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Cambiarle el nombre a un barco

 

 

¿Trae mala suerte cambiarle el nombre a un barco?

 

Acabamos de comprar un barco de ocasión y no sabemos si conservar el nombre dado por el anterior propietario o ponerle uno nuevo.

 

Y de repente se agolpan las dudas y recuerdas leyendas urbanas que avisan de la mala suerte que puede conllevar el cambio.

En todas partes abundan las supersticiones y en el mundo marino no podría ser menos. Cuando hay falta de control sobre las situaciones, hay tendencia a caer en las supersticiones, y en el

mar, a pesar de las nuevas tecnologías siempre es impredecible el estado de la mar, la meteorología o los fallos que puedan ocurrir en los numerosos sistemas que tiene cualquier barco. Quizás por ello el mundo de la náutica tenga fama de ser aún más supersticioso y la peor de estas supersticiones es seguramente la de cambiar el nombre a un barco…

Naturalmente estas creencias varían de país en país, pero seguramente una de las más inquietantes sea la de cambiar el nombre de un barco. Hay otras que también atraen la mala suerte, como por ejemplo silbar en la cubierta, llevar plátanos a bordo, o cruzarse con un pelirrojo antes de embarcar. Por el contrario es de buen augurio navegar con delfines nadando en las amuras, o hacerse un tatuaje, especialmente si este reflejaba la estrella que nos permite encontrar siempre nuestro Norte.

 

Cambiar el nombre del barco

Administrativamente es algo bastante sencillo y un asunto de gestoría de poca envergadura. Si el barco es nuevo también es asunto de muy mala suerte, botarlo antes de encontrarle un nombre definitivo. Si compráramos un barco de ocasión en otra bandera, debemos pedir la baja de la bandera anterior y con más razón podremos escoger un nuevo nombre ante la administración del nuevo abanderamiento. Pero el asunto de la mala suerte se mantiene, de modo que ojito si es usted supersticioso.

Pero hay ocasiones en las que el cambio del nombre del barco es imperativo. Son innumerables los armadores que tienen la “feliz” ocurrencia de llamar a su barco con el nombre de su mujer, reiterando la situación, en los sucesivos barcos que van adquiriendo, al ir hacia mayores esloras o prestaciones. Así no es raro encontrar el "Carmen III", "Lola II" entre otros. Nombres que manifiesta falta de imaginación para algunos y gusto poco refinado para otros.

Resulta curioso que aunque el barco sea de género masculino, la barca o la embarcación sean femeninos. Sea como fuere, con nombres de personas, la inmensa mayoría suele recurrir a nombre  femeninos. No es muy normal encontrarse con un barco que se llame, pongamos por ejemplo "Bartolomeo" o "Eustaquio", o nombre más usuales como "Enrique" o "José".

Sin embargo, hace unos cuantos años, estuvimos a punto de adquirir por un complicado mecanismo de "posesión" por abandono, un precioso Clase "J" de 37 metros de eslora de 50 años de antigüedad, dejado a la mano de Dios en el puerto de Águilas (Murcia). Su nombre no requería cambio alguno pues además de femenino, evocaba la más bella mitología griega; "Penélope", siendo un claro ejemplo de cómo la excepción puede confirmar la regla... 

La desidia y falta de colaboración del gobierno Murciano, así como la barbarie de ciertos individuos de mal vivir de esta localidad hicieron que "Penélope" se hundiera muriendo una joya de la construcción naval francesa en aluminio. Pero esto es otra historia que algún día deberíamos relatar para vergüenza de la administración Española.

 

¿De dónde proviene el mito?

Al pasar los años, lo normal es que un barco cambie de manos y lo que podría ser un nombre perfecto para unos, será muy inadecuado para otros. Pero para descargar la posible mala suerte, existen "rituales" que permiten esquivar el enfado de los Dioses del mar, Neptuno o Poseidon incluidos. A lo largo de la historia son tanto los barcos que han cambiado de nombre y han sido objeto de la desgracia como los que no, pero el recuerdo permanece. En las épocas de los grandes Clippers que transportaban mercancías a vela, cuando se cambiaba el nombre de un barco, se perdía toda su reputación fuera esta buena o mala, y por tanto cuando era buena no se solía cambiar nunca de nombre, dejando para los malos barcos los cambios de denominación. Barcos malos que tenían mayor probabilidad de posibles fallos y por tanto desgracias.

 

Rituales para cambiar el nombre de un barco

Son muchos y dependen tanto de regiones como de costumbres históricas. Pero muchos de ellos requieren (además de las gestiones administrativas necesarias, que puede resolver en la gestoría de Fondear.com) eliminar cualquier pintura, pegatina o vinilo que haga referencia al viejo nombre, así como quemar el cuaderno de bitácora viejo, o conjurarse a los Dioses para que el nuevo "barco" tenga una buena nueva vida. Naturalmente no está de más volver a lanzar una botella de cava contra la re-denominada amura de proa, con cuidado de no romper nada en la ceremonia, que por supuesto nunca debe ser efectuada durante un viernes y menos si este es un 13 en el calendario.

Otros rituales hablan de dar dos vueltas alrededor del barco en sentido contrario al movimiento del Sol, desde una neumática a remos sin fueraborda, o andando si aún está en varadero, y sobre todo prometer a Dios no volver a pecar (al menos en la medida de lo posible).

 

Evitar si no quiere atraer a la mala suerte

1) Los plátanos a bordo no son bienvenidos. Quizás sea por los posibles patinazos en caso de pisotones mal avenidos. Son muchos los barcos que se han hundido a lo largo de la historia con cargamentos de bananas y plátanos de Canarias. Quizás el mito provenga de la necesidad de acelerar las navegaciones dado el carácter perecedero de tal fruto, lo cual conduciría inevitablemente a tener que asumir mayores riesgos que otros transportes de mercancías más duraderas. Quizás la fermentación en las bodegas produjeran gases tóxicos.

2) Es machista, pero durante siglos, las mujeres a bordo no eran excesivamente bienvenidas, quizás por poder distraer las actividades de lla marinería, a pesar de lo cual muchos mascarones de proa eran tallados con figuras femeninas, las cuales se creía, podía calmar los mares más bravíos.

3) Silbar en el barco atrae a las tormentas y reclama el mal tiempo.

4) Amaneceres enrojecidos, son augurio de mala suerte y peor tiempo, mientras que un atardecer con tonos encendidos presagia una jornada apacible.

5) Una aleta de tiburón al acecho y por la popa da "mal fario" en los dichos marineros. Pero al ritmo al que sobre-pescamos a los escualos, y ante la falta de sensibilidad y respeto por el medio ambiente, este mito está en camino de desaparecer. 

6) Hay fechas de mal augurio para echarse a navegar. Los viernes malos pues el Cristo fue crucificado en Viernes Santo. Los jueves también, pues es el día de Thor y de sus temidas tempestades. El primer Lunes de Abril es mal día al haber sido testigo del fratricidio entre Caín y Abel. El segundo Lunes de Agosto tampoco deberíamos navegar al ser el aniversario de la destrucción de Sodoma y Gomorra.  A poco que se esmeren los supersticiosos, no nos quedarán fechas libre para poder navegar en la mar.

7) Evitar cruzarse con un persona pelirroja. La solución a este problema era la de hablar unas palabras con ellos antes de que estos pudieran dirigirnos la palabra. 

8) Matar un ave marina eran de mal augurio, y peor aún si se trataba de un albatros. Las aves marinas eran las portadoras de los espíritus de los marineros que morían en altamar, y por ello matar uno de ellos era considerado casi como un sacrilegio.

Pero las supersticiones son muchas y de lo más variadas, dependiendo del país y la zona de navegación a lo largo de los mares del mundo. Por ejemplo no es bueno que el nombre del barco comience por ‘A’ y por el contrario los nombres de los barcos con 7 letras eran un buen augurio. Por descontado que llamar a un barco "Titanic", "Andrea Doria", o con cualquier otro nombre naufragado no es la mejor idea, como tampoco lo sería llamarlo "Huracán",  "Galerna", o "Kraken", "Serpiente marina" o "Cataclismo", "Maremoto", "Judas" o "Pilatos", todos ellos por razones tan obvias, que no merecen explicación alguna.

Pero dejándonos de mitos y otras monsergas, si decide cambiar el nombre de su barco, procure localizar un nombre que sea fácil de recordar, fácil de deletrear en la VHF, fácil de pronunciar en varios idiomas, y naturalmente lo más importante; que le guste...

Las Luzzu de Malta están decoradas en colores vivos y en cada lado de la proa llevan un ojo de Osiris, una tradición egipcia que protegía a los pescadores alejando a los malos espíritus y atrayendo la buena suerte

 Personalmente no creo en las ‘Meigas’, aunque dicen que haberlas… haylas. Y así las cosas, si compra barco usado, y salvo que le parezca horrendo en nombre anterior...¿Por qué habría de cambiarlo?

 

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