Cuando
las condiciones realmente se ponen feas, y el viento sopla ya con
fuerza 7-8, las jarcias empiezan a avisarlo de forma sonora. Los obenques empiezan a
emitir un zumbido nada tranquilizador. Estando amarrados en puerto
podemos apreciarlo claramente sin tener que sufrirlo en alta mar.
El efecto se
debe a los remolino de ‘Von Karman’. El viento al rozar los cables
produce un remolino que se desprende de él tirando del cable hacia
ese lado. Inmediatamente después se forma otro remolino al lado
contrario que a su vez tira hacia la otra dirección. Cualquier cable
tenso como por ejemplo una cuerda de piano tiene una frecuencia de
resonancia a la que se pone a vibrar y sonar. Cuando los
tirones del viento por uno y otro lado, coinciden con la frecuencia de resonancia del cable, este se
pone a vibrar como lo hace la cuerda de una guitarra.
Podríamos
pensar que algo pareado ocurre con las velas al gualdrapear al
viento, pero verdaderamente no se conoce nada bien la razón por la
que las velas (o las banderas) hacen estos movimientos al quedar
expuestas al viento.
Todavía no
existe una teoría matemática y unas ecuaciones que expliquen este
fenómeno debido a la dificultad de tratar estos cuerpos flexibles
que interaccionan y cambian de forma con el viento. En el fenómeno
intervienen la inercia del tejido, su elasticidad, todo ello
combinado con los rápidos movimientos de las capas de aire que
inciden por las dos caras. ¡Nada sencillo de describir por mucha
ecuación diferencial que apliquemos!
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