Si no fuera
porque es cierto, podría parecer una broma, pero lo cierto es
que Churchill autorizó la construcción de 100 unidades,
aunque ni siquiera uno de ellos vio la luz. Sin embargo en un
lago Patricia de Canada, se construyó un prototipo de 60’’ de
eslora y de 1.000 toneladas de desplazamiento, pero con forma
de casa para evitar el espionaje y que tardó 3 años en
derretirse, al que apodaron
“el
Arca de Noe”…
Uno de los
problemas para fabricar un casco de hielo provenía de la fragilidad
de este material, a lo que Geoffrey supo dar respuesta al inventar
el así bautizado “Pykecrete” que no es otra cosa más que pulpa de
papel con virutas de madera empapadas de agua y todo ello congelado. El
resultado es un producto más tenaz que el hormigón.
En una reunión en
el alto mando, Montbatten disparó su pistola contra un ladrillo de
agua helada saltando este en pedazos y acto seguido le metió un
segundo balazo a
otro de la esta argamasa helada, rebotando el proyectil que a punto
estuvo de herir a un general, dejando impresionado a todos los
participantes. La teoría era muy interesante; No existen límites a
la fabricación en hielo, es un material que flota. Mientras se
mantenga bajo su punto de congelación perdura para siempre y se
puede reparar de forma inmediata congelando más agua en una posible
fisura incluso en mitad de una batalla naval.
Un portaviones
insumergible
El Habakkuk II de
1.200 metros de eslora debería poder soportar el ataque frontal
contra torpedos alemanes y ser fácil de reparar, sin más que verter
agua que se congelaría en cuestión de segundos para cerrar las
posibles heridas en un casco de 12 metros de espesor de agua y
serrín, impenetrable a las bombas alemanas. ¡12 metros de espesor, y
1.8 millones de toneladas de desplazamiento! Multiplicados por la
superficie del casco era un volumen enorme, capaz de acabar con un
bosque entero sólo para fabricar serrín y vituras de madera.
Al final el
proyecto preveía utilizar también 40.000 toneladas planchas de
corcho para aislar el casco y reducir las necesidades de
enfriamiento que se conseguía haciendo pasar un liquido refrigerante
en medio del material de Pykecrete que lo mantenía congelado a pesar de navegar
en latitudes relativamente bajas, a pesar de que el Pykecrete se
fundía a menos de la mitad de velocidad que el hielo corriente. El
material milagroso además se podía trabajar muy fácilmente pues se
podía cortar con sierras como si se tratara de madera, tornear para
dar la forma deseada y soldado con más pasta que se helara.
El buque tendría
40 torres ametralladoras de gran calibre, cañones antiaéreos y
bodegas para transportar a 150 aviones cazas y bombarderos B52.
El asunto pasó a
ser prioritario y recibió toda la atención de Churchill que lo
catalogó como alto secreto y muy alta prioridad.
Pero Pyke no
fue el primero en pensar en esta idea, 12 años antes, el científico
Aleman Dr. Gerke ya experimentó con esta idea en el lago de Zurich.
Los problemas
En los estudios de
laboratorio, las pruebas indicaban que para evitar que el hielo
pykecrete acabara ‘fluyendo’ como cualquier material plástico, era
necesario mantenerlo muy frío por debajo de -16ºC. Además para mover
toda la enorme masa y por tanto tan inmenso desplazamiento, era necesario una potencia de motores inmensa y para su
gobierno se pensaba en la necesidad de construir una pala de timón de 30
metros de altura lo cual estaba fuera de la capacidad técnica de
entonces, especialmente en lo concerniente a los sistemas de
anclajes y grupos hidráulicos para su movimiento. La cantidad de
pulpa de papel necesitada hubiera alterado de forma brusca a la
industria papelera de entonces, y aunque sólo fuera para la
fabricación de tubos de acero para los circuitos de refrigeración,
la cantidad de ellos necesaria era inmensa. Pero lo peor era la
velocidad de crucero previsible de solo unos 5 nudos, lo cual
limitaba mucho su capacidad operativa.
Mientras todo esto
sucedía, los aviones bombarderos aliados aumentaron mucho su radio de acción
al equipar nuevos motores y mayores tanques de combustible que les
permitía sobrevolar todo el océano Atlántico sin necesidad de hacer
escalas. Así disminuyó enormemente la necesidad de poseer una isla
flotante en mitad del mar, hasta que finalmente fue definitivamente
aparcado el proyecto Habakkuk.
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