Durante toda la
antigüedad las velas fueron portantes como la de los barcos del
antiguo Egipto de hace 5.000 años, la de los fenicios o de los romanos. Cuando los árabes conquistaron parte de Europa y la costa
mediterránea allá por el siglo VI, trajeron consigo las técnicas
navales que se utilizaban en el Índico, como por ejemplo la vela que
actualmente se conoce como ‘vela latina’.
Se trata de una
vela triangular cuyo lado más enfrentado al viento se soporta sobre
una verga de madera que actúa como lo hace un estay en una vela de
proa de un velero moderno.
La vela latina
puede remontar más al viento (50º) que la vela cuadrada que solo
alcanza los 70º, sin embargo era extremadamente difícil de manejar
en barcos grandes además de inutilizar toda la zona de proa. Por si
fuera poco, no permitía la instalación de estays al palo mayor pues
la verga chocaría con él, lo cual limitaba la altura del mástil. Si
a estos motivos añadimos que los marinos aprendieron el rumbo de los
vientos lo cual les permitía aprovechar los vientos portantes, se
entiende que cayera en desuso.
En los grandes
mercantes a vela, se utilizaban las velas cuadradas como
propulsoras, y se mantenían el bergantín a popa como vela que además
de ayudaba en los rumbos cerrados al viento servía de forma
fundamental para ayudar algunas maniobras del timón.
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