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Deshacerse de los
barcos obsoletos
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No existe
ninguna legislación sobre el reciclado de barcos viejos y
abandonados. Lo único cierto es que su número aumenta poco a
poco generando diversos problemas. |
En estos
tiempos de crisis un número significativo de armadores abandonan
sus barcos al no tener presupuesto para su mantenimiento. Cuando el barco es viejo,
la dejadez conduce sin remedio a un deplorable estado de
abandono,
del que con
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seguridad el barco ya nunca
se
recuperará.
En el
mercado de
ocasión se encuentran barcos
con
bastantes años pero bien cuidados a muy buen precio, lo que
refuerza la falta de interés en reparar o hacer un completo
“refit” a los más abandonados.
Muchas marinas
ocupan amarres con barcos en muy mal estado que en muchos casos
llevan lustros enteros sin navegar. Y esto representa a su vez un
obstáculo para la venta de barcos nuevos al ocupar plazas de amarre
y crear un ficticio stock en el mercado de ocasión de unidades en muy mal
estado. En amarres públicos, en muchas marinas secas, en terrenos
baldíos por toda nuestra geografía se encuentran restos de lo que en
su día fueron bellos veleros y barcos a motor.
Al barco viejo
“matarile”
O se le da
“matarile”, lo cual resulta francamente complicado pues no existen
plantas de reciclado capaces de procesar la fibra de vidrio, o…
matarile-rile-ron, al fondo del mar, junto con las famosas
llaves perdidas de la canción.
Si bien es cierto
que no existe legislación alguna sobre la destrucción y reciclado
de barcos, si que existen leyes que regulan el hundimiento en aguas
costeras. De hecho, muchos de los barcos pesqueros con baja de licencia, debido a las
reducciones de cuotas pesqueras
propuestas por la Unión Europea, acaban en el fondo
del mar.
Pero preparar un
barco para su hundimiento cuesta dinero. Hay que sacarle
todos los aparejos,
desmontar el motor, los depósitos, y demás enseres.
Posteriormente comienza la descontaminación de petróleos y aceites de sus sentinas.
Por último
se vierten en su interior algunas toneladas de hormigón como parte final de
proceso. Entonces la capitanía extiende el permiso para ser
remolcados hasta una zona concreta de las aguas costeras, donde se
abrirá una llave de fondo que lo conducirá en su última singladura submarina
al fondo del mar.
Sólo en Finlandia con una flota de recreo de 750.000 barcos, 3.000
de ellos quedan obsoletos cada año. El precio para que venga la
empresa de
desguace es de 150€ por tonelada. Un velero
de unos 12 metros pagará cerca de 1.000€.
Destruir
un coche es rentable, pues a pesar de la mano de obra empleada, se
saca un provecho económico en piezas y hierro reciclado. Pero los
barcos construidos en fibra de vidrio son otra historia. Una vez
sacados los motores y desarbolados los palos de aluminio de los
viejos veleros, el casco puede aguantar más de 50 años sin
descomponerse por mucho UVA que soporten en verano. El coste para
destruir el casco es elevado y además el material conseguido no
tiene valor comercial. Los japoneses más avanzados en esta materia,
consiguen reciclar muchos viejos barcos de recreo triturando
los cascos y reutilizando el subproducto en la fabricación de
cementos. Pero la maquinaria empleada en esta destrucción, a su vez,
genera contaminación y utiliza recursos energéticos.
Arrecifes
artificiales
La fauna
submarina adora los pecios. Las vastas extensiones de arena del fondo del mar no son
más que enormes desiertos en donde los peces no pueden sobrevivir
pues necesitan rocas y oquedades para establecer los
territorios. A los pocos años, cualquier pecio se llena de vida
subacuática y por tanto representa un valor ecológico tangible. De
hecho se fabrican bloques en cemento y otros materiales que una vez
sumergidos permiten crear arrecifes artificiales.
Entre los huecos
de cualquier barco hundido se esconden y prosperan comunidades de
peces que aprovechan estos espacios para protegerse de los grandes
depredadores. Por ello el mejor lugar para los barcos
viejos es el fondo del mar, previa preparación y descontaminación.
Frente a la
opción de ser triturados en una enorme máquina industrial, acabar en
el fondo del mar es mucho más poético y sobre todo útil para la
fauna submarina.
Mercantes en
Blangladesh
Los barcos de
acero son otra historia. Cada uno de estos leviatanes pesa miles de
toneladas del cotizado metal. Por ejemplo un super-petrolero de más
de 400 metros de eslora pesa cerca de ¡100.000 toneladas de puro
acero! El problema es que la contaminación de estos buques es
muy alta debido al gasoil impregnado en bodegas y sentinas, amiantos
y asbestos cancerígenos, pinturas de plomo, y otros venenososos compuestos químicos y metales pesados como el plomo o
el cadmio.. El trabajo de limpieza es muy peligroso y resultaría muy
caro en Europa.
¿La solución? Que
lo hagan los pobres indios de Bangladesh. Miles de jóvenes y
adolescentes de hasta 12 años de edad, trabajan en los desguaces jugándose
diariamente la vida a cambio de un miserable suelto de 40€/mes que
apenas les da para subsistir. Hay turnos incluso por la
noche convirtiendo el lugar en un infierno de chispas y humos
tóxicos. Estas personas, obligadas a vivir
hacinadas por falta de medios, realizan en ocasiones turnos de 16
horas de trabajo, pues han de pagar su subsistencia. Una sola comida
les cuesta del orden de
1,5 €. Pero los dueños de los desguaces consiguen beneficios de
muchos millones de dólares al mes al vender las enormes partidas de acero.
La ecuación no
podría ser más sencilla. Las empresas occidentales contratan las
instalaciones de desguace en países pobres como Bangladesh en donde
poder “lavar los trapos sucios” a cambio de contaminar las costas del
golfo de Bengala, destruir las pesquerías locales, aniquilar los
manglares y ecosistemas selváticos de la zona y aprovecharse de la
pobreza extrema en la que viven estos habitantes del planeta.
Los niños
trabajan casi desnudos cortando, en el mejor de los casos con
soldadura de acetileno, los forros de viejos petroleros y otros
mercantes, en trabajos tan asombrosos como sórdidos e inhumanos. La
peligrosidad es extrema. Con potentes polipastos se va arrastrando
el buque dentro de la playa en donde, rebanada a rebanada, sus
tripas van siendo diseccionadas. Todos los años se desguazan varios
cientos de barcos, muchos de los cuales pertenecen a navieras
occidentales que a la postre son corresponsables de la degradación
medioambiental, y los abusos que allí ocurren.
En Chittagong Bangladesh, pierden la vida jóvenes trabajadores todas las
semanas como consecuencia de las deplorables condiciones en las que
se efectúan los trabajos de desguace.
La empresa PHP (Peace Happiness Prosperity) paga varios millones
de dólares como valor chatarra por cada barco. El beneficio
conseguido por la venta del acero tras miles de infrahumanas
jornadas
de trabajo es muy alto. Pero las costas quedan totalmente
contaminadas.
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