesarias, que puede resolver en la gestoría de
Fondear.com) eliminar cualquier pintura, pegatina o vinilo que haga
referencia al viejo nombre, así como quemar el cuaderno de bitácora
viejo, o conjurarse a los Dioses para que el nuevo "barco" tenga una
buena nueva vida. Naturalmente no está de más volver a lanzar una
botella de cava contra la re-denominada amura de proa, con cuidado de
no romper nada en la ceremonia, que por supuesto nunca debe ser
efectuada durante un viernes y menos si este es un 13 en el
calendario.
Otros rituales hablan de dar dos vueltas alrededor del barco en
sentido contrario al movimiento del Sol, desde una neumática a remos
sin fueraborda, o andando si aún está en varadero, y sobre todo
prometer a Dios no volver a pecar (al menos en la medida de lo
posible).
Evitar si no quiere atraer a la mala suerte
1) Los plátanos a bordo no son bienvenidos. Quizás sea por los
posibles patinazos en caso de pisotones mal avenidos. Son muchos los
barcos que se han hundido a lo largo de la historia con cargamentos
de bananas y plátanos de Canarias. Quizás el mito provenga de la
necesidad de acelerar las navegaciones dado el carácter
perecedero de tal fruto, lo cual conduciría inevitablemente a tener
que asumir mayores riesgos que otros transportes de mercancías más
duraderas. Quizás la fermentación en las bodegas produjeran gases
tóxicos.
2) Es machista, pero durante siglos, las mujeres a bordo no eran
excesivamente bienvenidas, quizás por poder distraer las actividades
de lla marinería, a pesar de lo cual muchos mascarones de proa eran
tallados con figuras femeninas, las cuales se creía, podía calmar
los mares más bravíos.
3) Silbar en el barco atrae a las tormentas y reclama el mal tiempo.
4) Amaneceres enrojecidos, son augurio de mala suerte y peor tiempo,
mientras que un atardecer con tonos encendidos presagia una jornada
apacible.
5) Una aleta de tiburón al acecho y por la popa da "mal fario"
en
los dichos marineros. Pero al ritmo al que sobre-pescamos a los
escualos, y ante la falta de sensibilidad y respeto por el medio
ambiente, este mito está en camino de desaparecer.
6) Hay fechas de mal augurio para echarse a navegar. Los viernes
malos pues el Cristo fue crucificado en Viernes Santo. Los jueves
también, pues es el día de Thor y de sus temidas tempestades. El
primer Lunes de Abril es mal día al haber sido testigo del
fratricidio entre Caín y Abel. El segundo Lunes de Agosto tampoco
deberíamos navegar al ser el aniversario de la destrucción de Sodoma
y Gomorra. A poco que se esmeren los supersticiosos, no nos
quedarán fechas libre para poder navegar en la mar.
7) Evitar cruzarse con un persona pelirroja. La solución a este
problema era la de hablar unas palabras con ellos antes de que
estos pudieran dirigirnos la palabra.
8) Matar un ave marina eran de mal augurio, y peor aún si se
trataba de un albatros. Las aves marinas eran las portadoras de los
espíritus de los marineros que morían en altamar, y por ello matar
uno de ellos era considerado casi como un sacrilegio.
Pero las supersticiones son muchas y de lo más variadas, dependiendo
del país y la zona de navegación a lo largo de los mares del mundo.
Por ejemplo no es bueno que el nombre del barco comience por ‘A’ y
por el contrario los nombres de los barcos con 7 letras eran un buen
augurio. Por descontado que llamar a un barco "Titanic", "Andrea
Doria", o con cualquier otro nombre naufragado no es la mejor idea,
como tampoco lo sería llamarlo "Huracán", "Galerna", o "Kraken",
"Serpiente marina" o "Cataclismo", "Maremoto", "Judas" o "Pilatos",
todos ellos por razones tan obvias, que no merecen explicación
alguna.
Pero dejándonos de mitos y otras monsergas, si decide cambiar el
nombre de su barco, procure localizar un nombre que sea fácil de
recordar, fácil de deletrear en la VHF, fácil de pronunciar en
varios idiomas, y naturalmente lo más importante; que le guste...
Las Luzzu de Malta
están decoradas en colores vivos y en cada lado de la proa llevan un
ojo de Osiris, una tradición egipcia que protegía a los pescadores
alejando a los malos espíritus y atrayendo la buena suerte
Personalmente no creo en las ‘Meigas’,
aunque dicen que haberlas… haylas. Y así las cosas, si compra barco
usado, y salvo que le parezca horrendo en nombre anterior...¿Por qué habría de cambiarlo?
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